Arturo Sosa: La vocación jesuita y “su íntima relación con el seguimiento de la llamada de Jesús”
¡Ya ha empezado! La reunión del Consejo Ampliado del P. General comenzó hoy, 7 de septiembre, y continuará hasta el viernes 11. Como sucedió el pasado mes de junio, se está llevando a cabo “por via digital”, ya que la pandemia de coronavirus todavía impide la mayoría de los viajes internacionales.
La semana pasada presentamos el tema de esta reunión: “La vocación jesuita hoy. Su significado, su modo de vivirla y su promoción”.Hoy, les invitamos a conocer el discurso del P. Arturo Sosa, Superior General, en la apertura de la reunión. En este documento, basado en los textos ignacianos y en los Evangelios, el P. General subraya que toda “promoción vocacional” debe ser ante todo una invitación a saber escuchar la llamada que viene del Espíritu Santo. Basada en la formación para el discernimiento, esta promoción no puede ser vista como una campaña publicitaria. La diversidad de las llamadas, la importancia de entrar en el cuerpo de la Compañía, la centralidad de la transparencia del jesuita: éstos son algunos de los temas que el P. Sosa aborda. Y al final de su discurso, insiste sobre el ambiente de oración que debe impregnar toda esta semana de reflexión acerca de la vocación jesuita.
Consejo Ampliado del P. General
7 al 11 de septiembre de 2020
La vocación a la Compañía de Jesús hoy:
Su significado, la experiencia de vivirla y cómo promoverla
Introducción
1) Bienvenidos a esta nueva sesión del Consejo Ampliado. La persistencia de la pandemia del COVID-19 nos obliga a volver a vernos sólo en modo virtual. Trataremos de sacar el mayor provecho posible de este modo de reunirnos además de confirmar la esperanza en volver a vernos juntos, en persona, muy pronto.
Al inicio de nuestro encuentro los invito a dirigir nuestro recuerdo a nuestros compañeros jesuitas y familiares que han perdido su vida a causa del COVID-19. Junto a ellos dirigimos nuestra oración a tantas víctimas en todo el mundo. Incluimos en nuestra oración también a quienes padecen la enfermedad en estos momentos y agrademos de corazón al Señor por quienes han logrado superarla y muy especialmente, por quienes han cuidado y cuidan a quienes padecen las consecuencias de la pandemia.
Pidamos también al Señor para todo el cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús la sensibilidad para percibir tanto dolor generado en este tiempo por la pandemia y tantas necesidades por sus consecuencias a mediano plazo; pidamos lucidez para responder a ellas y valentía para poner los medios.
2) En esta sesión del Consejo Ampliado abordaremos un tema medular a nuestra vida-misión como jesuitas: la vocación a la Compañía de Jesús, su íntima relación con el seguimiento de la llamada de Jesús y el compromiso con la misión recibida a través de su Iglesia, en nuestros días a través de las Preferencias Apostólicas Universales.
En los orígenes, el vocablo “vocación” aparece con fuerza después que Ignacio reúne compañeros que se sienten identificados por compartir la misma vocación, es decir, un estilo característico de vida-misión. Las Deliberaciones de 1539 tienen como finalidad central tratar el tema de la “vocación” que los une en una manera de vivir y trabajar como discípulos, compañeros de Jesús.
En un modo análogo, nos reunimos también nosotros para profundizar el significado de nuestra vocación, examinar cómo la vivimos y discernir cómo promoverla.
3) La composición de lugar de nuestra reflexión es “la viña del Señor” a la que somos enviados y en la que los trabajadores son menos de los necesarios para recoger la abundante cosecha. Leemos en el evangelio según Lucas: Después de esto designó el Señor a otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todas las ciudades y lugares adonde pensaba ir. Les decía: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los campos que envíe trabajadores para su cosecha. (Lc 10,1-2).
La imagen de la “viña”, con profundas raíces bíblicas, aparece en la madurez de la experiencia espiritual de Ignacio. En un primer momento, su propia conversión le ocupa sus energías espirituales, luego se imagina como “el peregrino” que sigue al Señor hasta que llega el momento de sentirse enviado como “un trabajador”, como otros, al vasto campo del mundo y contribuir juntos a recoger la cosecha abundante, a la salvación de tantos.
