Silveira House: buque insignia del trabajo por la justicia social en Zimbabue

Hace ya 55 años que se fundó Silveira House (Casa Silveira), el centro jesuita para la justicia social y el desarrollo en Harare, Zimbabue. Desde su fundación muchas cosas han cambiado en el país y muchas otras no lo han hecho. Lo que no ha cambiado es la relevancia del centro en su misión de promover la justicia social, la ciudadanía activa, la gobernanza responsable y capaz de rendir cuentas y el desarrollo comunitario, puesto que esos fines siguen suponiendo un desafío en el país desde entonces. Lo que sí ha cambiado, sin embargo, es que el contexto en el que opera el centro ha obligado a este a encontrar nuevos enfoques en cuanto a la programación, captación de fondos y modo de relacionarse con las diversas partes interesadas.

Silveira House comenzó para dar una respuesta a los pobres que «llamaban a la puerta» pidiendo ayuda a la comunidad jesuita local. En aquel momento la Iglesia de Rodesia (el nombre colonial del país) estaba discerniendo cómo dar una respuesta más sistemática a las dificultades de tantas personas, sobre todo del ámbito rural, que sufrían bajo el gobierno colonialista. Los jesuitas recibieron el encargo de establecer un centro que pudiera ofrecer dicha respuesta. Esa responsabilidad recayó a su vez en el padre John Dove, SJ, un hombre lleno de compasión por los pobres y de pasión por la justicia social, que vio ahí una oportunidad de «enseñar a pescar», para que pudieran mantenerse, a los que llamaban a la puerta de la comunidad. Este fue el origen de Silveira House.

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Se pusieron en marcha varios proyectos de formación agraria, así como de formación profesional y técnica. El éxito de estos programas aseguró a sus beneficiarios - individuos y familias - mayor autosuficiencia y seguridad alimentaria. El proyecto agrícola fue particularmente exitoso; el programa se extendió como la pólvora y en diez años aportó seguridad alimentaria a una extensa zona del norte y el este del país. Los proyectos que se pusieron en marcha con el desarrollo del centro incluían formación de líderes, apoyo a políticas sociales y económicas y construcción de la paz.

Es imposible medir adecuadamente el agradecimiento que sienten aquellos a quienes Silveira House ha alcanzado y ayudado a cambiar sus vidas. En ocasiones me siento abrumado por la gratitud que expresa la gente corriente cada vez que visito zonas donde operamos en diferentes partes del país. A veces son personas que han sido beneficiarias de programas nuestros hace diez años, pero todavía están agradecidas por el cambio que significó para su calidad de vida la relación con Silveira House. Cuando escucho estos relatos de transformación, a menudo me siento indigno de liderar una institución con un legado semejante en tantas partes del país y de ser parte de su honrosa historia.

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Escuchar estos relatos de transformación sostiene mi esperanza, especialmente en el contexto económico y político tan complicado en el que tenemos que actuar. Una madre que ahora puede pagar el colegio de sus hijos con el dinero ganado con su proyecto de cría de animales; un padre que ha podido construir una casita decente para su familia gracias a las habilidades que aprendió; una comunidad capaz de presentar con claridad sus peticiones a las autoridades locales; miembros de los gobiernos locales que nos invitan constantemente a darles formación en liderazgo... Estas historias sirven para recordarnos que lo que hacemos merece la pena.

Sin embargo, las instituciones sociales como la nuestra se enfrentan a un continuo desafío, especialmente en África, para ser imaginativas en su forma de enfocar el desarrollo. África es un continente que continúa estancado en su desarrollo. Millones de sus habitantes siguen viviendo en la pobreza, mientras que en otras regiones se han hecho grandes avances en la reducción, e incluso eliminación, de la pobreza extrema. Será difícil justificar la razón de nuestra existencia como centros sociales y organizaciones de la sociedad civil ante la pobreza persistente y la escasez de liderazgo y gobernanza en nuestros países. No podemos esperar cambiar estas condiciones sociales con los mismos métodos que hemos estado usando durante las pasadas décadas. El cambio que deseamos exige nuestra propia transformación.

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También necesitamos afrontar la cuestión de nuestra propia sostenibilidad financiera. La dependencia económica de los donantes ha resultado a veces perjudicial para la realización de nuestra misión. Esta dinámica de dependencia de la ayuda arroja luz sobre una contradicción que existe hoy en el trabajo a favor del desarrollo: trabajamos para empoderar a la gente, pero a menudo acabamos haciéndonos a nosotros mismos y a los pobres a los que servimos dependientes de la caridad. Este modelo defectuoso, además del creciente «cansancio del donante», va minando la fuerza del Evangelio e impidiendo la auténtica liberación de los que están atrapados en la pobreza.

Por tanto, a la vez que seguimos estando agradecidos por la contribución que hemos logrado hacer al pueblo de Zimbabue a través de Silveira House a lo largo de los años, nos mantenemos alerta ante los desafíos presentes y futuros a los que nos enfrentamos. Tenemos la esperanza, a pesar de todo, de que lo que se comenzó hace 55 años continuará fortaleciéndose durante los siguientes 55 y más allá, en beneficio de los menos privilegiados, sea cual sea la forma que adopte en el futuro.

[Artículo de la publicación "Jesuitas - La Compañía de Jesús en el mundo - 2020", por Arnold Moyo SJ]

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Publicado por Communications Office - Editor in Curia Generalizia
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