“Ahora voy al que me envió”
Ahora voy al que me envió.
Ascensión del Señor
Una meditación de John Dardis, SJ
Los once discípulos fueron a Galilea, al monte al que Jesús les había indicado. Cuando lo vieron, se postraron, pero algunos vacilaban. Entonces Jesús se acercó y les dijo: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Visitar a los amigos y parientes es una parte importante y vital de nuestras vidas y siempre tenemos rituales para marcar las llegadas y las salidas. Pero las salidas, como recuerdo de mi infancia, suelen tener rituales aún más elaborados. Después de la primera señal de movimiento, cuando mi padre decía “mejor nos vamos”, había una media hora o incluso una hora más, antes de que finalmente entráramos en el coche. Había algo extra para comer, o alguien que insistía en que nos quedáramos un poco más. Para nosotros, los niños, esto siempre fue muy frustrante. Queríamos dejar la compañía de los adultos y volver a nuestros juegos. Y, sin embargo, a veces, estas conversaciones en esta última media hora a menudo tenían un significado más profundo y un compromiso real. Era como si nos diéramos cuenta de la profundidad de nuestra pertenencia y queríamos honrarla.
La Ascensión de Jesús tiene algunas de esas dinámicas. Los discípulos están molestos y consternados al pensar en su partida. Él les asegura que enviará al Espíritu Santo, al Abogado, al Ayudante. Él les asegura que de una manera muy real Él todavía estará con ellos.
En este tiempo de la Ascensión, recordamos que Jesús ha ascendido al cielo y nos ha dejado. Pero existe la certeza de que enviará su Espíritu a Pentecostés. Podemos esperar ese Espíritu de inspiración y sanación, pidiendo siempre que nuestras vidas se transformen y nuestros corazones sean consolados y renovados.