Silenciosos en la acción
Stivel Toloza, SJ -
Director, Red Juvenil Ignaciana, Provincia de Colombia
[De la publicación
“Jesuitas 2022 - La Compañía de Jesús en el mundo”]
Una pastoral juvenil revitalizada con la experiencia del silencio, la contemplación y la acción.
La misión juvenil hoy no es una moda causada por el boom de las redes sociales, o porque el Papa Francisco, con toda decisión y creatividad, haya puesto a toda la Iglesia a mirar los rostros jóvenes de nuestra comunidad de fe y los del mundo entero. Tampoco es una moda porque una de las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús tenga en su horizonte de sentido a las juventudes del mundo. ¡No!, claro que NO, este llamado de Dios a compartir la misión con los jóvenes está lejos de ser una moda que corra el riesgo de desvanecerse con cualquier obstáculo.
En ese sentido, el año ignaciano 2021-2022 a la luz
del lema «ver todas las cosas nuevas en
Cristo», trae consigo un desafío interesante para la Red Juvenil Ignaciana
en Colombia. Desafío que puede asociarse con las dinámicas que sobre los
jóvenes se dan en numerosas Provincias del mundo. En ese orden de ideas,
podemos establecer la siguiente pregunta: ¿cómo el año ignaciano, y su invitación
a ver todas las cosas nuevas en Cristo, puede iluminar a la misión juvenil?

A esto se puede responder desde numerosos puntos de vista y hasta puede plantearnos encrucijadas que exigirían una reflexión mucho más amplia. No obstante, desde la Red Juvenil Ignaciana quisiéramos compartir una respuesta a esta pregunta, respuesta que se relaciona con el lugar que la experiencia del silencio tiene en la vida de los jóvenes que participan de los procesos de la pastoral juvenil.
En general, muchos jóvenes asocian el silencio al tedio, a cosa de monjes y monasterios. Nada más hay que ver cuán difícil se torna en ocasiones proponer, en los retiros espirituales que ofrecemos a los jóvenes de nuestras instituciones educativas, orar en silencio. Cada vez más tenemos que acudir a películas, a actividades lúdicas, a rondas recreativas, etc., para posibilitar que los retiros no sean «aburridos» y, en consecuencia, evitar que estos dejen de ser atractivos para ellos y ellas.
Por supuesto que en ningún momento estoy poniendo en
tela de juicio lo importante que son estas estrategias más didácticas para que
los jóvenes se encuentren con su Creador, pues todas estas metodologías se
convierten en recursos valiosos para alcanzar dicho fin. Sin embargo, creo que
vale la pena traer a la reflexión el lugar y la vigencia que el silencio tiene
hoy en el camino espiritual de los jóvenes y cómo esta escucha atenta puede llegar a ser o seguir siendo un elemento que
en la vida de los jóvenes puede dinamizar su propia conversión y su compromiso
decidido y valiente con la transformación de la realidad.

Con la expresión «silenciosos en la acción» no pretendo afirmar que en adelante los retiros o Ejercicios espirituales para jóvenes deban ser siempre en un silencio absoluto. Sería ingenuo proponer algo así. De hecho, para hacer silencio no se necesita una casa de retiros para sentir el canto de los pájaros y el susurro del viento. Los jóvenes pueden vivir la experiencia del silencio en el trayecto del bus urbano, en el compartir fraterno departiendo la vida en un bar, en el concierto de música tan esperado, o, por qué no, a partir de una mirada más contemplativa y menos superficial de las redes sociales.
En medio de todo ello, la pedagogía del silencio contemplativo invita a que los jóvenes puedan escuchar su corazón y reconocer en ese corazón joven la voz de Dios que se encarna en los más sublimes silencios, pero también en el bullicio de la cotidianidad y de la rutina. Sea en un oratorio o en las ciudades convulsionadas que habitamos, la espiritualidad ignaciana puede llevar al joven a escuchar lo más profundo de sí mismos y a hacerse más sensible y disponible para el servicio de cara a los retos y sufrimientos del presente. Más aún con todas las consecuencias de la pandemia producto del Covid-19.
En consecuencia, la novedad de la propuesta de la Red
Juvenil Ignaciana es un llamado a abrazar el silencio para ver todas las cosas
nuevas en Cristo, aquel silencio en el que Dios también se nos comunica; que
está lejos de ser pasivo y menos aún cómplice; silencio que se torna más bien
en oportunidad para vivir con mayor
autenticidad esa creación de un futuro (y un presente) esperanzador a la que
nos invita la Compañía de Jesús.
