Testigo del Espíritu transformador inspirado por el Evangelio
El cardenal Pedro Barreto es jesuita y arzobispo
de Huancayo (Perú). Es miembro de la Asamblea General del Sínodo de los Obispos
sobre la sinodalidad. Nos ofrece su testimonio después de tres semanas de
trabajo. Ya tuvo un papel importante en el Sínodo de los Obispos sobre la
Amazonía en 2019. Pedro Barreto es conocido por sus posturas a favor de los
derechos humanos y el medio ambiente.
Por el Card. Pedro Barreto Jimeno, SJ
Estoy por cumplir 80 años y quiero compartir con ustedes una experiencia que me ha marcado de por vida. Cuando tenía 15 años en el colegio de la Inmaculada de Lima, vi por primera vez hombres y mujeres que venían de la selva con los rostros pintados. Eran acompañados por jesuitas que trabajaban en el Vicariato Apostólico de San Francisco Javier en el nororiente peruano. En esa ocasión nació mi inquietud de ser misionero y descubrí el llamado del Señor. Ingresé al noviciado de la Compañía de Jesús en Lima a los diecisiete años.
Soy hijo de la formación del Concilio de Trento y, como sacerdote y obispo, hijo del Vaticano II. Mi lema episcopal es “En todo amar y servir” porque mi experiencia personal de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio marcó el rumbo de mi vida al servicio de Cristo y de la Iglesia.
Ahora,
soy testigo en esta asamblea del Sínodo, del mismo Espíritu transformador de
mentalidades y de estructuras necesarias para toda reforma que parte del
Evangelio. Como sacerdote, y luego como obispo, he vivido experiencias muy
complejas. Como Arzobispo de Huancayo (3,250 m.s.n.m) pude observar, por
ejemplo, el agua contaminada del río Mantaro y el aire tóxico de una refinería
que iba dañando los pulmones de los niños y niñas de la zona. No fueron años
fáciles. Hasta llegué a tener amenazas de muerte por la denuncia que hacía.
Luego, poco a poco, el Señor me fue llevando a la misión, y diría más, a compartir sueños, sufrimientos y preocupaciones de la Amazonía. Hoy mismo somos testigos del soplo del Espíritu por el interés y cuidado por esa región de nuestra madre tierra, con comunidades de pueblos originarios que se han integrado a la Red Eclesial Panamazónica y a la Conferencia Eclesial de la Amazonía, de la cual soy su presidente.
Puedo decir, como en las bodas de Caná, que el mejor vino llega en esta etapa avanzada de mi vida (Jn 2, 10); y escuchar de la Virgen María: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5) rejuvenece mi espíritu.
Resumo mi experiencia personal como un proceso sereno de conversión a Cristo desde de una realidad episcopal a una realidad eclesial, donde cada vocación, carisma y ministerio encuentren su lugar no para competir, sino para servir mejor en nuestra misión.
El sentimiento que me embarga es la esperanza en el proceso sinodal que estamos viviendo con el Papa Francisco y en lo que está por venir. Los pueblos originarios me han ayudado a creer que es posible una Iglesia sinodal.
Hoy, gracias al don de Dios, esos indígenas anónimos con sus rostros pintados de mis años juveniles, tienen ahora nombres e historias de hermanos y hermanas de pueblos originarios amazónicos: Laura Vicuña Manso (Brasil), Patricia Gualinga (Ecuador), Anitalia Pijachi (Colombia), Jessica Patiachi, Delio Siticonazi y Belinda Jima (Perú) entre otros...
Por
eso, como Simeón, puedo decir: “Ahora Señor, según tu Palabra, puedes dejar a
tu siervo ir en paz, porque mis ojos han visto tu Salvación” (Lc 2, 29-30).
Comunidad Synodal-U
La Compañía de Jesús se une a personas de diversos rincones del mundo que quieren caminar juntas en su formación sinodal.