La imagen de la viña no se encuentra en los Ejercicios Espirituales, el Diario espiritual ni en la Autobiografía. Sin embargo, aparece con fuerza en las Deliberaciones de 1539, la Fórmula del Instituto y las Constituciones de la Compañía, así como en las cartas y en el lenguaje de las primeras generaciones de jesuitas.
La imagen de “la viña del Señor” expresa vivamente el fervor misionero de la vocación a la Compañía de Jesús. La viña es el mundo por evangelizar. A toda hora son enviados operarios a ella. Se trabaja sin descanso y en todas las formas posibles para difundir el mensaje de salvación. Los primeros jesuitas tenían una visión amplia de su ministerio sacerdotal. No eran párrocos ni vicarios; se sentían operarios dispuestos a las tareas más básicas; labradores alegremente dispuestos a preparar la tierra, plantar, regar... sin conocer ni preocuparse por quien recogerá los frutos.
4) En el texto de Lucas encontramos unidos el envío a trabajar en la viña y la recomendación de rogar al Señor el apoyo de otros trabajadores. La cosecha es tan abundante que faltan colaboradores para recogerla. Orar por las vocaciones forma parte sustantiva del estilo de vida-misión de quienes seguimos la llamada del Señor en la Compañía de Jesús.
Teniendo como punto de partida que la vocación es un don de Dios que estamos invitados a pedir con insistencia, la primera pregunta que me asalta es si pedimos este don, si rezamos lo suficiente por las vocaciones a la Compañía y con la necesaria insistencia.
Una tarea insustituible en la promoción de la vocación a la Compañía de Jesús es pedirle al Señor que envíe “compañeros” a este grupo de operarios dispuestos a trabajar en cualquier parte de su viña. Todos los miembros del cuerpo apostólico pueden contribuir en este encargo de orar insistentemente por las vocaciones. Si es una dimensión que no puede faltar, estamos invitados a “poner los medios” para realizarla en el mejor modo posible. Cualquier plan de promoción vocacional requiere incluir medios específicos para asegurar la oración por las vocaciones de todo el cuerpo apostólico.
5) La imagen de la viña nos invita también a percibir la abundancia de la cosecha, es decir, la presencia abundante de frutos de la acción del Espíritu Santo en la historia. Estamos, pues, ante una clara invitación a afinar nuestra capacidad de leer los “signos de los tiempos”, cuando la humanidad vive la profunda transformación asociada a un cambio de época y está sacudida por la inédita experiencia de la pandemia mundial del COVID-19, cuya complejidad y consecuencias apenas comenzamos a vislumbrar.
En la imagen evangélica, el dueño de los campos sale a buscar ayuda para recoger los frutos de una siembra que Él mismo ha hecho. Nos recuerda que la vocación es una llamada a recoger los frutos de una cosecha que no es nuestra, ni la han sembrado o cuidado nuestras manos. Es una vocación a ser colaboradores de la acción que el Espíritu Santo realiza a través de muchas formas que nos pueden pasar inadvertidas, entre las que se cuentan los esfuerzos misioneros y pastorales de la Iglesia de la que somos parte.
6) La vida en el espíritu es, por consiguiente, el requisito fundamental para escuchar la llamada, seguir el estilo de vida propio de esta vocación y promoverla a través de la oración, el ejemplo y las actividades que en cada tiempo y lugar ayuden creativamente a presentarla.
La promoción vocacional parte de la pregunta de cómo ayudar a escuchar la llamada que viene del Espíritu Santo. Está, por consiguiente, ligada a la actividad misionera de predicar la Buena Noticia del Evangelio, mostrar el camino a la experiencia de Dios que transforma la vida de quien se abre a ella y sostener una vida espiritual activa en la vida ordinaria, adquiriendo la familiaridad con Dios que permite encontrarlo en todas las cosas.
Los Ejercicios Espirituales suponen una antropología vocacional. Para Ignacio toda persona es llamada por el Señor a formar parte de su reino. No nos corresponde ponerle límites al Señor en su deseo de llamar a cada ser humano a vivir según el Espíritu. Por consiguiente, cada persona podrá escuchar la llamada y hacer libremente su elección frente a ella. Podemos colaborar con la acción de Dios si ayudamos a escuchar su llamada y hacer una “buena” elección.
La consistencia de nuestra vida-misión es la que primera condición para ayudar a otros a sentir la voz del Espíritu a través de nuestros ministerios, nutridos en las Preferencias Apostólicas Universales.
