La formación del jesuita sigue siendo una prioridad
La serie anual de reuniones en la Curia se encuentra en fase acelerada. Durante la semana del 6 al 10 de noviembre, mientras unos quince Provinciales nombrados en los últimos meses vivían su segunda semana de iniciación a las relaciones con Roma, los seis delegados para la formación, uno por cada Conferencia, se reunían con el asistente del Padre General para la Formación, el P. Mark Ravizza.
Al comienzo de la reunión, el Padre General tuvo oportunidad de expresar sus esperanzas y deseos de que la Compañía pueda ayudar a crecer a sus miembros más jóvenes en todo el mundo. Pero hay que tener en cuenta múltiples aspectos: las diversas sensibilidades culturales, el equilibrio entre las etapas de formación que se viven en el propio ambiente y las que se viven en el extranjero, sin olvidar las cuestiones logísticas y administrativas.
Hemos
pedido al delegado para la formación de Asia-Pacífico, P. Riyo Mursanto, que
comparta con nosotros sus impresiones sobre la semana que ha pasado en la Curia
General.
El P. General Arturo Sosa abrió la sesión recordando que nuestro primer apostolado es la formación. Subrayó el papel tan importante de cada uno de los delegados de Formación, en las respectivas partes de la Compañía, en su ayuda al Superior General para abordar aquellos temas de formación que superan el límite de cada Conferencia. Afirmó que formación significa “probar”, es decir gustar, intentar, someter a prueba, experimentar y ver si los candidatos encajan en la vida y la misión de la Compañía de Jesús.
Todos quedamos impresionados por el cariño y la atención que el P. General dedica a
los jesuitas en formación repartidos por el mundo. En el momento presente en
Europa o en Norteamérica son menos numerosos que en la India, África y América
Latina. Donde más crece el número de novicios es en África y Madagascar. En
realidad, la disminución o el aumento del número de jesuitas en formación es
sólo una parte del escenario. Para nosotros, lo más importante es
proporcionarles la mejor formación posible y no sólo aumentar su número. Una
buena formación requiere mucho tiempo. Necesita transparencia. Tanto los
formadores como los ‘formandos’ tienen que aprender a ser indiferentes en la
búsqueda de la voluntad de Dios. Para que esto suceda no podemos descuidar el
acompañamiento personal, que debe continuar a lo largo de todo el camino, hasta
que el jesuita alcance la madurez en su vida como religioso jesuita. Podemos
considerar señales de que se va dando esta madurez si hay una fuerte relación
personal con Jesucristo, alegría de vivir y celo apostólico.
La preparación para ser enviado en misión lleva consigo una sólida formación humana. Parte de ésta es la madurez psicosexual, que capacita a un jesuita para ser digno de confianza a la hora de ejercer el ministerio y crear entornos seguros. En este aspecto trabajamos junto con toda la Iglesia para promover la cultura de la salvaguarda. Pero después de haber escuchado al equipo del proyecto PCCP (Promoviendo una Cultura Consistente de Protección), entendemos que no se trata de una simple llamada a poner en marcha programas de salvaguarda. Necesitamos promover una salvaguarda que tenga impacto social, que tenga como objetivo eliminar el abuso sexual en nuestros ambientes. Si queremos lograrlo tenemos que elaborar un plan de trabajo propio de cada etapa de formación. Y en este tema, como en muchos otros que constituyen problemas de formación que superan los límites de cada Conferencia, necesitamos compartir recursos, discernir en común, colaborar unos con otros y construir una red entre las distintas Conferencias.
Es
evidente que en estos momentos se está produciendo un cambio importante en las
casas de formación. Actualmente es una realidad que todo jesuita tendrá que
pasar gran parte de su larga formación lejos de su país de origen. Tendrá que
vivir la interculturalidad en países que no son el suyo, Este hecho debería
ayudarle a superar, ya durante la formación, las dificultades que nacen de
hábitos y culturas locales.
Desde mi puesto como delegado de formación para la JCAP, creo que es mucho lo que tenemos que hacer por nuestros jóvenes en formación en Asia-Pacífico, que son unos 700. Otras Conferencias como la JCCU y la JCEP han decidido redimensionar los centros de formación para garantizar la disponibilidad de buenos formadores jesuitas y compartir los recursos disponibles. La primera tarea que hemos de abordar en la JCAP es encontrar la mejor manera de proporcionar una buena formación filosófica, que ayude a nuestros jóvenes compañeros a comprender el contexto de su vida-misión en Asia-Pacífico. En segundo lugar, tenemos que asegurar que se construyen vías de eficaz colaboración entre los seis centros de teología que ahora existen. Otra preocupación importante es la de proporcionar acompañamiento a nuestros compañeros en la Misión, religiosos y laicos, que en su mayoría no son cristianos. La JCAP podría encontrar la manera de sacar partido a la rica herencia del budismo en las zonas septentrional y occidental de la Conferencia, y a la tradición musulmana en la zona meridional. Y tenemos que hacerlo todos juntos como colaboradores.
Finalmente,
durante la misa que celebramos en las habitaciones (camerette) de
San Ignacio, en el Gesù, pedimos la gracia de tener la valentía necesaria para
abrir nuevos caminos a la formación basados en una visión que trascienda las
fronteras de las Conferencias y alienten un espíritu de solidaridad.