Durante nuestra reciente visita a México, donde se celebraba la Asamblea de la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL), tuvimos ocasión de reunirnos con el rector de la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México (IBERO CDMX), padre Luis Arriaga Valenzuela. Insistió en que esta institución de la Compañía no está aislada ni se desentiende de las crisis de su país, sino que quiere desempeñar un papel entre los que aportan soluciones adecuadas e innovadoras. En pocas palabras, la IBERO siente la responsabilidad de contribuir a la construcción urgente de una sociedad donde los derechos humanos y la dignidad de todos sean reconocidos, protegidos y respetados. Lo explica así:

“Eso es lo que nos gustaría transmitir a nuestras y nuestros estudiantes: que en la Ibero tienen la posibilidad y los medios de convertirse en personas libres que se dejan interpelar por una realidad compleja y que apuestan a convertirse en líderes de la transformación social.”

Le preguntamos hasta qué punto se había cumplido el reto que el Padre Arrupe planteó en su día a las universidades de la Compañía, de formar hombres y mujeres para los demás.

“El objetivo del Padre Arrupe siempre ha estado presente en la concepción de nuestros planes de estudio. Tenemos por columna vertebral una línea de asignaturas de formación ignaciana que se imparte en todas las licenciaturas de la Ibero, sin importar su disciplina o materia de estudio. Esto nos permite poder incidir puntualmente en todo el alumnado, y acercar al cuerpo docente hacia una enseñanza más integral.

Ejemplos, que muestran nuestra participación en el Pacto Educativo Global promovido por el Papa Francisco. un grupo de estudiantes de arquitectura ganó un concurso internacional para ir a Varsovia y presentar un proyecto donde se reutilizan contenedores para hacer vivienda de interés social. En nuestro propio Instituto de Investigación Aplicada y Tecnología (InIAT) ex alumnas y alumnos crean prótesis para mejorar la calidad de vida de las personas con algún tipo de discapacidad.

Estos son dos ejemplos claros de que tanto quienes están en formación como ya en el mercado laboral, tienen presente que la acción debe estar acompañada de la practicidad que tanto transmitía San Ignacio. Y que los conocimientos deben ponerse al servicio de la justicia social.”

México, un país con fuertes raíces católicas, ha vivido episodios de anticlericalismo. ¿Qué visión del cristianismo ofrece la universidad, según el rector?

“Recordamos la reflexión del Padre General cuando nos dijo que, en una época de tensión entre el secularismo y los fanatismos religiosos, las universidades confiadas a la Compañía están llamadas a ser un espacio en el que el mensaje de liberación de la Buena Noticia del Evangelio puede contribuir a encontrar mejores caminos para generar vida en medio de las dificultades e incertidumbre. A eso aspiramos.

A la manera de los jesuitas, compartimos a nuestra comunidad una mirada de la espiritualidad y del cristianismo que no es ajena a la vida cotidiana ni al resto de las dimensiones de lo humano. Es un medio, una herramienta más, para construir diálogos que aporten al entendimiento y solución de las grandes problemáticas de la sociedad.”

Esto, se podría pensar, supone una visión muy amplia del cristianismo. Pero más concretamente, preguntamos al P. Arriaga, ¿cómo puede contribuir una universidad de la Compañía de Jesús a forjar un futuro mejor para México?

“Es una excelente y oportuna pregunta. A lo largo de mi trayectoria profesional he trabajado en tratar de encontrar mecanismos que ayuden a remediar varias de las problemáticas sociales que asolan a nuestro país. La crisis más fuerte que tenemos ahora es la de violencia, seguridad y justicia.

Más de 100 mil desaparecidos en todo el país es una cifra que debiera cimbrarnos; en años anteriores hemos tenido más de 35 mil homicidios y las tendencias no parecen cambiar. El acceso a la justicia por parte de las familias víctimas de feminicidios es prácticamente inexistente.

Volver a San Ignacio de Loyola es una manera de poder cimentar lo agrietado. Las instituciones educativas confiadas a la Compañía de Jesús, tenemos una ventaja comparativa respecto al resto de las universidades de orden religioso o laico: contamos con una espiritualidad basada en cuatro sedimentos que congregan la esperanza en su acción:

• Encontrar a Dios en todas las cosas.
• Ser contemplativo en la acción.
• Mirar el mundo de manera encarnada.
• Buscar la libertad y el desapego.

Para cerrar, me gustaría retomar las palabras de mi hermano, ahora difunto, Saúl Cuautle, SJ: la indiferencia ante los problemas de nuestros hermanos más débiles, de cara a los pobres, el deterioro ambiental, la crisis de liderazgo, nunca serán parte de nuestra identidad como miembros de la IBERO.

Esta idea la compartimos con todas y todos los estudiantes que pasan por las aulas de las universidades de la Compañía de Jesús.”