Los refugiados y COVID 19: entre los más vulnerables
La pandemia que golpea al mundo es preocupante de verdad. Y es cierto que las personas más pobres de todo el mundo están sufriendo más que otros las consecuencias de la propagación del virus. Sus empleos eventuales suelen ser los primeros en ser eliminados; el acceso a los alimentos y las medicinas es aún más precario de lo habitual. Pero entre los olvidados por la crisis hay unos 80 millones de refugiados y desplazados. El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) se esfuerza por continuar sirviendo, acompañando y defendiendo a los refugiados, a pesar de las limitaciones de desplazamiento y los riesgos para su personal. Hemos pedido al equipo internacional del JRS, en Roma, que nos describa inicialmente los efectos de la pandemia sobre los refugiados.
La mayoría de los
refugiados y desplazados viven en países que están menos preparados para
combatir la epidemia ya que a menudo se hallan donde los conflictos han
debilitado o destruido los sistemas de salud. Además, son especialmente
vulnerables a las repercusiones sociales y económicas de esta pandemia. En
muchos lugares, los cierres han frenado la propagación de la enfermedad pero
han cesado las ofertas de empleo. El Servicio Jesuita a Refugiados ha visto
aumentar la necesidad en alimentos y otras necesidades. Los traficantes de
personas se han aprovechado de la situación, y los matrimonios de menores y/o forzados
parecen ir en aumento.

Por otro lado, no hay pruebas de que la propia COVID haya hecho que más personas busquen refugio, y es demasiado pronto para estimar a largo plazo el impacto de la pandemia sobre el desplazamiento forzoso. A los siete meses de la crisis, muchas partes del mundo (Tailandia, Chad, Malawi) van reabriendo las escuelas y los servicios sociales, y el JRS lo está haciendo allí donde es posible. La educación en las aulas ofrece protección y aprendizaje, y queremos que los niños vuelvan a la escuela lo antes posible. Los refugiados por naturaleza son personas de esperanza; no habrían huido de sus países si no creyeran que algo mejor les espera en el plan de Dios. Mostrando esa misma virtud, los miembros de nuestro personal están arriesgando su propia salud para seguir sirviendo a los necesitados.
En cuanto al efecto de la
pandemia en el trabajo del JRS, todas las oficinas del JRS tuvieron que cerrar
y pasar al modo online, por lo menos durante un corto período; algunas siguen
en esa situación. La educación en las aulas se detuvo, y mantuvimos los
servicios en el terreno lo mejor posible. La crisis de la COVID-19 desencadenó
una demanda sin precedentes de soluciones digitales innovadoras, y el JRS se halló
preparado gracias a las inversiones realizadas en los últimos años para
establecer una infraestructura digital fiable. Esto permitió que el personal se
mantuviera conectado a nivel mundial; también facilitó la continuidad de
algunos de nuestros programas: clases por radio y online, enseñanza con
WhatsApp y servicios psicosociales. Tenemos la suerte de que pocos miembros del
personal del JRS hayan sido infectados por el virus. Las medidas de seguridad
adecuadas hacen la diferencia.
La COVID hace saber que toda planificación es, en última instancia, contingente, y que la única forma de avanzar es trabajar juntos. Como organización jesuita que sirve a la gente en movimiento, podemos decir que ‘nuestro ADN’ está orientado a adaptarse a las nuevas y cambiantes necesidades mientras permanecemos fieles a nuestra misión. El desplazamiento forzoso es un fenómeno a largo plazo con o sin la COVID, y el JRS se esfuerza por ofrecer soluciones a largo plazo que creen oportunidades para que las personas desplazadas puedan reconstruir sus vidas.
Estamos agradecidos por la
generosidad de nuestros donantes en todo el mundo. Aunque algunos no han podido
ayudar durante la crisis, muchos han respondido a las necesidades de emergencia
con generosos donativos. La nueva realidad representa un desafío para la
financiación futura. Es probable que disminuya la asistencia internacional de
los países (directamente en forma de donaciones o mediante el apoyo de ACNUR,
UNICEF y otros organismos). Sin embargo, las necesidades de aquellos a quienes
servimos no disminuirán, y la innovación necesaria para servirles bien
requerirá inversión y creatividad. Miramos a la familia jesuita para que nos
ayude a desarrollar la creatividad y a invertir en las personas a las que
servimos.