Beato Francisco Pacheco

Beato Francisco Pacheco

Francisco Pacheco

Beato

  • Death: 06/20/1626
  • Nationality (place of birth): Portugal

Francisco Pacheco (1566-1626) era superior provincial y uno de los misioneros jesuitas de Japón que tenía más experiencia. Su arresto supuso una pérdida muy seria para la comunidad cristiana, que se debatía para sobrevivir a la gran persecución. Había vuelto a Japón un año después de haber sido expulsado con otros misioneros el año 1614, y se las arregló para sostener a muchos en su fe. Al ser traicionado por uno que le había dado hospedaje, fue arrestado junto con otros dos catequistas.

Pacheco había nacido en Portugal con el sueño de imitar a los misioneros de Japón, de cuyas hazañas tanto había oído de joven. Una y otra vez contemplaba en el colegio de Lisboa, donde estudiaba, la despedida de algunos jesuitas que partían para Japón. Entró en la Compañía de Jesús en diciembre de 1585 y partió para Goa, en la India, el año 1592. Allí siguió con sus estudios hasta terminar la teología en Macao y dirigirse finalmente a Japón en 1604. Los cuatro primeros años trabajó en Osaka y Mikayo, la actual Kyoto, que era la capital. Tuvo que volver a Macao en 1608 para dirigir el colegio de la Compañía, pero pudo retornar al Japón después de cuatro años. Recibió el nombramiento de vicario general del obispo Luís de Cerquiera, cargo que mantuvo hasta su expulsión en 1614.

Habiendo retornado en junio de 1615 bajo un disfraz de mercader, trabajó en Takaku y en las islas de Amakusa y Kani. Eran muchos los que abandonaban su fe cristiana presionados por la cruel persecución, pero eran cientos los que sacrificaban sus vidas antes de dejar su religión. Cuando murió el obispo, hicieron a Pacheco administrador apostólico de la diócesis, y a continuación, en 1621, recibió el nombramiento de superior provincial de la Compañía. Se trasladó al puerto de Kuchinotsu en Arima, para poder ir a visitar con más facilidad a los jesuitas.

En 1625, al reunir el Shogun Iyemitsu más espías, se intensificó la presión para capturar a los misioneros jesuitas. Sin embargo fue un antiguo amigo, que no era espía, quien condujo hasta su captura. Un cristiano apóstata reveló al gobernador del distrito dónde se encontraba, y éste envió 200 soldados, el 18 de diciembre de 1625, para rodear la casa en que vivía Pacheco. Encontraron con él a dos catequistas, Pablo Xinsuke y Pedro Rinscei; en la casa de al lado fueron arrestados el hermano Gaspar Sadamatsu y otro catequista, Juan Kisaku, junto con las familias que les daban cobijo. El grupo fue conducido hasta Shimabara y allí les dejaron en un torreón húmedo y frío. Pocos días después se les unieron en la prisión el P. Juan Bautista Zola y su catequista Vicente Caun.

Aquel invierno los prisioneros vivieron como comunidad religiosa, con una distribución que incluía oración y ayuno. Se preparaban espiritualmente para una muerte que sabían les aguardaba. En estos meses de cárcel fueron aceptados en la Compañía los catequistas. Pero no podía celebrar Misa rezar el Rosario o recitar el breviario, porque todo se lo habían quitado. Por fin volvió el gobernador de su visita al shogun, con orden de dar muerte a los prisioneros. Allí cerca, a las afueras de Nagasaki, en la Colina de los Mártires, se reunieron los presos de Simbara y otros dos de Omura, el sacerdote jesuita Baltasar de Torres y su catequista Miguel Tozó. Era el 20 de junio. Los jesuitas se alegraron de volverse a ver. El gobernador ató a los nueve jesuitas a estacas, pero dio orden de que se rodeara a cada uno con una gran cantidad de leña, de modo que tuvieran una muerte rápida, oponiéndose así a la costumbre de usar fuego lento, ya que pensaba que éste era cosa de criminales y no propio de personas que daban la vida por sus convicciones. En 15 minutos habían muerto todos. El gobernador obligó a los laicos a presenciar sus muertes, en la esperanza de que el miedo les hiciera cambiar. Se equivocaba; los devolvió a la cárcel y serían martirizados en 12 de julio.

Mártires de Japón

Originalmente compilado y editado por: Tom Rochford, SJ

Traducción: Luis López-Yarto, SJ