Eucaristía al final de la sesión del Consejo Ampliado – Curia General, 10 de enero de 2020
¿Qué se ha cumplido de la profecía de Isaías?
Jesús regresa a Nazaret, donde fue criado, precedido de una fama que despierta la curiosidad de quienes lo conocieron como “uno de tantos” durante muchos años. Lucas evangelista hace notar que la diferencia estriba en que regresa “con el poder del Espíritu”. Por tanto, todas las miradas están pendiente de sus labios cuando se sienta para comentar el texto del profeta Isaías que acaba de proclamar.
"Y empezó a decirles: «Hoy les llegan noticias de cómo se cumplen estas palabras proféticas.»" El evangelista no trasmite completo el mensaje de Jesús sino la reacción de sus familiares y amigos reunidos en la sinagoga. “Tutti gli davano testimonianza ed erano meravigliati delle parole di grazia che uscivano dalla sua bocca.”
¿Qué se ha cumplido de la profecía de Isaías?, podemos preguntarnos: la opresión campea a lo largo y ancho del mundo hoy como ayer; los prisioneros aguardan su liberación y los ciegos aspiran todavía a ver… Se ha cumplido que ha sido ungido de modo que el Espíritu Santo se ha convertido en la única guía de la vida-misión de Jesús.
Mutatis mutandi, es lo que hemos experimentado como Consejo Ampliado y como cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús desde que el P. Adolfo Nicolás nos pidió escuchar las llamadas del Espíritu Santo como modo de preparar la Congregación General 36ª. Durante la misma Congregación General experimentamos, con asombro y gratitud, cómo fuimos guiados por el Espíritu, experiencia que se ha venido prolongando durante el proceso de discernimiento en común y asimilación de las preferencias apostólicas universales 2019-2029 de la Compañía de Jesús.
Asombro y gratitud que hemos hecho explícito durante estos días de reunión del Consejo Ampliado y que queremos, junto a la comunidad de la Curia General, expresar sacramentalmente en esta Eucaristía. No salimos de nuestro asombro al experimentar la paciencia y generosidad del Señor en llevarnos de la mano. Nos asombra ese amor que toma la iniciativa y nos regala capacidad de amar a su estilo, volteando la mirada a nuestros hermanos y hermanas oprimidos, prisioneros, ciegos… por las situaciones de pecado estructural y personal presentes en todas las dimensiones de la vida humana que amenaza la vida de la gente y del propio planeta tierra en el que habitamos.
Juntos queremos agradecer con corazón sincero cómo el Señor, con amorosa paciencia, nos ha ido acompañando y enseñando a ser guiados por el Espíritu Santo. El mismo Señor que entregó a su propio hijo para que todos tengamos vida en abundancia y nos acompaña todos los días a través de la presencia de su Espíritu nos ofrece pacientemente su gracia para que aprendamos a encontrar el camino, leer sus señales y dejarnos guiar por la ruta que lleva al pleno cumplimiento de su voluntad salvífica repetidamente proclamada por los profetas.
La primera carta de Juan nos habla de la “victoria” sobre el mundo, como también lo hace San Ignacio en la segunda semana de los Ejercicios Espirituales, cuando prepara al ejercitante para hacer su elección. La victoria proviene de nuestra fe en que Jesús -nacido de María en Belén, criado por María y José en Nazareth- es el Cristo, el Mesías de Dios anunciado por los profetas, de quien hemos recibido la redención y el perdón de los pecados.
"El que cree que Jesús es el Cristo, ha sido engendrado por Dios; y el que ama al engendrado, ama también al engendrado de él". La experiencia de ser amado gratuitamente por el Señor que nos lleva a reconocer ese amor, amando también nosotros a los seres humanos reconciliados en Cristo es la fuente de nuestra sensibilidad apostólica y nuestro compromiso al servicio de la misión de Cristo y su Iglesia.
La victoria por la fe va asociada a la misión de anunciar la Buena Noticia a los pobres. El amor de Dios se hace realidad en el amor a los seres humanos que se convierte en tarea misionera que lleva a entregar la propia vida para contribuir a la justicia, o sea, a la creación de un mundo fraterno en el que todos puedan encontrar las condiciones para una vida digna como hermanos y hermanas.
En esa misión, con otros y otras, de reconciliación y justicia estamos empeñados inspirados, iluminados e impulsados por las Preferencias Apostólicas Universales a través de las cuáles vamos aprendiendo a ser guiados por el Espíritu por caminos que no depende de nosotros abrir ni decidir. Son el “otro camino” que fue enseñado por el Espíritu a los Magos de Oriente para regresar a sus países a anunciar la Buena Noticia del nacimiento de Jesús Redentor.
Es una vida de oración la nos mantiene en contacto con el Dios-amor que alimenta nuestra fe, nos envía a anunciar la Buena Noticia a los pobres y participar en la misión de reconciliación de todas las cosas en Cristo. Nuestra Señora María de Nazaret y su esposo San José nos lleven de la mano como hicieron con Jesús para que se cumpla la profecía de la liberación, obra de Dios, en nuestra historia.