Beato Leonardo Kimura

Leonardo Kimura (1575-1619) era la primera persona que recibió las aguas del bautismo de San Francisco Javier cuando visitó la isla de Hirado en 1550. Los padres de Kimura se habían trasladado a Nagasaki, que se estaba convirtiendo en un centro cristiano. Leonardo nació allí, asistió a la colegio de los jesuitas y luego trabajó como catequista 14 años, acompañando a los jesuitas en sus viajes misioneros. A la edad de 27 años entró en la Compañía como hermano, siendo cocinero de la comunidad, sastre y pintor. Tras un corto período de tiempo retomó su papel como catequista itinerante.

El Hermano Kimura decidió no abandonar el Japón en 1614 cuando se decretó la expulsión de los misioneros extranjeros. Dos años duró su trabajo en solitario, intentando evitando escapar al arresto. Pero el 16 de diciembre fue capturado junto con un grupo de cristianos. Sus captores desconocían tener entre los prisioneros un jesuita, porque en el momento de su captura iba vestido como caballero acomodado. Durante el juicio el juez le ofreció el premio establecido, de 200 piezas de plata, si revelaba dónde se escondía algún sacerdote jesuita. Kimura respondió que él conocía un jesuita, pero que era hermano, no sacerdote. El juez rebajó la oferta a 100 piezas de plata, que era la cantidad normal, y Kimura le confesó que el hermano jesuita era él. Inmediatamente le enviaron a prisión, donde pudo encontrar cuatro compañeros, seglares arrestados por haber dado alojamiento a sacerdotes. Uno de ellos era su propio cuñado Andrés Tokuan. Su encarcelamiento duró casi tres años, durante los cuales Kimura instruyó a los carceleros y a los presos no cristianos en los fundamentos de la fe católica. Noventa y seis personas constituyeron una comunidad cristiana con tiempos fijos para la oración y la meditación. Finalmente, a mediados de noviembre de 1619, llevaron al hermano Kimura ante el gobernador, que no podía entender porqué no había abandonado Japón cuando el emperador declaró prohibido el cristianismo bajo pena de muerte. La confesión de fe que hizo Kimura llevó al gobernador a condenarle a morir a fuego lento. Sacaron a Kimura y sus cuatro compañeros a las afueras de Nagasaki, a la colina de la ejecución, y los ataron a estacas con leña apilada con cuidado de modo que no ardieran con demasiada rapidez. Kimura se mantuvo rezando y recitando el Evangelio hasta su muerte.

Mártires de Japón

Originalmente compilado y editado por: Tom Rochford, SJ

Traducción: Luis López-Yarto, SJ