El JRS está presente en el país desde 2013, proporcionando a los refugiados acompañamiento, educación y apoyo psicosocial. Debido a la rápida escalada y a la imprevisibilidad del conflicto, estas actividades se han suspendido...
Vemos que la brecha entre ricos y pobres se amplía en todo el mundo y escuchamos informes semanales de cientos de personas que perecen al intentar llegar a un nuevo hogar. Los líderes políticos han encendido el odio y han levantado muros entre ricos y pobres, entre jóvenes y viejos, entre los que están en su tierra natal y los que tienen que emigrar. La realidad de los niños que han sido maltratados, ya sea física o sexualmente, también está presente de manera dolorosa y personal.
Jesús sufre y lo crucifican en y con Su pueblo, especialmente con los más pequeños. Él toma las manos de los excluidos, los abusados y los vulnerables. Él les dice: "Venid, heredad el Reino". Todos somos hijos de Dios.
“Bienaventurados los que lloran: ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: ellos quedarán satisfechos. Bienaventurados los misericordiosos: a ellos se les mostrará misericordia. Bienaventurados los de corazón puro: ellos van a ver a Dios. Bienaventurados los construtores de paz: ellos serán reconocidos como hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por la causa de la justicia: el reino de los cielos es de ellos. Bienaventurados sean ustedes cuando la gente los insulte, los persiga y, por cuenta mía, digan toda clase de calumnias contra ustedes.”
Jesús en la sinagoga de Nazaret: “...para traer la buena noticia a los pobres, la libertad a los cautivos y devolver la vista a los ciegos”.
Deseamos, ante todo, una conversión en nuestros propios corazones, que nos haga presentes y sensibles al Cristo sufriente que está en medio de nosotros. Nuestras comunidades desean ser más hospitalarias y más abiertas, desean aprender a vivir más profundamente en el Espíritu de Jesús, un Espíritu que da la bienvenida.
Nuestros Centros Sociales y universidades, trabajando en conjunto y también con otros, quieren desarrollar la capacidad de participar en un estudio profundo de los problemas económicos y sociales del mundo.
Nuestro trabajo de educación en todos los niveles hará que las personas tomen conciencia de la ardiente necesidad de reconciliación por parte de los muchos que se han alejado, son vulnerables o están alienados. Deseamos que aquellos que forman parte de nuestra misión educativa sueñen y construyan, paso a paso, una nueva cultura basada en los valores del Evangelio.
Nos comprometemos a promover un ambiente sano y seguro para los niños y los jóvenes, y a oponernos activamente contra el abuso de todo tipo.
En todo nuestro trabajo, queremos unir a las personas donde estén separadas, para curarlas donde estén heridas. Queremos trabajar colaborativamente en este hospital de campaña que es nuestro mundo, dando testimonio de una fe que promueve la reconciliación basada en la justicia. Queremos traer esperanza a nuestro mundo, imaginar nuevos caminos y recorrer estos caminos hasta el final.
• Escucha el llamado de Dios a través de la oración en la pestaña ¿Cómo orar?
• Conviértete en un voluntario del Servicio Jesuita a los Refugiados (SJR) en tu país.
• Mira a tu alrededor. ¿Hay alguien que tú puedes apoyar en tu vecindario, parroquia o familia?
• Vota por los políticos que representen una agenda pro-humanitaria y de derechos humanos.
• Dona a organizaciones pro humanitarias y de derechos humanos, por ejemplo, el JRS.
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Mateo 5, 3-10
“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia.”
Lucas 10, 25-29. La parábola del Buen Samaritano.
“Anda entonces, y haz tú lo mismo.”
Mateo 8, 1-4. La curación del leproso.
Jesús extendió la mano y tocó al hombre. - Sí quiero - le dijo -. ¡Queda limpio! Y al instante quedó sano de la lepra.
Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 53
“Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida.
Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes».
El Papa Francisco hablando, en Filadelfia, sobre el Abuso Sexual de Menores
“Las personas que tenían la responsabilidad de cuidar a estos tiernos violaron esa confianza y les causaron un gran dolor...
Los que han sobrevivido a este abuso se han convertido en verdaderos heraldos de la misericordia. Humildemente debemos a cada uno de ellos nuestra gratitud...”