Una experiencia orante de encuentro, de atención al otro y de solidaridad
La hermana Nathalie Becquart es una religiosa
javeriana francesa elegida por el Papa Francisco para la subsecretaría de la
Secretaría General del Sínodo, como ayudante del cardenal Mario Grech. Desde
hace dos años y medio, recorre el mundo ayudando en Conferencias Episcopales,
diócesis y parroquias a asimilar el espíritu de la sinodalidad. Cuando finaliza
la primera sesión de la Asamblea General sobre la sinodalidad nos ofrece su
testimonio.

Hna. Nathalie Becquart, XMCJ.
Hna. Nathalie Becquart, XMCJ
Al acabar el sínodo que hemos vivido este mes, puedo constatar la alegría y la gratitud de los que han participado en la asamblea. De los frutos que estamos percibiendo al releer esta experiencia histórica e inolvidable, podemos deducir que el Espíritu ha estado muy activo.
Muchos han vivido una evolución desde el miedo hasta la confianza, y, a medida que pasaban las semanas, aumentaban la libertad para expresarse, la calidad de la escucha y la profundidad de los intercambios. Hemos vivido una verdadera fraternidad y, a lo largo de un proceso que hace crecer nuestra visión de la universalidad de la Iglesia (partiendo al mismo tiempo de las realidades locales) hemos palpado que es posible el don de la comunión más allá de nuestra enorme diversidad.
Quisiera
compartir aquí algunos elementos que me han impresionado, tras vivir este
proceso al servicio de la Secretaría General del Sínodo.

Antes de nada menciono la vigilia de oración Together y la dimensión ecuménica del Sínodo. Ésta ha quedado resaltada con la presencia de 12 representantes fraternales de otras Iglesias y comuniones cristianas, que nos han ayudado a poner de relieve el reto que supone la unidad de los cristianos en el mundo de hoy. Es gratificante sentir que estamos viviendo un “Kairós” ecuménico que nos llama a seguir avanzando por este camino.
La experiencia del retiro espiritual en Sacrofano ha dejado una profunda impresión en todos los participantes ya que creó un excelente clima de fraternidad, sencilla y alegre, basada en la oración. Durante estos tres días de vida compartiendo un mismo lugar, se creó un tipo de relación que tenía, como señas de identidad, la humildad, la escucha y el diálogo, y que impregnó el resto del sínodo y nos ayudó a experimentar que la Iglesia es una familia.
Otro
elemento clave ha sido la novedad del método y la disposición del espacio, con
mesas redondas en el Aula Pablo VI. Los animadores desempeñaron un papel clave al
introducir este método de “conversación en el Espíritu”, que pone a todos en
pie de igualdad y permite un proceso de discernimiento basado en la escucha
mutua. Se trata, sin duda, de uno de los mayores logros del Sínodo, que todos
deseamos seguir poniendo en práctica.

La oración y el silencio han marcado todos los debates. La liturgia y las celebraciones eucarísticas que hemos vivido juntos, la peregrinación hasta las catacumbas, el rosario y la ‘Oración por la Paz’ han ido celebrando y acompañando las distintas etapas de nuestro trabajo. Este Sínodo se ha visto traspasado, de manera particular, por los gritos de dolor de un mundo en crisis, que nos mueven a dar prioridad al servicio de los pobres y de las víctimas. Aunque hayamos pasado algún tiempo “recluidos”, lejos de los medios de comunicación, nos ha conmovido la realidad de los conflictos, la violencia y los problemas a los que se enfrentan tantos pueblos del mundo, que han tenido su reflejo en la Asamblea gracias a la presencia de delegados provenientes de esos países.
En
el corazón del Sínodo, me ha impresionado especialmente lo que he captado
subrepticiamente en el día a día: muchos gestos de solidaridad, discretos y
proféticos, hacia algunos participantes que vivían situaciones dramáticas. La
coincidencia en la misma mesa de un representante de Ucrania y otro de Rusia, la
relación y las improbables amistades que surgían entre personas que provenían
de contextos muy lejanos, el enriquecimiento mutuo que se daba entre los
obispos y los demás participantes, que vivían con gratitud la aportación tan positiva
de la presencia de mujeres codo con codo con los hombres, la humildad y la
humanidad de tantos participantes que me hicieron el obsequio de un momento de
conversación personal...

En definitiva, este Sínodo nos ha permitido poner en práctica el “a prioride la benevolencia” tan grato a los ignacianos, fomentando la acogida respetuosa de las diferencias de perspectiva y de puntos de vista modelados por la historia, el contexto y la cultura de cada uno. Ha significado un paso adelante en el camino hacia la sinodalidad, proporcionando más voz a la pluralidad de las Iglesias locales y de los continentes, y asumiendo con fuerza el reto de seguir adelante en el camino hacia la sinodalidad.
Al
término de esta asamblea, que ha puesto en práctica de manera concreta y gozosa
la corresponsabilidad misionera de los bautizados y bautizadas, no podemos sino
dar gracias a Dios por tantos participantes que se han atrevido a afrontar la
aventura de encontrarse y de discernir juntos durante todo un mes en Roma.


Comunidad Synodal-U
La Compañía de Jesús se une a personas de diversos rincones del mundo que quieren caminar juntas en su formación sinodal.