Desafíos y signos de esperanza en el apostolado de la Migración Forzada

18 de diciembre – Día internacional del Migrante

Por Javier Cortegoso Lobato, Red Jesuita con Migrantes (CPAL)

«Las migraciones constituirán un elemento determinante del futuro del mundo». Pero hoy están afectadas por una «pérdida de ese “sentido de la responsabilidad fraterna”, sobre el que se basa toda sociedad civil»

Papa Francisco, Fratelli tutti

Es difícil no aceptar la verdad que esconde la frase “todos somos migrantes”. Si no lo hemos vivido en primera persona, no es extraño que nuestros padres y madres, o nuestros abuelos, o nuestros hermanos hayan vivido una experiencia de migración. La migración no es por lo tanto una novedad, pero el volumen de la migración ha sufrido un crecimiento exponencial en las últimas décadas.

Muchas de estas personas no están ejerciendo la migración como un derecho, sino que son víctimas que huyen, literalmente, para salvar su vida. A la Compañía de Jesús, igual que a la Iglesia, le ocupan especialmente compartir el viaje de las personas en situación de migración forzadaque han dejado sus comunidades por distintas causas interconectadas.

Ante esta tremenda complejidad me gustaría presentar algunos desafíos que debemos enfrentar.

Identificar y denunciar las causas y causantes de la migración. Ser capaces de solidaridad, pero también de indignación.

Entender que la migración no es un problema, sino que vivimos en una crisis generalizada de los derechos humanos como gran causa de la migración. El problema está en entender cuáles son las causas que generan expulsión. En nuestro apostolado esto supone un compromiso igual por la defensa del derecho a migrar que por el derecho a no migrar. Para ello debemos comprender y analizar los hechos que llevan a la migración forzada, denunciarlos y proponer cambios radicales.

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Exigir un cambio de políticas públicas migratorias.

Existe un creciente impulso restrictivo de la política que la aleja de los parámetros de justicia. Esta restricción genera una tensión con otra evidencia, la mayor necesidad de migrar. Caminamos con millones de personas que huyen en busca de un futuro de salvación, que se juegan la vida. Los estados deben garantizar la protección internacional de todas estas personas, para ello deben ser flexibles y creativos en la creación de alternativas migratorias y proveer el acceso a derechos.

Nuestro apostolado debe exigir marcos normativos que garanticen no sólo la regularización administrativa, sino que promuevan activamente políticas que favorezcan la protección internacional, el acceso pleno a derechos -incluido el principio de no devolución- y la adecuada integración y acogida.

Políticas públicas para una Integración real.

Lo mismo que afirmamos para el comportamiento social, lo debemos exigir para el comportamiento político. La política migratoria no solo debe alejarse de intereses partidistas, sino que no puede reducirse a contener las consecuencias humanitarias de la migración forzada. En los pactos mundiales del 2018 se anotaba un elemento que es crucial, realizar políticas integrales, es decir, deben promover la integración real, facilitar la práctica de la hospitalidad como hábito social y abordar todas las dimensiones del migrante como ser humano y como parte de la sociedad que le acoge.

La práctica de la Hospitalidad: Es necesario entender la acogida con una perspectiva integral.

La integralidad implica respondernos positivamente a la posibilidad de vivir realmente juntos. Apostar por verdaderas comunidades de hospitalidad supone no sólo aprender a aceptar la diversidad como riqueza, sino abrirse a compartir espacios comunitarios, promover la participación, aceptar que coprotagonizamos el espacio de decisión en nuestras sociedades. La hospitalidad es un modo de convivir todas y todos juntos creando sociedades fraternas. Debemos promover la cultura de hospitalidad a través de la creación de auténticas comunidades de acogida.

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Encontrar la esperanza como desafío, responsabilidad y oportunidad.

Encontrar a Cristo, obligado a huir, en los rostros de las personas migrantes, desplazadas y refugiadas es una continua fuente de esperanza.

En todos los contextos de la migración forzada descubrimos también gestos de inmensa solidaridad y acogida, la hospitalidad es un valor presente y actual. En todos los continentes, los apostolados de la Compañía promueven procesos de acompañamiento, caminando con las y los descartados. Estos compromisos en el acompañamiento nos permiten ser testigos de cambios, migrantes que, desde la vulnerabilidad y la precariedad, son capaces de sanar sus heridas, y nos muestran una transformación hacia el empoderamiento.

Tejer redes como estrategia fundamental.

El Padre Arrupe marcó, hace ya 40 años, un hito en la historia de la Compañía al animarnos en la defensa, servicio y acompañamiento de las personas refugiadas. El salto necesario en el que vamos avanzando, especialmente en este siglo XXI, pero con grandes dificultades, es la apuesta por el trabajo en red.

Redes interprovinciales, intersectoriales, que conecten las dimensiones de trabajo, que se orienten por y para más misión, que partan de acompañar desde las fronteras y los territorios más vulnerables a la migración forzada y reconozcan la necesidad de fomentar alianzas, es nuestro verdadero desafío.

Es importante reconocer, y es consolador, los pasos dados en todas las conferencias en este sentido. Pero nos queda un largo camino por recorrer, para celebrar este día internacional del migrante en el 2020, intentemos respondernos: ¿Que nos está pidiendo hoy Dios en el acompañamiento de la migración forzada?

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Publicado por Communications Office - Editor in Curia Generalizia
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El Servicio de Comunicaciones de la Curia General publica noticias de interés internacional sobre el gobierno central de la Compañía de Jesús y sobre los compromisos de los jesuitas y sus partenarios. También se encarga de las relaciones con los medios de comunicación.

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