7) La vocación a la Compañía de Jesús es una de las posibilidades de seguimiento del Señor a la que se puede ser llamado. Se trata de una vocación específica a un estilo de vida-misión con características bien definidas a tomar muy en cuenta durante el discernimiento vocacional.
Ignacio y los primeros compañeros propusieron a la Iglesia un estilo de vida religiosa novedosa, con importantes innovaciones respecto de las congregaciones existentes hasta el momento cuya motivación, expresada claramente en la Formula del Instituto y las Constituciones [586], es para dedicarse enteramente a las “cosas más propias de nuestra vocación a gloria de Dios Nuestro Señor”.
La Compañía de Jesús ofrece para trabajar en la viña del Señor diversos tipos de operarios capaces de ejercer una amplia gama de ministerios. Se cuentan así coadjutores espirituales, coadjutores temporales y profesos según el llamado que cada uno recibe a la común vocación jesuita.
La historia de la Compañía está llena de una gran variedad de apostolados llevados a cabo por sacerdotes y hermanos con un estilo propio, reconocible y bien reconocido. Los ministerios ejercidos por los jesuitas sacerdotes han tenido a lo largo de los siglos su estilo propio que los ha hecho distinguibles del clero diocesano y otras congregaciones religiosas. La contribución de los Hermanos Jesuitas al apostolado de la Compañía en sus más variadas formas es invalorable. Sin la contribución de los Hermanos Jesuitas sería otra la historia y el estilo de vida-misión de la Compañía de Jesús1.
8) La promoción de la vocación jesuita no es comparable a una buena estrategia publicitaria que busca multiplicar las ventas de un producto. Desde los primeros documentos de la Compañía de Jesús se subraya la dificultad del estilo de vida propio de esta vocación. Nuestra “promoción vocacional” es, fundamentalmente, un discernimiento vocacional.
La razón de fondo aparece muy clara desde las primeras deliberaciones de los fundadores de la Compañía y el propio Ignacio: la vida-misión de un jesuita conlleva una gran complejidad y no pocas dificultades. Llama la atención la insistencia de la Fórmula del Instituto en asegurar que se cuente con el suficiente caudal de gracia del Señor para ingresar a la Compañía. En otras palabras, no basta contar con las cualidades humanas, intelectuales y espirituales para ser admitido en la Compañía sino que se necesita verificar la presencia de la “gracia de la vocación” en una medida suficiente.
El discernimiento vocacional incluye precisar en qué condición cada uno es llamado a incorporarse a la Compañía. De allí la importancia de presentar con meridiana claridad la diversidad de modos de vivir la común vocación a la Compañía de Jesús. El primer capítulo del Examen General que precede las Constituciones tiene por título “Del Instituto de la Compañía de Jesús y diversidad de personas en ella”. Estamos, pues, invitados a revisar el modo como presentamos la vocación jesuita para garantizar que lo hacemos ofreciendo toda la riqueza del carisma recibido.
9) La vocación es a formar parte del cuerpo de la Compañía, articulado a través de la obediencia. Se llama a personas concretas a hacerse miembros de un cuerpo, por tanto, disponibles, en proporción a la gracia de su vocación, a las necesidades apostólicas del servicio a la Iglesia que pretende el cuerpo.
Agregarse al cuerpo de la Compañía supone que cada persona deja en manos de ella el discernimiento sobre el grado de gracia recibida y la decisión sobre su colaboración específica al apostolado2. Se necesita, pues, ese nivel de libertad interior que hace a cada persona realmente “indiferente” a lo que más convenga al conjunto del cuerpo. Indiferencia que significa disponibilidad plena a recibir la misión, excluyendo toda forma de decidir por sí mismo el trabajo al que dedicarse.
10) Es por eso que la vocación a la Compañía requiere ser largamente probada y supone la transparencia plena de los sujetos. El discernimiento vocacional necesario para admitir a la Compañía se vale de este binomio transparencia-probación para verificar la existencia del caudal de gracia necesario para llevar la “carga” del estilo de vida-misión al que se siente el llamado.
