Vincent de Beaucoudray, SJ - Provincia de Europa Occidental Francófona, Maestrillo en la Provincia de Próximo Oriente
[De la publicación “Jesuitas 2023 - La Compañía de Jesús en el mundo”]

Conversando con jóvenes sirios sobre su realidad en un país arrasado por la guerra, así como sobre el cuidado pastoral que reciben.

Aquí en Homs, Siria, la guerra terminó hace siete años, pero los tiempos son realmente difíciles: la crisis económica es devastadora, los sueldos suelen ser hoy inferiores a un dólar diario, el nivel de paro es elevado, un tercio de la ciudad está en ruinas... Y, en medio de esta realidad, ¿cuál es nuestra prioridad como jesuitas? ¡La pastoral de los jóvenes! Esta opción podría parecer irresponsable o insignificante, y, sin embargo, parece pertinente: nunca habían participado tantos jóvenes en nuestras actividades (1.400 este año). Esta es la razón por la que aquí, «en el convento», como suelen decir los jóvenes, nos dedicamos sin parar al catecismo semanal, las fiestas, los campamentos de verano, los retiros, los cursillos para monitores...

Les he pedido a Souad, Elias, Grace, Ammar, Nabeh, Mireille y Yazan que nos digan cómo comprenden lo que hacemos aquí.

¿Un recuerdo para presentarnos?

Nabeh: «Yo veía a mis amigos que venían aquí... y un día, en 2019, me dijeron: “Ven a ayudarnos a preparar la conmemoración del quinto aniversario del asesinato de Frans Van der Lught, jesuita”. Así que corrimos juntos, hicimos bricolajes, lloramos también y, aquí, descubrí un lugar acogedor en el que me siento seguro.»

Elias: «Recuerdo cuando el convento volvió a abrir sus puertas después de la guerra. Mientras me acercaba a la entrada, me decía “¿Con quién me encontraré?”, sabiendo que encontraría gente, niños con los que jugar, jóvenes con los que charlar. Y sabía que me encontraría a gusto, que cuidaríamos unos de otros, en verdad, profundamente.»

Y hoy, ¿en qué piensas cuando entras aquí?

Elias: «¿Quieres saber la verdad? Pienso en los que se quedarán aquí cuando yo me vaya... En cómo ayudarles lo mejor posible a cuidarse unos a otros... Porque eso es lo que yo he recibido aquí y me gustaría que ellos también pudieran experimentarlo.» (Elias, como el 90 % de los jóvenes que vienen al «convento», está buscando una manera de irse).

Grace: «Pienso en el último día del campamento de jóvenes de primaria, este verano, agotados pero felices con solo observar los ojos de los jóvenes... Nos comunicábamos unos a otros la energía para seguir adelante.»

Ammar: «Yo recuerdo el día en que me pediste que fuera responsable de un campamento. Por un lado, no quería; pero por otro, me gustaba que me lo hubieras pedido a mí... La última noche comprendí que había logrado realizar lo que nunca pensé que podría hacer.»

Si tuvierais que definir «el convento»...

Grace: «¡El convento es nuestro segundo hogar! Y me siento incluso más a gusto que en el primero. Es el lugar en donde puedo ser yo misma, tal y como soy...»

Elias: «Cuando queremos participar en un campeonato de fútbol, nos entrenamos... Pues bien, aquí se trata de un entrenamiento para la vida. Recibes responsabilidades y experimentas la alegría que conllevan, te relacionas con personas que no se parecen a ti en absoluto y descubres que puedes vivir con ellas; hay gente más mayor que tú, otros más jóvenes ¡y te gusta cuidarlos a todos!»

Mireille: «Y cuando me siento lejos de Dios, la llamada me viene de aquí: “Ven, da el primer paso, Dios está aquí, te está esperando”.»

¿Os parece que nuestras actividades responden, sí o no, a los tiempos tan difíciles que vivimos?

Elias: «¡Lo único que falta son los visados!» (Se ríen, pero comprenden por qué no les ayudamos a emigrar: los jóvenes solo vendrían por eso y nuestras actividades perderían todo el sabor de gratuidad).

Mireille: «¡Es un lugar en donde olvidamos los problemas! El gas que tenemos que buscar, la electricidad que no llega, la libra siriaca que se desploma... Todas esas cosas se quedan al otro lado de la puerta... Una puerta que siempre está abierta... ¡Es un gran alivio!»

Souad: «Aquí recordamos que la vida no es solo las ruinas que nos rodean...»

Yazan: «Cuando estamos con los demás, nos trae al pairo que haga frío.» (¡En invierno, nuestros salones están helados!).

Elias: «Y aunque aquí nos ayuden, el convento no es ni un superhéroe ni un banco. ¡Lo que aprendemos es sobre todo a vivir nuestra vida tal cual es en realidad! Hacemos fiestas, nos reímos, hablamos de las cosas bellas de nuestra vida y también de las que no lo son.»

Yazan: «¡Y nos juntamos cuando, en realidad, tantas cosas podrían separarnos!»

La esperanza de los jesuitas y de los 140 voluntarios

Efectivamente, son muchas las cosas que nos gustaría vivir con todos estos jóvenes y que son imposibles... ¿Cómo proponer más variedad de experiencias cuando el mero hecho de recorrer cincuenta kilómetros es de por sí tan complicado? ¿Cómo reflexionar sobre las diferentes opciones de vida cuando las oportunidades son tan reducidas? ¿Cómo no deprimirnos cuando sabemos que lo que más quieren todos es irse? Pero no solo están estos 7 jóvenes, hay 140 voluntarios que nos ayudan a dar vida a este «convento», este centro para la juventud, y en ellos encontramos nuestra energía, la nuestra como jesuitas, para proponerles que continúen la aventura de la vida.