Día Internacional de las Familias – Una pareja nos habla de su experiencia

El 15 de mayo se celebra el Día Internacional de las Familias, proclamado por la ONU en 1993. La Compañía acompaña en parroquias, obras sociales y centros de espiritualidad a familias que buscan conciliar las exigencias de la vida actual con su fe cristiana.

A continuación les ofrecemos el testimonio de una pareja romana. Vittorio, que forma parte del equipo de comunicación de la Provincia Euromediterránea (EUM) de la Compañía de Jesús, y Marta, profesora de enseñanza media. Se trata de un testimonio sencillo, veraz y que parte de su experiencia personal.

Por Marta Pensi y Vittorio Paciaroni

El 13 de marzo de 2013, mientras en televisión el Papa Francisco bendecía por primera vez a la multitud en la Plaza de San Pedro, nosotros sosteníamos en brazos a nuestra hija de 7 meses.

Vivíamos en otra casa y en lo que ahora nos parece otra época, pero sobre todo habitábamos un espacio mental y espiritual totalmente distinto. Estábamos asustados, no con el miedo natural que asalta a todo padre joven, sino con el oscuro temor de los que contemplan el futuro sin esperanza. Y sin embargo aquella niña - y su hermana, que llegaría un par de años después - iban a provocar en nosotros el deseo de cambiar nuestras vidas para ser mejores personas, y mejores padres.

Los dos hemos crecido siguiendo la espiritualidad y el estilo ignaciano, y compartimos unas convicciones que nos hacen sentir, hasta en los momentos más difíciles, de acuerdo en cosas fundamentales: la fe como un diálogo y una relación que se desarrolla en el día a día, confianza incondicional en el otro, saber que los hijos nos han sido confiados y que nosotros somos un instrumento para su crecimiento, la importancia de la amistad, la gratuidad y la honestidad.

Luego, cuando nos convertimos en madre y padre, nos fuimos dando cuenta de que algunas de nuestras fragilidades, nacidas de nuestras respectivas historias familiares, y que hasta ese momento habíamos logrado evitar sin especial incomodidad, en la relación con nuestras hijas estaban pasando a primer plano.Solíamos tener reacciones desproporcionadas ante acontecimientos de poca importancia: un capricho, un imprevisto, un comportamiento que no comprendíamos. Estábamos continuamente tensos, enfadados, incapaces de decir una palabra buena y alentadora ni a las niñas ni a nosotros mismos.

Esas fragilidades que nos bloqueaban eran también un obstáculo para nuestra vida espiritual. Qué difícil resultaba, en Ejercicios, hacer la “composición de lugar” sobre el Padre que abraza al hijo menor que regresa a casa. Y qué difícil creer que Alguien pueda decirnos: “Eres precioso a mis ojos”...

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Llegamos por fin a preguntarnos: ¿es esto lo que deseamos para nuestras hijas? Nosotros somos los únicos padres que van a tener en su vida, y tienen derecho a una madre y a un padre que funcionen, que sean cariñosos, que sonrían y se sientan agradecidos.

El primer paso fue reconocer que necesitábamos ayuda y ponernos a buscarla. Con apoyo de una terapia psicológica y “en un clamor” constante al Señor, entramos en contacto con nuestro “niño interior”, que adoptaba el rostro de nuestras hijas. Pudimos caer en la cuenta de que también nosotros necesitábamos sentirnos queridos como hijos, saber que se nos desea por lo que somos, que tenemos derecho a equivocarnos sin miedo a perder el afecto de los demás, que hay algo maravilloso y sagrado en ser niños. Y todo esto intentamos llevarlo cada día a nuestro ser padres.

Si hasta entonces habíamos visto las obligaciones de la vida familiar como una imposición agotadora y asfixiante, hoy nuestro objetivo es pasar juntos un tiempo de verdadera calidad. Siempre hemos intentado caminar en familia al ritmo de los más pequeños; pero ahora queremos implicar aún más a las niñas en las cosas que nos gustan, y a la vez no desechamos la idea de ver Harry Potter todos juntos ni la de ir a la bolera; ¡y nos lo pasamos muy bien, con la sensación de que estamos recuperando el tiempo perdido!

Claro que la tarea es dura y el camino largo, y que los errores asoman siempre a la vuelta de la esquina. A veces, por la noche, es doloroso sentir la frustración de haber reaccionado mal por enésima vez, y es agotador preguntarse cómo podemos apoyarlas en una situación incómoda. Pero este ejercicio diario de relectura hace que saboreemos lo bonito que es vivir conscientemente el crecimiento de nuestras hijas y nuestra vida en común. Ahora nos miramos a nosotros mismos con algo más de benevolencia. Tomamos más conciencia de lo hermoso que es lo humano que hay en nosotros. Intentamos tener presente la sugerencia del Papa Francisco de que nunca falten en nuestra familia las palabras “permiso”, “gracias” y “perdón”. Pero, sobre todo, deseamos que cada una de nuestras hijas adivine siempre que nuestra voz le está diciendo: ‘es para mí un magnífico regalo ser tu padre, tu madre’.

Hoy, por fin, somos capaces de percibir un poco más como dirigida a nosotros la frase de Isaías 43, y nos identificamos más fácilmente con la escena del Padre que ama y perdona, porque nuestro deseo es ser ese Padre que corre hacia su hijo y le dice: “Eres precioso a mis ojos”.

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Publicado por Communications Office - Editor in Curia Generalizia
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El Servicio de Comunicaciones de la Curia General publica noticias de interés internacional sobre el gobierno central de la Compañía de Jesús y sobre los compromisos de los jesuitas y sus partenarios. También se encarga de las relaciones con los medios de comunicación.