De eco-preocupados a eco-activistas
Por Mark Mackey, SJ | Loyola
University Chicago – School of Environmental Sustainability, Provincia UMI
(Medio Oeste de los EE. UU.)
[De la publicación “Jesuitas 2024 - La Compañía de Jesús en el mundo”]
Acompañar a los jóvenes en su ansiedad medioambiental: una parte del trabajo de un hermano jesuita, profesor en el Instituto de Sostenibilidad Ambiental, en Chicago (Estados Unidos).
«¡Mamá, te lo dije, no voy a tener hijos! [pausa, escucha]. ¿Cómo puedo hacerlo? ¿Cómo puedo traer niños a este mundo? Ni siquiera va a quedar nada verde. Es demasiado tarde. Sería cruel.»
Este fue un fragmento de conversación que escuché
involuntariamente. Una estudiante visible y audiblemente alterada hablaba por
teléfono en el campus de la Universidad Loyola de Chicago. Era octubre de 2018
y el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de
la ONU acababa de publicar su último informe. El informe cubría los impactos
globales de un aumento de 1,5 °C por encima del periodo preindustrial y
cómo evitar los peores efectos del cambio climático. Algunas agencias de
noticias publicaron titulares como «El planeta solo tiene hasta 2030 para
frenar el catastrófico cambio climático, advierten los expertos». La gente
empezaba a prestar atención a estos informes sobre el cambio climático y, a
menudo, el encuadre y las conclusiones eran desesperanzadores.
¿Cómo podemos acompañar mejor a esta alumna? ¿Cómo podemos ayudarla a navegar por los titulares de los medios de comunicación? ¿Cómo podemos ayudarla a conocer los mecanismos y las graves consecuencias del cambio climático y, al mismo tiempo, a avanzar hacia un futuro lleno de esperanza? Estas fueron algunas de las preguntas que inspiraron mi tesis de máster en Espiritualidad Cristiana titulada En busca de una espiritualidad basada en la ecología que conduzca al acompañamiento espiritual y a la acción medioambiental. La terminé en 2020. Más o menos cuando regresé a Loyola en agosto de 2021 para enseñar a tiempo completo como profesor de ciencias medioambientales, la revista The Lancet Planetary Health publicó los resultados de una encuesta realizada a 10.000 jóvenes adultos de entre 16 y 25 años de 10 países (seis del norte global y cuatro del sur global). De los 10.000 encuestados, el 75% indicó que «el futuro es aterrador»; el 56% expresó que «la humanidad está condenada»; el 39% dijo que «dudaba en tener hijos». Al parecer, la estudiante estadounidense a la que había escuchado tres años antes no estaba sola.
En la primavera de 2022, impartí Eco-espiritualidad para actuar, una asignatura en la que los estudiantes tenían que explorar la interconexión de la creación a lo largo del tiempo (cosmología) y del espacio (ecología) a través de una lente espiritual. Al final del semestre, pregunté a cinco estudiantes prometedores de esta clase si estarían interesados en ayudar a poner en marcha un grupo de apoyo para la eco-ansiedad, tanto para ellos mismos como para otros estudiantes de la Loyola. Los cinco estudiantes aceptaron de buen grado, y así comenzó nuestro grupo. Nos hemos reunido una vez a la semana durante todo un curso escolar, y hemos percibido que el grupo nos ha aportado al menos cinco cosas: sentido de comunidad, solidaridad, un lugar donde desahogarse, espiritualidad y esperanza.
Empezamos cada reunión de una hora con diez minutos
para hacer té y ponernos al día informalmente, y esta construcción de comunidad
es tan importante como cualquier otro aspecto. Madeline Palmquist, estudiante
de tercer año de Ecología de la Conservación y la Restauración, dice: «Estudiar
ciencias medioambientales conlleva un peso diferente al de otras carreras, y
construir una comunidad para hablar de esa presión y estrés especiales ha sido
increíble». De esta comunidad surge la solidaridad. «Cuando empiezo a sentirme
abrumada por el estado de nuestro medio ambiente, este grupo ha sido una red de
seguridad para recordarme que no estoy sola en mis temores», añade la
estudiante de biología Sidney Ryans.
Nuestro grupo también proporciona un lugar saludable para desahogarse. La estudiante de Política Medioambiental Lori Cornelius reflexiona: «A menudo, cuando estamos sentados en nuestras clases de medio ambiente, tenemos que hacer como si no tuviéramos emociones y limitarnos a aceptar la fatalidad y el pesimismo. Con este grupo, siento que puedo expresar mis frustraciones y mi pena por la situación del mundo y sentirme escuchada, comprendida y apoyada». Carly Fournier, estudiante de máster en Ciencias Medioambientales, afirma: «Este grupo me ha sido útil porque me ha proporcionado un lugar donde detenerme y contemplar lo que puedo y no puedo controlar en la vida, en un sentido espiritual. Existe una necesidad imperiosa de que los estudiantes de carreras medioambientales tengan acceso a un espacio similar a este y espero que otras escuelas puedan montar también un grupo de ansiedad ecológica propio». Por último, este grupo aporta esperanza. «Salgo de cada reunión con una renovada sensación de esperanza que llevo al resto de mi semana», afirma Scotty Monteith, estudiante de segundo curso de Política Medioambiental.
Durante nuestra primera reunión, ocurrió algo
imprevisto. Alguien había escrito «eco-worriers»
[eco-preocupados] en la pizarra al principio de nuestra reunión, como posible nombre
del grupo. Al final de nuestra reunión, mucho más animados, un estudiante se
levantó y cambió algunas letras para que dijera «eco-warriors» [activistas ambientales]. Este ritual de cambiar eco-worriers por eco-warriors se ha convertido en la actividad de apertura y cierre
de cada reunión.