La “Maison Saint Ignace” de Marsella, una “nueva fundación” de la presencia jesuita
La Provincia jesuita de Europa Occidental Francófona ha demostrado su vitalidad y esperanza al organizar un gran encuentro de la familia ignaciana con ocasión de la fiesta de Todos los Santos. Una de las apuestas, que resultó ganada, fue la elección de Marsella para reunir a los 7.000 participantes. En el corazón de la ciudad y en el corazón del mundo. El superior de los jesuitas en Marsella nos habla de las opciones que la Compañía de Jesús ha realizado y sigue realizando al servicio de la Iglesia y de los marselleses.
Por Michel Joseph, SJ
“Tartarín, radiante, caminaba admirando - todo ojos - el maravilloso puerto de Marsella que veía por primera vez y que le deslumbraba.” (Alphonse Daudet, escritor francés)
Marsella
está orientada hacia el mar y acoge a habitantes de las “tres orillas”: África
del Norte, Oriente Próximo y Provenza. La comunidad jesuita de Marsella ha
quedado encantada con la organización del Encuentro
Ignaciano en su ciudad. La comunidad estuvo muy involucrada en la
preparación. Recientemente reubicada, ha optado por seguir llevando el hermoso
nombre de “Notre Dame des Missions”, en referencia tanto a Notre Dame de la
Garde en Marsella como al pasado misionero de la residencia de la que partieron
tantos jesuitas hacia Siria, Oriente Próximo y Extremo Oriente. El fresco que
forma parte de la fachada impone el patrocinio de San Ignacio, el eterno
peregrino.
Hoy, los jesuitas de Marsella viven una especie de nueva fundación, con la evidente conciencia de que construir una comunidad y un lugar de animación ignaciana es una oportunidad. La Provincia cree en el futuro de los apostolados marselleses y de la presencia jesuita y confía en la comunidad jesuita para vivir y animar este proyecto tan importante.
Aunque inmersa en los mismos compromisos apostólicos que tenía antes de trasladarse a un nuevo barrio, la comunidad experimenta cambios importantes: hay que buscar vínculos con este barrio y sus instituciones sociales y vínculos con la Iglesia local y diocesana. De hecho, la Iglesia de Marsella pide mucho a la comunidad para acompañar a los grupos de laicos (incluida la CVX), para organizar cursos de formación y para asumir la animación del Servicio Diocesano de Vida Espiritual.
La
comunidad, que sólo ocupa los dos últimos pisos de un nuevo edificio de cinco
plantas, desea poder acoger a muchas personas: jesuitas de visita y/o de
vacaciones, familias, estudiantes de cursos de verano e incluso, eventualmente,
“compañeros de piso”, estudiantes o jóvenes profesionales.
El barrio de Joliette del nuevo emplazamiento lleva varios años experimentando importantes cambios: conversión de los antiguos muelles en tiendas y espacios culturales, nuevas viviendas, renovación del sistema de transporte... ¿Hasta dónde llegarán dichos cambios? ¿Cuál será el futuro de las poblaciones inmigrantes que aún viven en edificios insalubres? Notemos también la presencia de mezquitas en este mismo barrio. Y echando la vista más allá del edificio actual: ¿es concebible que los jesuitas de la comunidad puedan vivir en el barrio cercano al colegio Saint Mauront, también muy marcado por la precariedad de la población?
Ahora
bien, en primer lugar, hay que instituir la “Maison Saint Ignace”. Para la
comunidad marsellesa, la creación y el funcionamiento de este centro es sin
duda una gran aventura que le toca vivir. Su futuro está ligado al desarrollo
del diálogo con la familia ignaciana, no sólo como lugar de iniciativas,
encuentros, celebraciones y reflexiones sobre la actualidad, sino también en la
cogestión y la animación en común, en la medida de lo posible. La comunidad se
propone cuatro objetivos para este futuro centro: dialogar, celebrar, acompañar
y formar.