El día más importante de mi vida de jesuita
El P. General, cuando visita una Provincia,
intenta siempre participar en la ordenación de un jesuita o presidir una
celebración de Últimos Votos. Durante su reciente visita a la Provincia del
Medio Oeste en Estados Unidos (UMI), tuvo el placer de recibir los Últimos
Votos del P. Daniel Hendrickson, 25º Presidente de Creighton
University.
Últimos Votos con el Superior General en Omaha
Por Daniel S. Hendrickson, SJ
No pudo ser más claro cuando habló del día más importante de mi vida de jesuita, en el que pronunciaba mis Últimos Votos. El miércoles 10 de abril de 2024, en la Iglesia St. John de Creighton University, el Superior General de la Compañía de Jesús repitió más de una vez que ese día era éste.
El
P. Arturo Sosa había venido a Omaha para celebrar reuniones privadas con los responsables
de las obras de la Compañía en nuestra ciudad (la última vez que la más alta
autoridad de la Compañía visitó esta región fue en 2004). Y en la Misa, a la
que asistieron todos los jesuitas del lugar junto a un grupo de invitados, recibió
mis Últimos Votos.
Entrar en la Compañía como novicio es algo sumamente importante, te comprometes desde el primer día con el estilo de la vida consagrada y en comunidad con otros. Siguen experiencias de formación muy significativas e intensas, la más importante de todas los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Más pública es la profesión de votos perpetuos, dos años más tarde, cosa que en mi vida sucedió el año 1996, hace casi tres décadas. Fue un hito de enorme relieve. Diría, a falta de una mejor comparación, que fue como si me hubiera casado.
Luego, el 9 de junio de 2006, tras tantos años estudiando, preparándome y soñando con ser sacerdote - en una orden religiosa que se dice “sacerdotal” -, recibí la ordenación. La experiencia fue, en palabras de la Iglesia, ontológica. Era también sacramental, y me abría las puertas a nuevas formas de apostolado y de servicio como jesuita.
Este mes, mientras el Padre General me hablaba del significado de este día y de hacer mis Últimos Votos, me sentí bien. Como suprema autoridad de la Compañía, él es el árbitro final de todas las decisiones y directrices esenciales en la vida de la Compañía, especialmente en lo que se refiere a la plena incorporación de sus miembros. Porque en esto consiste la profesión de Últimos Votos.
Como
escribe un compañero y amigo jesuita, el significado de todo esto no difiere
tanto de incorporarse como titular a una facultad universitaria o llegar a ser socio
de una empresa. Uno va navegando por su vida de jesuita y atraviesa etapas de
formación, fases de aprendizaje y de amor, importantes compromisos y
experiencias año tras año, revisiones y envíos a misiones diversas. Los Últimos
Votos no son ningún punto final, sino una decisiva y generosa aprobación, un
abrazo, una invitación a entrar de lleno en la estructura de pertenencia. Y que
eso haya ocurrido ante su miembro de más alto nivel me parece un gesto de enorme
magnanimidad.
El 10 de abril, me han sorprendido dos realidades. La primera era que veía reunido en el campus de Creighton University al espectro completo del gobierno de la Compañía: desde el Superior General al consejero designado en representación de la mayor parte de Norteamérica, pasando por el Superior Provincial y el Superior local. Allí estaban presentes todos.
Este largo elenco de líderes a nivel mundial y local se reunía en fraternidad para conocer de cerca las obras que tenemos en Omaha, discutir las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía y expresar su fidelidad a nuestros compromisos, a las obras apostólicas, a la Iglesia y, sobre todo, a Cristo resucitado que todo lo ordena y anima.
La presencia colectiva de estos líderes era testigo de la herencia y el legado de casi 500 años que viene de Ignacio, de sus primeros compañeros y de nuestras Constituciones. Al mismo tiempo ponía pie en la vida y el trabajo cotidiano de los jesuitas y colaboradores de un lugar concreto, efectivo y en constante evolución dentro de las obras de apostolado que la Compañía tiene en el mundo. Esta primera realidad indica tanto seriedad como proximidad.
La segunda realidad que me impresionó fue la intimidad. Fue algo tan personal, una especie de reunión familiar que no convocaba a personalidades y puntos de vista diversos, sino a compañeros de diferentes rincones del mundo que compartían la misma visión, los mismos principios y las mismas formas de actuar.
Fue
un gran honor acoger a nuestra autoridad mundial, profesar ante él mis Últimos
Votos y que todos nos sintiésemos como en casa en Omaha y en el campus de Creighton University.