Encontrar a Cristo crucificado en los migrantes

Prakash Louis, SJ - Servicio Jesuita a Migrantes en Patna - Provincia de Patna
[De la publicación “Jesuitas 2022 - La Compañía de Jesús en el mundo”]

La experiencia espiritual de dar alivio a los migrantes en su camino.

Encontrar a Dios es uno de los caminos espirituales fundamentales trazados por Ignacio para ayudar a todos a discernir la presencia de Dios, a encontrar a Dios en todas las cosas, llegando a un mundo difícil y diverso, lleno de gracia y a la vez gimiente. Encontrar a Dios en todo se basa en nuestra creciente conciencia de que puede encontrarse en cada persona, en cada lugar, en cada situación y en todo. Cuando aprendemos a prestar más atención a Dios, nos volvemos más agradecidos y reverentes con él y con su creación.

Concretamente, encontramos a Dios en el trabajo y en el culto, en las circunstancias normales y en las difíciles, en nuestros éxitos y en nuestros fracasos, en nuestra convivencia y en nuestra soledad, en nuestros dolores y en nuestros placeres, y así en el mundo en general. No solo los jesuitas, sino todos los que se han iniciado en la espiritualidad ignaciana han tratado de integrar el encuentro con Dios de forma total y fundamental en su vida cotidiana. Para los que nos implicamos en la respuesta a los migrantes que se vieron obligados a volver a casa desde donde se ganaban la vida en la India, consistió en encontrar a Cristo crucificado en ellos.

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El libro del Deuteronomio narra la experiencia existencial y espiritual de nuestros antepasados afirmando que Yahvé emigró con el pueblo, llevándolo por el camino y adelantándose a él para mostrárselo. Moisés dice: «El Señor, tu Dios... iba delante de ti en el camino para buscarte un lugar donde acampar, en el fuego de noche y en la nube de día, para mostrarte por qué camino debías ir» (Dt 1,32-33). Además, el libro afirma que «hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama al forastero, dándole comida y ropa» (Dt 10,18).

Así, el Dios en el que creemos fue él mismo un emigrante y comprende los sufrimientos y las dificultades a las que se ven sometidos los migrantes. Nosotros, los cristianos indios que acompañamos a los migrantes que se vieron obligados a regresar a sus hogares debido a la pandemia, encontramos las palabras consoladoras y reconfortantes de Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados; yo os aliviaré» (Mt 11,28). En abril de 2020, cuando empezamos a socorrer a los millones de migrantes inocentes y angustiados, encontramos fuerza y sustento en Jesús, que fue sometido a la pasión y a la muerte como un criminal.

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Los migrantes que se enfrentaron a una agonía y una angustia, a un sufrimiento y a una derrota indecibles, motivaron a la Iglesia en general y a los jesuitas en particular a acompañarlos. En colaboración con la diócesis de Varanasi, los jesuitas de Patna proporcionaron ayuda a más de 21.000 familias y respondieron a más de 14.000 migrantes en el camino.

Agonizamos con los migrantes que sufrían agonía y miseria sin ninguna culpa de su parte.

Cuando distribuimos alimentos a los migrantes nos dijeron: «No hemos comido durante muchos días; vosotros habéis venido como Dios a darnos comida». Pero nosotros, a su vez, encontramos en ellos a Cristo crucificado. Esto es aún más cierto en el caso de las mujeres que se mantenían con el salario de sus maridos y no tenían nada para alimentar a la familia cuando el padre se vio obligado a volver a casa. Ellas mismas veían a Cristo crucificado en sus niños desnutridos que lloraban. Y recuerdo a aquel niño que se quedó huérfano cuando, al regresar con su madre emigrante, la mujer murió de agotamiento en el camino. Este impactante incidente me recordó el grito de Cristo crucificado: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mc 15,34).

El P. Julian, que distribuyó ayuda a los migrantes en la estación de tren de Cantt junto con el P. Susai y un funcionario del gobierno, un hindú, declaró: «En los migrantes he encontrado a Cristo agotado por el peso de la cruz».

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El obispo de Varanasi, Eugene Joseph, captó la experiencia de acompañar a los migrantes por parte de la comunidad cristiana de la siguiente manera: «La situación de los trabajadores migrantes desamparados es como la del propio Jesús, que tuvo que huir a Egipto para salvarse de otra “plaga”. El rechazo, la indiferencia pasiva, el hambre y la sed, el desamparo, el miedo a la muerte inminente, que sufrió el Hijo del Hombre es un preludio de lo que sufrieron los migrantes de clase obrera de la India. Sin tener la seguridad de ser recibidos en su propio pueblo, atravesaron a tientas la oscuridad de la noche, el calor y el polvo del día como si se tratara de un nuevo éxodo. Como seguidores de Jesús crucificado, los cristianos nos acercamos a los abandonados y aplastados por el abatimiento y el miedo».

Aprendimos una lección pastoral al acompañar a los migrantes: para nosotros, no se trataba solo de una labor de ayuda humanitaria, sino de una respuesta personal, pastoral y espiritual para estar con la humanidad afligida. Vemos inmensas posibilidades de acompañar a las personas y familias de alto riesgo también en el futuro. En medio de la angustia, la derrota y la muerte, encontramos rayos de esperanza: «Vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis» (Mt 6,8). Con esta confianza, hemos iniciado programas de autoempleo para los migrantes.

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Publicado por Communications Office - Editor in Curia Generalizia
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