Beato Emilio Moscoso Cárdenas

Beato Emilio Moscoso Cárdenas

Emilio Moscoso Cárdenas

Beato

  • Death: 04/05/1897
  • Nationality (place of birth): Ecuador

Emilio Moscoso nació en Cuenca (Ecuador) el 21 de abril de 1846. Desde niño, Emilio demostró una sólida vivencia religiosa influido por su medio social y familiar, profundamente católico. Ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en 1864 en su ciudad natal a los 18 años. Los jesuitas del Ecuador eran entonces una “misión” dependiente de la Provincia de Castilla, en España. Fue ordenado sacerdote en 1876 e hizo sus últimos votos el 8 de septiembre de 1879.

En 1895, con el triunfo de la revolución liberal en Ecuador y las leyes restrictivas para la Iglesia Católica, comenzó una nueva etapa para el país. Los jesuitas ecuatorianos estuvieron en primera línea en defensa de la Iglesia. Acudieron, entre otras prácticas, a las devociones al Corazón de Jesús y a María Inmaculada, propagadas por la Compañía desde tiempo atrás. En la pequeña Riobamba, 1896 fue un año de tribulaciones a causa de las duras condiciones impuestas por el régimen anticlerical. La situación empeoró cuando, a finales de abril de 1897, las autoridades encarcelaron arbitrariamente al obispo Mons. Arsenio Andrade, acusado de conspirar contra el gobierno. Ante la presión del régimen, habría sido más fácil clausurar el colegio y abandonar la ciudad, pero Emilio Moscoso y sus compañeros se mantuvieron firmes al servicio de la juventud riobambeña. En los días previos a su muerte fue extraordinario el testimonio de fortaleza en el Espíritu del rector del Colegio San Felipe.

En la madrugada del 4 de mayo del 1897, repeliendo un ataque de un grupo de rebeldes, soldados del ejército profanaron violentamente la eucaristía en la capilla del colegio. A continuación fueron a por los religiosos; dos oficiales encontraron al P. Rector en su habitación orando, de rodillas ante el crucifijo y con el rosario en sus manos, y allí mismo le dispararon a quemarropa.

Son muchas las enseñanzas que nos deja la sencilla vida y el martirio de este hermano nuestro: la alegría y austeridad de su consagración; una honda devoción eucarística y mariana; el testimonio de pobreza y obediencia cumpliendo con fidelidad sus obligaciones diarias; una vida comunitaria sencilla y ordenada, propia de su tiempo; la valentía en la defensa de la fe y la Iglesia; una firme solidaridad con los ciudadanos de Riobamba, permaneciendo con ellos en las horas más difíciles; el cuidado del cuerpo de la Compañía, al visitar a sus compañeros en prisión y volver al colegio para compartir la suerte de su comunidad. Después de muchos años dedicados a la enseñanza y al apostolado de la oración, Emilio Moscoso tuvo que afrontar la persecución.

Carta del P. Arturo Sosa, SJ, Superior General, el 8 de noviembre de 2019

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