En Medellín, una obra ignaciana única: la Congregación Mariana
Aquí y allá en el mundo, hombres y mujeres inspirados por la espiritualidad ignaciana ponen sus talentos y recursos al servicio de los necesitados; pero rara vez un grupo ha desarrollado el nivel de presencia y compromiso en una ciudad como lo ha hecho en Medellín, Colombia. La Congregación Mariana tiene sus raíces en un antiguo movimiento de espiritualidad ignaciana. Ha innovado y ampliado sus servicios para incluir centros de educación familiar, clínicas de salud e incluso un canal de televisión religioso, TeleVID.
Mientras el Padre
General Arturo Sosa pasaba unas horas visitando a sus compañeros jesuitas en
Medellín, la segunda ciudad más poblada del país, entrevistamos a uno de estos
laicos comprometidos. Se trata de Luis Jorge Correa Parra, Presidente de la
Junta Directiva de la Congregación Mariana de Medellín.
Luis Jorge Correa Parra, ¿Quiénes son los miembros de la Congregación Mariana?
Servir al prójimo y para ello convertirse en las manos del Señor. Los
congregantes somos personas corrientes que queremos hacer siempre la voluntad
de Dios.
Háblenos de los proyectos o actividades de la CMM ¿Cómo es todo esto “mariano”? ¿Qué lugar ocupa María en la vida de la obra?
Contamos con obras de SALUD, con importantes hitos científicos a nivel latinoamericano (más de 600 trasplantes de corazón y casi 200 de pulmón); de FAMILIA, FORMACIÓN Y EDUCACIÓN, buscando impactar a nuestra sociedad; y de COMUNICACIONES, para llegar con la Palabra de Dios a muchas personas. Siempre y desde todas ellas vemos a nuestro prójimo con mirada amorosa y compasiva.
Partimos del propósito de llegar a Cristo por
María. Ella es modelo y guía en el camino de la salvación. ¿Qué podría negarle
el Hijo a su Madre...?
¿Qué vínculos tiene la CMM con los jesuitas y la Compañía de Jesús? ¿Y qué relación tiene lo que está haciendo con las Preferencias Apostólicas Universales (PAU) que guían a la Compañía desde hace más de cuatro años?
La CMM está conformada por laicos fieles a Dios, como San Ignacio nos ha enseñado y ejemplarizado. Legalmente, no somos una obra de la Compañía de Jesús, pero sí contamos con grandes contribuciones de su parte. En 86 años de existencia, seis sacerdotes jesuitas han sido nuestros directores generales.
Hemos estudiado las Preferencias Apostólicas Universales y sentimos que estamos en la
misma línea, dado que nuestro objetivo es el beneficio social que impacta a
toda la comunidad, especialmente a los más pobres. Cuidamos intencional y
técnicamente la dimensión ambiental. Cultivamos permanentemente la
espiritualidad mediante retiros espirituales mensuales, Ejercicios de san
Ignacio anuales y la práctica de la oración y el examen personal, lo cual nos
sitúa en la línea de la primera de las PAU. Trabajamos con jóvenes sobre todo
en el Colegio VID, subsidiado en gran parte por la Fundación Organización VID.
En un contexto de secularización - incluyendo a Colombia - ¿cómo ve el futuro de la Congregación?
Comprendiendo las complejidades e incertidumbres que a diario viven las personas, las instituciones y los países, dejamos un amplio espacio para que obre la Divina Providencia, confiando siempre en ella. Actuamos, nos esforzamos y hacemos, lo que nos compromete, en nombre del amor de Dios a su creación, manteniendo siempre la esperanza puesta en Él.
¿A qué retos se enfrenta a la hora de reclutar miembros para la Congregación, o también personal para sus obras que esté en armonía con el Evangelio?
Es un reto permanente, pero gracias a Dios cada año resultan postulantes idóneos para formar parte de nuestra Congregación. Aunque en número no son muchos, sí son personas de bien, con inmenso amor por Jesús y María. Buscamos atraer no “empleados” sino APÓSTOLES. Reconocemos que los cambios sociales y culturales de esta época hacen más exigente el reto.
¿Dónde ve la acción del Espíritu Santo y quizás el espíritu de San Ignacio, en el contexto socio-religioso de Medellín?
La acción del Espíritu Santo y de San Ignacio se
sienten sobre todo en la cultura de atención de calidad con calidez y
consideración, característica de nuestra marca, que es percibida por las
personas que requieren de nuestros servicios. Dicha cultura es fruto de la
espiritualidad de “en todo amar y servir”.