Triste aniversario: la supresión pontificia de la Compañía de Jesús

Wenceslao Soto Artuñedo, SJ (ARSI)

El 21 de julio se cumplen 250 años de la supresión pontificia de la Compañía de Jesús, colofón de un calvario de persecuciones en el siglo XVIII que cumplían una profecía de origen incierto: En el primer siglo florecerán, en el segundo reinarán y en el tercero perecerán.

La cultura política dominante era el despotismo ilustrado, potenciado por el regalismo, al que se oponían fuertemente los jesuitas, una orden muy activa e influyente social y políticamente, aunque no tanto como para evitar el desastre. Era muy estimada, pero también tenía poderosos enemigos. Además de las complejas causas externas, había defectos personales y quejas institucionales contra la propia Compañía, panorama que fue magnificado por la imagen muy difundida de los jesuitas como prepotentes y autosuficientes.

El principio del fin fue el tratado de Madrid o de Límites (1750), por el que España y Portugal intercambiaban zonas ocupadas en la parte contraria, en Sudamérica, y exponía a los indígenas a la posibilidad de la esclavitud puesto que un grupo de 7 misiones guaranís pasaban a Portugal. Los jesuitas se opusieron, y, a partir de 1755 fueron presos y deportados a Portugal, de donde, muchos de ellos, fueron expulsados, otros encarcelados, en 1759, acusados de tramar un atentado fallido contra el rey. El primer ministro, futuro marqués de Pombal, inició una campaña de descrédito de los jesuitas en Europa con verdades a medias, mentiras, exageraciones y manipulaciones que, a base de repetirlas, llegaron a hacerse creíbles, según el principio del ministro nazi Goebbels, y alimentaron la leyenda negra.

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Medalla conmemorativa. En el reverso: Jesús y San Pedro expulsan a los jesuitas de la Iglesia.

En Francia, tras la quiebra económica de los negocios irregulares del P. Lavalette, procurador de las misiones de la Isla Martinica, fueron suprimidos entre 1762 y 1764.

En España se esgrimió oficialmente una falsa razón de Estado, la participación en los motines contra el ministro Esquilache de 1766. El 2 de abril de 1767, Carlos III, por razones “urgentes, justas y necesarias, que reservo en mi Real ánimo…”, condenaba a los jesuitas a la gravísima pena del extrañamiento (pérdida de la nacionalidad), que conllevaba la expulsión de todos sus territorios y la ocupación de sus bienes. Fueron expulsados algo más de 5.000 religiosos. Los americanos comenzaron a llegar en septiembre de 1767 a España, de donde iban siendo remitidos a los Estados Pontificios. Los 114 jesuitas de Filipinas llegaron por dos rutas, hasta 1770.

Una treintena de misioneros de los lugares más remotos, Sinaloa y Sonora (México) y otro grupo de Chiloé (Chile), recibieron un trato singular, pues fueron detenidos, quizás por considerarlos espías para potencias extranjeras. Algunos fueron reclamados por sus soberanos europeos, pero los españoles permanecieron como rehenes de Carlos III, reclusos en conventos repartidos por toda España.

En Italia, se decretó la expulsión del reino de las Dos Sicilias en noviembre de 1767; de Parma, en febrero de 1768; de la isla de Malta, el 22 abril.

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Breve Dominus ac Redemptor del Papa Clemente XIV, por el que se suprime la Compañía de Jesús - Lorenzo Ricci, General de la Compañía de Jesús en el momento de su supresión.

A la muerte del papa Clemente XIII fue elegido Clemente XIV, un papa “hecho por los españoles” según el embajador español. Su sucesor, José Moñino, llegó a Roma en 1772 con la misión de conseguir la supresión de la orden, con una política de acoso al papa y su entorno. Así el 21 de julio de 1773 el pontífice firmó el breve Dominus ac Redemptordonde después de enumerar todas las órdenes religiosas suprimidas, entre ellas los templarios y los jesuatos, yreferir los cargos contra la Compañía, sin emitir un juicio sobre ellos,declaraba: suprimimos, y extinguimos la sobredicha Compañía, abolimos, y anulamos todos y cada uno de sus oficios, ministerios, y empleos, Casas […]. […] las presentes Letras ni puedan ser impugnadas, invalidadas, ó revocadas. Había casi 23.000 jesuitas. Antes, se calcula que 855 jesuitas españoles habían solicitado la salida de la Compañía.

El breve fue intimado a las casas de Roma, y el P. General Lorenzo Ricci, al igual que sus consejeros, fue detenido en el colegio inglés y después en el Castel Sant’Angelo, en la zona más noble de la prisión, pero en condiciones de aislamiento. Los consejeros fueron liberados, pero él murió después de confesar su inocencia, el 24 de noviembre de 1775. Fue enterrado en secreto en el Gesù.

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Tumba del Superior General Lorenzo Ricci en la Iglesia del Gesù.

Se ofreció a los ex jesuitas pasar a otras órdenes religiosas, pero la mayoría permaneció como sacerdotes seculares, sin vida comunitaria y sin sotana jesuita. Se sintieron víctimas de una persecución contra la Iglesia y la sublimaron identificándose con Jesús en su pasión, por lo que se ilusionaban con presuntas profecías sobre el fin de sus calamidades. No podían acceder fácilmente a los ministerios sacerdotales y se dedicaron a fomentar la cultura, la investigación y la literatura. Algunos de los hermanos coadjutores y estudiantes españoles se ordenaron sacerdotes, y otros 136 se casaron, juntando entre todos 429 hijos.

La Compañía fue suprimida, pero no extinguida. Así, la Compañía de Jesús, hostigada por los reyes que ostentaban los títulos de católico (español), fidelísimo (portugués) y cristianísimo (francés), fue protegida por un soberano protestante y una zarina ortodoxa, ambos, de vida privada con dudosa reputación, amparados en el mismo absolutismo regalista que los otros. Federico II cedió a las presiones de Carlos III suprimiendo a la Compañía en Silesia en 1776 y en Prusia Oriental en 1780, pero Catalina se mantuvo en su decisión. Curiosamente, no había jesuitas en Rusia antes de 1772, pero en 1772 Rusia se anexionó la Rusia Blanca o Bielorrusia, donde trabajaban 201 jesuitas. Allí fueron amparados el tiempo suficiente, hasta seis años después de la restauración, cuando el zar Alejandro I los expulsó en 1820.

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Catalina II de Rusia

Muchos ex jesuitas se incorporaron a la Compañía de Rusia, y a partir de 1801, algunos de ellos se fueron repartiendo por Inglaterra, Estados Unidos, Suiza y Holanda, donde tampoco se había intimado claramente el breve de supresión.

De estas cenizas, como el Ave Phoenix, cuando cambiaron los tiempos y las personas, renació la Compañía. Fue el papa Pío VII que, después de haber reconocido la supervivencia en Rusia, restauró parcialmente la Compañía en las Dos Sicilias, y la universalizó por la bula Sollicitudo omnium ecclesiarumdel 7 agosto 1814. En Italia quedaban algo más de 500 ancianos jesuitas.

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Publicado por Communications Office - Editor in Curia Generalizia
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El Servicio de Comunicaciones de la Curia General publica noticias de interés internacional sobre el gobierno central de la Compañía de Jesús y sobre los compromisos de los jesuitas y sus partenarios. También se encarga de las relaciones con los medios de comunicación.

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