Edificando una Iglesia de esperanza en Camboya
Las visitas a la Curia General siguen siendo escasas. Ahora bien, no hace mucho tuvimos la oportunidad de entrevistar a Monseñor Enrique Figaredo - más conocido simplemente como Kike. Es el “Prefecto Apostólico” de la prefectura de Battambang en Camboya. Fue un encuentro del que se desprende una vitalidad y un sentido del servicio que supera todas las pruebas que el pueblo camboyano ha conocido y conoce desde el genocidio de la época de los Khmer rojos (1975-1979). Su testimonio es una inspiración para todos los que lo escuchan. Dejémosle hablar.
¿Qué le llevó a Camboya?
El
tema de los refugiados. Como jesuita, presenté mi sueño de trabajar con
refugiados y el Provincial me destinó a formar parte del JRS. Fui enviado al
sudeste asiático y allí, con los Camboyanos, se me pidió ayudar a las personas
discapacitadas, a las víctimas de las minas y vivir con ellas en los campos de
refugiados. Y me enamoré de esta gente. Después participé en la apertura de la
misión de Camboya. Y, allí estoy todavía… 35 años allí y feliz de compartir mi
vida con tales personas.

¿Es usted un “Prefecto Apostólico”?
Se podría decir que en Camboya la Iglesia está todavía en su infancia. Aquí hay tres divisiones eclesiásticas que son tres territorios de misión: un Vicariato y dos Prefecturas. Soy una especie de “sacerdote más elevado de lo que le corresponde”: tengo la responsabilidad de un obispo diocesano, pero en una jurisdicción que no posee ese estatuto: la Prefectura Apostólica de Battambang. Mi trabajo es ayudar a que la presencia del Señor se perciba más claramente a través del servicio, la atención a las comunidades cristianas y a toda la población. Porque, de hecho, me considero Prefecto Apostólico de todos, no sólo de los católicos.
Su cruz pectoral llama la atención...
Mi
cruz pectoral es un poco diferente a otras. El Cristo que tengo es un Cristo
mutilado, lo cual nos quiere decir tres cosas. A mi Cristo le falta una pierna evocando
así las minas antipersona que han destrozado las piernas de muchísima gente.
Quiere decir que Jesucristo, nuestro Señor, se identifica con el sufrimiento de
la gente con discapacidad. También queremos mostrar con este Cristo que los
sufrimientos de los discapacitados se unen al sufrimiento de Cristo para salvar
el mundo. Y el tercer significado es que el Cuerpo místico del Señor está
incompleto, porque le falta algo, le falta una pierna por la falta de
entendimiento, por la falta de conocimiento del amor de Dios. Y nuestra misión
es sanar a este Cristo mutilado.

¿Qué nos dice del pueblo camboyano?
Los sufrimientos del pueblo camboyano desde la época del genocidio, allí están. Este sufrimiento pasa de generación en generación. Hay muchas personas mayores que han quedado psicológicamente traumatizadas y ello se lo han trasmitido a sus hijos, a sus familiares. Gracias a Dios, la juventud camboyana ya mira al futuro con ojos de más esperanza y de mayor justicia. Eso sí, las huellas del sufrimiento del régimen de Pol Pot es un tema muy delicado que tenemos que tener en cuenta a la hora de trabajar, de acompañar. Debemos ejecutar nuestros proyectos pastorales con una delicadeza especial, porque estamos trabajando con personas heridas, y sus heridas todavía no han cicatrizado.
¿Qué tipo de presencia tienen los jesuitas en este país?
Somos
unos 25 jesuitas de nueve nacionalidades, la mayoría asiáticos: coreanos,
indios, filipinos, indonesios, vietnamitas, tailandeses... y yo, un español.
Son jóvenes y muy implicados, muy dinámicos, muy cercanos a la gente. Nuestro
apostolado nos acerca a la gente. El contexto de Camboya es muy sencillo en el
sentido de que los pobres están muy presentes y no es difícil ir a su
encuentro. Tenemos proyectos educativos; trabajamos mucho en el campo de la
educación, tanto en la educación popular como en la educación para
discapacitados, mentales y físicos. También tenemos proyectos de producción
agrícola así como iniciativas con un énfasis especial hacia Laudato Si’, el cuidado de la creación.

En mi prefectura de Battambang también tenemos proyectos de salud e higiene, incluyendo misiones médicas en zonas rurales, lo cual es muy valioso. Para los jóvenes, tenemos programas de apoyo a los valores, al desarrollo espiritual y al liderazgo. Buscamos fomentar un liderazgo de base, sencillo, de participación comunitaria. Esto es lo que ofrecemos a los jóvenes.
¿De dónde saca la energía para su compromiso misionero a largo plazo?
En primer lugar, el hecho de sentirnos testigos de la vida del Señor en medio de su gente sencilla; estar con él y servirle. Pero también nos inspira mucho el Papa Francisco, que nos anima a ser creativos y dinámicos a la hora de salir hacia la gente, llevándoles la presencia amorosa de Cristo y de la Iglesia. También el carácter sinodal de la Iglesia que el Papa defiende conlleva paradigmas que apoyan nuestra forma de construir la Iglesia en Camboya y nos dan esperanza. Y luego, desde el punto de vista jesuita, las Preferencias Apostólicas Universales nos estimulan: son formas de ver y hacer que podemos poner en práctica en todos nuestros apostolados.
Aquí
es donde estamos, en este pequeño rincón del mundo, tratando de manifestar la
presencia del Señor, que nos acompaña constantemente y nos dice: “¡Adelante!”