Durante el prolongado período de probación previsto como proceso de admisión al cuerpo, es clave atender las características propias del “grado” al que cada uno es llamado. Me surge la pregunta si el peso que tiene la formación al sacerdocio en este período permite atender como se debe la probación de los llamados a incorporarse como Hermanos Jesuitas. Más aún cuando la formación sacerdotal, inspirada en el clero diocesano, se ha hecho cada más uniforme en toda la Iglesia, desdibujando los estilos y ministerios propios de otros carismas. En el caso de la Compañía, encontramos tantos sacerdotes o Hermanos dedicados al ministerio educativo, a la investigación en los más diversos campos de las ciencias, al apostolado social, a la comunicación, a la vida artística, al trabajo manual... que exigen una probación y formación adaptada a nuestra vocación.
Por otra parte, la apertura de la Compañía, por claras necesidades apostólicas, a aceptar parroquias ha traído como consecuencia un creciente número de jesuitas “párrocos” quienes se encuentran ante la tensión de ejercer ese ministerio al estilo de nuestro carisma y ante la tentación de asemejarse completamente al clero diocesano.
La promoción de la vocación jesuita se enfrenta hoy al desafío de presentar en sus rasgos característicos el estilo de vida religiosa de sacerdotes y hermanos que constituyen la Compañía de Jesús.
11) El discernimiento vocacional no termina con la incorporación del sujeto a la Compañía terminado el período de su probación. Las Constituciones de la Compañía dedican el Examen y las primeras seis partes principales al discernimiento vocacional de los que aspiran agregarse al cuerpo. Las siguientes cuatro partes principales, están dirigidas a los “ya admitidos”; se ocupan del discernimiento de la participación de cada uno en la misión, de la necesaria unión del cuerpo de la Compañía para ser fiel a su vocación, de la responsabilidad de quienes la gobiernan y de cómo conservar y aumentar “el buen ser” de todo el cuerpo.
Una lectura orante de la parte X de las Constituciones al inicio de nuestra reflexión sobre la vocación a la Compañía de Jesús puede ayudarnos a profundizar lo que hoy nos está diciendo el Espíritu Santo sobre la vocación jesuita.
12) En una semana de oración y reflexión tendremos la oportunidad de asomarnos juntos a algunos de los complejos aspectos de la promoción de la vocación jesuita hoy. Quedarán muchas dimensiones sin profundizar y puntos sin poder tratar. Concebimos, por tanto, esta semana como un momento del proceso en el que toda la Compañía está invitada a participar. Toca a todos profundizar el estilo de vida-misión propio del carisma recibido, mostrarlo con claridad y ayudar a otros a discernir su vocación.
Deseo fervientemente que esta semana estimule el proceso de mejorar la comprensión y la promoción de la vocación jesuita en cada una de las Conferencias de Superiores Mayores, en cada una de las Provincias y Regiones, en las comunidades y obras apostólicas. También necesitamos de la colaboración de otros en la promoción vocacional.
Esta es otra dimensión en la que el Año Ignaciano ofrece oportunidades de profundizar nuestra vivencia del carisma propio de la Compañía y de su difusión. Pidamos al Santo fundador, a los santos y beatos de la Compañía su intercesión para que seamos capaces de conservar y aumentar todo este cuerpo apostólico en su buen ser.
El fruto esperado de esta semana sería ofrecer orientaciones para toda la Compañía, las Conferencias de Superiores Mayores, Provincias, Regiones…, aprovechen los próximos dos años para ahondar en la comprensión de nuestra vocación, en sus diversas formas y renovar la promoción de vocaciones a la Compañía. Orientaciones que permitan aprovechar las actividades previstas para el Año Ignaciano, las Congregaciones Provinciales, la Congregación de Procuradores, el Encuentro Internacional de Hermanos Jesuitas (Roma, 28 de junio al 2 de julio 2021), las experiencias de los movimientos juveniles, la preparación del Encuentro Mundial de la Juventud 2023, etc.
Finalmente, invita a cada uno de los miembros del Consejo Ampliado a preparar su oración de estos días a partir de lo aquí propuesto y de lo que compartiremos en nuestros grupos y plenarias.
Arturo Sosa, S.J.
7 septiembre 2020
[1] Puede ser iluminadora una lectura orante de los decretos 6 y 7 de la Congregación General 34ª en la perspectiva de esta sesión.
[2] Aclara la Fórmula del Instituto: ...“no sea que alguno tenga quizás celo, pero sin discreción, el decidir sobre el grado de cada uno, y el discernir y distribuir los oficios, estará totalmente en manos del Prepósito general, o prelado”...