Acompañar el cambio al modo ignaciano

Cada año, en septiembre, el Padre General reúne a su Consejo Ampliado. Éste está formado por su grupo habitual de Asistentes, a los que se unen los Secretarios de los Secretariados sectoriales (Apostolado Social y Ecología, Servicio de la Fe, Educación Pre-secundaria y Secundaria, Educación Superior), el Ecónomo General y los seis Presidentes de las Conferencias Regionales de la Compañía. La reunión de este mes de septiembre utiliza un formato original, el de un “taller de formación” durante el cual los miembros del Consejo profundizan en un tema útil para el gobierno de la Compañía.

Durante la semana del 11 al 15 de septiembre, el taller se centró en el tema del cambio. A partir de la presentación de estudios de casos, se examina cómo la Compañía, en su historia pasada y reciente, ha afrontado los cambios de época, los cambios en la sociedad y los cambios en la Iglesia. Se puede establecer fácilmente un vínculo entre este tema y el reciente documento del Padre General De Statu Societatis. Éste, que los jesuitas de todo el mundo estudiarán durante los próximos meses, incluye un capítulo entero titulado: “El cambio de época en el mundo desafía la misión de la Iglesia”. Se destaca la complejidad del mundo actual y se mencionan retos como el crecimiento de las migraciones forzosas, el nuevo ecosistema mediático, las situaciones de guerra y otras formas de violencia y, por supuesto, el cambio climático. Evidentemente, todo ello puede obligar a la Compañía de Jesús a cambiar y adaptarse.

Pero el cambio no es algo nuevo. Ha estado presente en todas las épocas de la humanidad y en muchos momentos de la historia de la Compañía. El primer día de la reunión del Consejo Ampliado, se pidió al P. Robert Danieluk, historiador jesuita del Archivo Romano de la Compañía de Jesús, que presentara ejemplos de cómo la Compañía, a lo largo de su historia, había resistido, abrazado o acompañado el cambio. Como subtítulo de su presentación, el P. Danieluk eligió el conocido adagio: “Dios escribe derecho sobre renglones torcidos”.

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A lo largo de su vida, San Ignacio tuvo que enfrentarse a lo inesperado y adaptarse. Por supuesto, el primer gran cambio que experimentó fue su conversión. Pero luego tuvo que revisar sus planes, pues pensaba pasar su vida en Tierra Santa. Más tarde, en España no pudo reunir compañeros, un proyecto que tendría que esperar años. Cuando finalmente pronunció sus votos en París con los llamados “primeros compañeros”, ante la realidad sociopolítica de la época les impidió ir a Jerusalén, tuvo que optar por un “plan B”, que era ir a Roma y ofrecerse al servicio del Papa. Por último, también tuvo que cambiar el modo en que se había imaginado ser “compañero de Jesús” cuando fue elegido Superior General.

Un punto importante de la presentación -el que probablemente mejor puede poner de relieve cómo la adaptabilidad al cambio forma parte del ADN de la Compañía de Jesús- es éste: Ignacio nunca llegó a completar las Constituciones de la Orden. Quería basarse en la experiencia vivida por los jesuitas aquí y allá en el mundo, y evitar el fijar apresuradamente las formas de hacer las cosas. Las Constituciones debían tener en cuenta las transformaciones experimentadas por el mundo y por los jesuitas. Así pues, este documento fundacional propone un espíritu que debe traducirse en acción en un contexto de renovación constante.

A lo largo de su historia, las relaciones con los Sumos Pontífices han obligado también a los jesuitas a ejercitar su sentido de la adaptación. Como ha señalado el historiador jesuita John Padberg, la relación entre el Papado y la Compañía de Jesús es a menudo accidentada. Nos viene a la mente el episodio más trágico de la historia de los jesuitas: la supresión de la Compañía por el Papa Clemente XIV (1773), seguida de su restauración por Pío VII (1814). Después de su restauración, adaptándose a los tiempos y teniendo en cuenta la dura experiencia de la supresión, la Compañía se caracterizó por su conservadurismo y recurrió ampliamente a la apologética.

Un cambio evidente se produjo más tarde, con el generalato del padre Arrupe. Éste invitó a sus compañeros a mirar el mundo con nuevos ojos. La adaptación a los cambios rápidos se convirtió en una característica de la Compañía.

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Publicado por Communications Office - Editor in Curia Generalizia
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