He aquí un rostro conocido y sobre todo respetado por todos los que han colaborado con él, tanto en sus diversas funciones relacionadas con la comunicación en la Iglesia católica como en su calidad de compañero jesuita. Estamos hablando de Federico Lombardi, que acaba de cumplir 80 años, pero, sobre todo, 50 de vida sacerdotal.

El miércoles 7 de septiembre, la iglesia de Santa Maria in Traspontina, en la Via della Conciliazione de Roma, se llenó de comunicadores que colaboran o han colaborado a lo largo de los años con el Padre Lombardi para ofrecer el mensaje del Evangelio a todo el mundo, en los más diversos idiomas y con los más variados medios técnicos. El jubilar presidió una eucaristía de acción de gracias, rodeado de sus amigos y compañeros, una iniciativa del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano.

Cabe recordar que el jesuita fue Superior Provincial de Italia de 1984 a 1990. Fue a continuación cuando asumió el cargo de director de programación y luego el de director general de Radio Vaticana hasta 2016. Mientras tanto, de 2001 a 2013, también fue director del CTV (Centro Televisivo Vaticano). En 2006, el Papa Benedicto XVI le nombró director de la sala de prensa de la Santa Sede, cargo que ocupó durante 10 años. En esta delicada posición, supo mostrar su lealtad al Santo Padre y a la Iglesia, respetando plenamente las exigencias profesionales de los periodistas de todo el mundo. Federico Lombardi sigue prestando sus servicios: por un lado, como superior de la comunidad jesuita de La Civiltà Cattolica, por otro como presidente del Consejo de Administración de la Fondazione Joseph Ratzinger - Benedetto XVI.

Al comienzo de la Eucaristía que presidió con motivo de su jubileo, el padre Lombardi evocó lo emocionado que se había sentido por los mensajes personales de felicitación y de ánimo que había recibido del papa Francisco, del papa emérito Benedicto XVI, del General de la Compañía de Jesús y de muchos otros amigos. Recibió estos testimonios con humildad, subrayando que todo su camino había estado marcado por el deseo de servir a quien le había elegido como compañero, Jesús. El padre Lombardi había optado por celebrar la misa del Sagrado Corazón de Jesús y fue sobre el tema del don total de Jesús en la cruz, ante el cual nos quedamos sin palabras, subrayó, que pronunció la homilía. Dio gracias por haber podido contribuir a anunciar la misericordia y el amor de Dios por la humanidad: éstas han sido su razón de ser y también su vocación.