Beato Tomás Whitbread

Beato Tomás Whitbread

Tomás Whitbread

Beato

  • Death: 06/30/1679
  • Nationality (place of birth): Inglaterra

Cinco jesuitas, entre ellos Thomas Whitbread (1618-1679), superior provincial, fueron falsamente acusados de conspirer para asesinar al rey Carlos III y derrocar al gobierno. Eran víctimas del complot urdido por el infame Titus Oates, al que el provincial había negado la entrada en la Compañía. Contra el rey no había habido complot alguno, pero contra los jesuitas sí que tuvo lugar uno muy eficaz. Whitbread había nacido en Essex, fue alumno del colegio de Saint-Omer en Flandes. Entró en la Compañía y fue ordenado en 1645. Dos años más tarde volvió a Inglaterra y pudo desarrollar un fructífero apostolado durante más de 30 años. En 1678, durante su primer trienio como provincial de los jesuitas de Inglaterra, estaba el P. Thomas Whitbread visitando las comunidades que formaban los católicos ingleses en el continente europeo, cuando encontró a Titus Oates en Saint-Omer y recibió de él, alumno entonces en aquel colegio, la petición de ser admitido en la Compañía de Jesús. Oates había sido ministro anglicano, pero por su conducta inadecuada lo habían despedido. Se había convertido entonces al catolicismo y estudiando en el Colegio Inglés de Valladolid, en España, del que lo habían expulsado. Whitebread, no fiándose ni del carácter ni de la motivación de Oates, no sólo no lo admitió, sino que dio orden de que lo expulsaran de Saint-Omer por su mal comportamiento.

Oates volvió a Londres, donde comenzó a colaborar con Israel Tonge, que albergaba sospechas de que los jesuitas tramaban algo contra el rey. Tonge y Oates se inventaron la historia de una conspiración jesuítica para asesinar al rey, derrocar al gobierno y restablecer la religión católica. A mediados de agosto de 1678 lograron presentar acusación al rey en este sentido, pero éste no la encontró creíble. El hecho de no tener éxito movió a Oates a fabricar nuevos detalles y a presentar una acusación de nueva planta al consejo privado del rey el 27 de septiembre, poniendo así en movimiento una criminal cadena de acontecimientos.

El primer paso fue el arresto de dos jesuitas, John Fenwick y William Ireland, el 28 de septiembre. Oates se pudo al frente de un batallón de soldados del parlamento para detenerlos jesuitas en plena noche. La mañana siguiente antes de amanecer Oates y sus hombres arrestaron a Whitebread y a Edward Mico. Los dos habían contraído la peste en su reciente viaje a Amberes y se encontraban demasiado graves como para moverse; estaban además bajo la protección del embajador español en cuya casa vivían. A comienzos de diciembre la salud de Whitebread había mejorado lo suficiente como para poder ser trasladado a la prisión de Newgate, donde ya se encontraban Fenwick y Ireland. El P. Mico entretanto había muerto ya víctima de los malos tratos.

Al mismo tiempo, las salvajes acusaciones de Oates habían prendido en el pueblo la chispa del miedo, y corrían rumores de conspiraciones irlandesas y francesas urdidas en sótanos ocultos, y dispuestas a saltar a la luz para cortar el cuello a los honestos cortesanos protestantes del rey. La indignación y la queja general fueron inmensas; antes de que se extinguiera habían sido ya ejecutadas cerca de 35 personas inocentes, cientos habían perecido en prisión, algunas de ellas víctimas de la peste.

Tres jesuitas fueron llevados a juicio el 1 de diciembre de 1678 en Old Bailey. Oates declaró que les había visto en una taberna planeando matar al rey, derrocar el gobierno y restablecer la religión católica. Los tres jesuitas fueron llevados a juicio el 17 de diciembre de 1678 en Old Bailey. Oates testificó haber visto a los tres sacerdotes en una taberna paneando asesinar al rey, derrocar al gobierno y restablecer la religión católica. Efectivamente los tres habían estado reunidos entre el 24 y el 26 de abril en el palacio de St. James, que era donde se alojaba el jesuita Claudio de la Colombière como capellán de la duquesa de York. Trataban de lograr que un jesuita viajara hasta Roma llevando el preceptivo informe trienal al superior general.

Muy probablemente Oates había oído hablar de tal reunión mientras estaba en Sanit-Omer, pero ciertamente no había estado presente en el palacio de St. James. Al no poner el otro testigo en absoluto corroborar el testimonio de Oates, se encontraron sin pruebas que probaran la culpabilidad de los jesuitas. Entonces el tribunal tomó la inusual decisión de suspender el juicio hasta fecha ulterior, a pesar de que los testigos habían sido ya oídos. Los jesuitas volvieron a prisión.

El 1679 arrestaron a tres jesuitas más, basándose en otras pruebas falsas aportadas por Stephen Dogdal, un confeso malversador de fondos. Los padres William Harcourt, John Gavan y Anthony Turner pasaron a formar parte de la lista de conspiradores contra el rey. Oates insistió en que había presenciado la reunión que habían tenido en White House Tavern. El P. Gavan, que hacía de portavoz de los jesuitas, dio respuesta a las mentiras de la acusación. La defensa presentó 16 testigos de Saint Omer que declararon que Oates estaba en aquel colegio aquel día y que por tanto ni siquiera se encontraba en Inglaterra. Pero a pesar de la fuerza indiscutible de las pruebas de la defensa, el tribunal dio instrucciones al jurado de dar fe a los testigos de la acusación y no a los de la defensa. El jurado entonces pronunció veredicto de culpabilidad, condenando a los cinco jesuitas a muerte por alta traición.

La ejecución tuvo lugar el viernes 20 de junio en Tyburn. El P. Whitebread proclamó su inocencia, perdonando a los que daban falso testimonio y les hacían morir. Lo siguieron los demás jesuitas, que pronunciaron también sus últimas palabras, poniéndose luego todos en tranquila oración sobre el patíbulo, con el nudo en torno a sus cuellos, a la espera de que se llevaran el carro en que se apoyaban. En ese momento llegó un jinete gritando: “el perdón, el perdón”. Y dio al sheriff un documento en que se decía que el rey estaba dispuesto a otorgabar su perdón a los prisioneros si se declaraban culpables y confesaban todo lo que sabían. Los mártires agradecieron al rey sus piadosas intenciones, pero declararon con firmeza que no podían reconocerse culpables de una conspiración que jamás había existido. Que no aceptaban el perdón, si suponía que tenían que mentir. Se recogieron de nuevo en oración y el carromato fue retirado de sus pies. Descolgaron los cuerpos y los descuartizaron, pero sus amigos lograron reclamarlos y darles sepultura junto a la iglesia de St. Giles-in-the- fields.

Otros mártires de Inglaterra y Gales

Originalmente compilado y editado por: Tom Rochford, SJ

Traducción: Luis López-Yarto, SJ