Celebración de Nuestra Señora de la Estrada

En memoria de los que nos han dejado y comprometidos en hacer un mundo mejor
Lunes, 18 de mayo de 2020

Impedidos de cumplir su promesa de viajar de Venecia a Tierra Santa a causa del confinamiento del virus de la guerra, Ignacio –el peregrino- y los compañeros deciden dirigirse a Roma, en tres grupos, a ponerse a disposición del Papa. Cuenta Ignacio en su Autobiografía que fue un camino en el que fue “muy especialmente visitado por el Señor”. Poco antes de llegar a Roma entran a rezar en la capilla de La Storta. Estando en oración, “sintió tal mutación en su alma y vio tan claramente que Dios Padre lo ponía con Cristo, su Hijo, que no tendría ánimo para dudar de esto, sino que Dios Padre lo ponía con su Hijo”. (Aut. 96)

Una vez en Roma, los compañeros encuentran especial devoción en orar ante la imagen de Nuestra Señora de la Estrada, ubicada en una pequeña capilla al pie del Capitolio. Una devoción tan grande que convirtió esta capilla en el primer templo encargado por el Papa Paulo III a los jesuitas en Roma (1541). Como sabemos, veneramos la imagen en la Iglesia del Gesù y la devoción a ella sigue animando al cuerpo de la Compañía en todas partes del mundo.

La devoción a Nuestra Señora de la Estrada alimenta nuestro sentirnos “peregrinos”, un cuerpo en camino, hacia un destino que se nos va indicando paso a paso. Nos recuerda que no estamos solos, sino que caminamos acompañados. Es ella, María, la que nos lleva de la mano a Jesús quien va delante de nosotros, sus compañeros y compañeras, abriendo camino con su palabra, sus signos, con su pasión, entrega de su vida en la cruz y su resurrección. Es ella, María de la Estrada, la que nos lleva a la experiencia de no poder dudar que Dios Padre nos pone con su Hijo y nos regala el Espíritu Santo como guía en el camino. Por eso nos reunimos alrededor de ella hoy -adelantando unos días su fiesta- cuando iniciamos una nueva fase de nuestra vida y trabajo en la Curia General.

La pandemia del COVID-19 ha minado nuestras seguridades y nos ha puesto nuevamente a dudar. Nos da la impresión de haber interrumpido un camino que veníamos recorriendo confiadamente. Hemos sentido miedo, angustia ante una situación desconocida e inesperada. Hemos sentido dolor y desolación ante la muerte y la enfermedad de familiares, amigos, vecinos o conocidos. Hemos asistido impotentes a la difusión de la enfermedad a lo largo y ancho del mundo. Alrededor de María de la Estrada nos reunimos hoy para rogarle que nos lleve a Jesús; para hacer memoria agradecida de quienes han partido a la Casa del Padre en este tiempo; para implorar la curación de los contagiados y para que se corte la línea de trasmisión del virus.

Lo hacemos, como los pastores del evangelio, sin dudar de las señales que nos llevan a descubrir presencia de José, María, y Jesús en medio de nosotros en este momento de incertidumbre para convertirlas en fuente de esperanza. La pandemia es una especie de espejo de la vida humana en el que se reflejan tanto las carencias e injusticias como la generosidad, creatividad y capacidad de generar vida, incluso en las situaciones más difíciles. María, nos dice el evangelio, “custodiaba todas estas cosas meditándolas en su corazón”. La novedad que estaba viviendo, desde el momento de la anunciación hasta ahora que tiene al niño -al hijo de Dios- en sus brazos, es tan grande que necesita comprender. En este momento, a nosotros que estamos perplejos ante la experiencia que vivimos, ella - María de la Estrada - nos lleva de la mano a hacer lo mismo, a ir a fondo para encontrarle sentido a las señales del Espíritu en este momento de la historia humana.

Junto con el testimonio de su bondad y su entrega sin reservas, es el mismo mensaje que todos recordamos de nuestro querido Adolfo Nicolás: no se distraigan, no se queden en la superficie, conserven estas cosas en su corazón, vayan a lo profundo para encontrar al mismo Señor que la Virgen acurruca en sus brazos, en medio de los enfermos y de los que los cuidan, junto a los que deben tomar decisiones y al pueblo que afronta las dificultades de asegurar la cotidianidad y ver el futuro con esperanza.

Sigamos el consejo de la primera lectura: “Ayudémonos los unos a los otros para incitarnos al amor y a las buenas obras”. Este encuentro busca precisamente eso, sentirnos juntos, echándonos mutuamente una mano, alrededor de la palaba y la mesa del Señor a la que nos acercamos “con corazón sincero, llenos de fe, (...) Mantengamos sin desviaciones la confesión de nuestra esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel”.

Caminando con María vamos al encuentro de la Vida Resucitada en la que encontramos a quienes nos ha precedido y damos sentido a las luchas del presente que preparan el futuro. Sintámonos peregrinos confiados en quien abre el camino delante de nosotros.

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Publicado por Communications Office - Editor in Curia Generalizia
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