Historia de una proposición descabellada
Nikolaas
Sintobin, SJ - Región Europea de los Países Bajos
[De la publicación “Jesuitas 2022 - La Compañía de Jesús en el mundo”]
Éxito de una telerrealidad espiritual en un contexto laico.
Peter tenía tatuajes por todo el cuerpo; algo poco corriente en un profesor de religión. Había venido a verme para darme las gracias. Peter había crecido en el seno de una familia neerlandesa pobre. Siendo muy joven, había acabado metiéndose en una banda callejera. Hace unos años, había visto en la televisión una telerrealidad neerlandesa en la que yo había participado. Y ese programa había transformado su vida. A pesar de estar más cerca de los cuarenta que de los treinta, retomó los estudios de secundaria. Condición sine qua non para estudiar... teología.
Aquel programa de telerrealidad había sido algo fuera
de lo común: una telerrealidad religiosa y, además, ignaciana. En 2013, no sin
muchas dudas, junto a dos jesuitas y a dos acompañantes experimentadas,
aceptamos el desafío de dar los Ejercicios Espirituales a unas celebridades
neerlandesas en una abadía. El marco general era el mismo de siempre: silencio,
acompañamiento personal y aislamiento. Pero junto a nosotros estaban también 30
profesionales de la televisión que lo grabaron todo, con mucha discreción,
incluidas las entrevistas de acompañamiento. El resultado final fue una serie
fascinante de cinco programas: bonito y divertido pero, sobre todo,
profundamente espiritual. La serie se emitió en las franjas horarias de mayor
audiencia de la televisión pública neerlandesa. Al año siguiente, hubo una
segunda serie. Y en cada una de esas ocasiones, mientras se emitía la serie en
la televisión, se proponía un retiro ignaciano dentro del entorno digital de la
cadena de televisión, en el que participaron miles de personas.

Durante los años siguientes, escuché con gozo numerosos testimonios como el de Peter. Ese programa tuvo un fuerte impacto que aún sigue vivo. La idea original había sido de una cadena de televisión evangélica neerlandesa que quería que sus miembros se familiarizaran con la oración bíblica ignaciana. Y si habían elegido utilizar un formato tan sorprendente como el de la telerrealidad era porque querían llegar a un público más amplio y aconfesional, especialmente a los fans de los famosos. Y ganaron su apuesta. Durante las semanas en que se estuvo emitiendo la serie, hubo muchos reportajes en la radio y en la televisión, y los periódicos y las revistas también se hicieron eco de ello. ¿Cuáles son las razones de ese éxito?
La primera nos revela muchas cosas sobre el espíritu
de nuestra época. La cadena evangélica demostró una audacia pastoral
sorprendente: aislar a personas del mundo del espectáculo, de la moda o de los
deportes, durante siete días con sus noches, en un silencio total, con un
programa cuyo contenido estaba en total contradicción con su modo de vida
habitual. Se atrevió, además, a dejar en manos de los jesuitas uno de sus
programas más emblemáticos, sabiendo que los protestantes y los jesuitas no
siempre habían sido buenos amigos en los siglos anteriores. Había que atreverse
a hacerlo. La segunda razón es que el resultado fue, sin duda, de gran calidad.
Las experiencias y testimonios de las celebridades impactaron tanto por una
sencilla razón: todas esas personas habían vivido una auténtica aventura
espiritual – y los primeros sorprendidos fueron ellos –. Todo esto no pasó
desapercibido. En tercer lugar, pero no por ello menos importante, ese programa
veía la luz en una época en que los protestantes neerlandeses están cada vez
más hambrientos de espiritualidad. Y la espiritualidad ignaciana parece que
responde a esa búsqueda.

Desde entonces ya han pasado diez años. Personalmente, esta experiencia marcó un cambio de rumbo en mi vida de jesuita. Pude comprobar por mí mismo lo útiles que pueden ser la creatividad y la audacia apostólicas. En nuestra cultura posmoderna en rápida evolución, es posible, es necesario, innovar y atreverse a tomar caminos inexplorados. Para asombro mío, el mundo digital, y los medios de comunicación en general, se han convertido en mi principal campo de actividad. Más aún, creo que esta aventura ha suscitado también un cambio en el apostolado de nuestra Región (Países Bajos y Flandes). El apostolado digital se ha convertido en el campo al que más energía dedica nuestro pequeño grupo de jesuitas. Compañeros de todas las generaciones colaboran con un equipo de profesionales y contamos con el apoyo regular de una decena de voluntarios de la familia ignaciana.
Es sorprendente comprobar la fuerte dinámica ecuménica
que emana de esta presencia en el seno del mundo digital. No escondemos nuestra
identidad católica y, sin embargo, sobre todo en los Países Bajos, nos siguen
más protestantes que católicos. Después de todo, en internet no hay fronteras.
El presidente del consejo de administración de nuestro centro de espiritualidad
en Ámsterdam es protestante, y también lo es el joven periodista que trabaja
con nuestro equipo a jornada completa. Los Ejercicios Espirituales han sido una
experiencia decisiva, para ambos, a la hora de comprometerse en esta misión.
Nuestros equipos de acompañantes espirituales son también ecuménicos. Algunos
de nuestros retiros digitales están confeccionados por ministros
protestantes. Sin negar las diferencias, lo que intentamos es reunir
conscientemente a cristianos de diferentes confesiones. Los prejuicios
históricos se desvanecen para dar paso a un acercamiento a través del encuentro
con el Señor, algo que solo es posible gracias a los Ejercicios Espirituales.
Tanto para cristianos «de siempre» como para recién llegados como Peter.