Al servicio de tres Generales: La misión del P. Lisbert D’Souza
El P. Lisbert D’Souza deja la Curia General al cabo de casi 16 años de servicio como Asistente del Padre General para la Asistencia de Asia Meridional. Pocos Asistentes, en la historia moderna de la Compañía, han asumido durante tanto tiempo ese tipo de responsabilidad. Y menos aún tuvieron la oportunidad de ofrecer sus consejos a tres Superiores Generales diferentes. Le preguntamos sobre su experiencia.
Padre Lisbert, ¿cuándo llegó a la Curia General y en qué circunstancias?
El P. Julian Fernandes, mi predecesor, podría haber continuado hasta la CG 35 después de casi 13 años de servicio meritorio, pero pidió ser relevado por razones de salud. Yo estaba al término de mi función como Provincial de Asia Meridional y Presidente de la Conferencia. El P. Kolvenbach me nombró Asistente Regional y Asistentead providentiam, uno de los cuatro Asistentes que supervisan la “vida” global de la Compañía. Llegué en septiembre de 2004 y asumí el cargo el 1° de enero de 2005. En la CG 36, ya me tocaba terminar. Sin embargo, el P. Sosa me pidió que me quedara. Y mi sucesor tomó el relevo el 3 de diciembre de 2019. ¡Las circunstancias, no la competencia, explican mi larga permanencia en el cargo!
¿Han evolucionado sus responsabilidades a lo largo de los años?
De hecho, sí. Con el P. Kolvenbach éramos sobre
todo Asistentes Regionales y algo secundariamente Consejeros Generales. Cuando
el P. Nicolás creó comités intra-Consejo, ello hizo que mi papel como Consejero
General fuera más prominente. El compromiso del P. Sosa de seguir con prontitud
los mandatos de la CG 36 (Preferencias
Apostólicas Universales, protección de menores, relación entre Superiores y
Directores de Obras, etc.) y la creación del Consejo General ampliado reforzaron
aún más el papel de Consejero General.
Usted ha servido como Asistente bajo tres Generales. ¿Cuál diría que fue la característica más llamativa de cada uno de ellos? ¿Qué es lo que más le ha inspirado de cada uno de estos tres hombres, el P. Kolvenbach, el P. Nicolás y el P. Sosa?
Destaca la vasta erudición del P. Kolvenbach manifestada en sus cartas. Su fenomenal memoria para las personas y contextos y su aguda comprensión de las complejidades hicieron que su orientación fuera extraordinariamente útil, ya que yo era nuevo en mi función. La cordialidad personal y la destreza práctica del Padre Nicolás me sirvieron de ejemplo. También su comprensión y aprecio por las realidades religiosas y culturales de Asia, y su apoyo a los teólogos asiáticos que se esfuerzan por desarrollar una teología propia. Con el P. Sosa, me siento estimulado por su firme compromiso social, que fluye de su profundo asentamiento en nuestra espiritualidad y tanto su orientación académica como su experiencia sociopolítica.
¿Hay algún momento especial que recuerde, una experiencia que haya tenido, aquí en la Curia que atesore por el resto de su vida?
En un retiro del Consejo,
el director usó la Autobiografía de Ignacio como guía. De repente, la devoción
de Ignacio a la Santísima Trinidad cobró vida en lo más profundo de mi ser.
Meditar cada mañana ante el icono de la Santísima Trinidad de Andrei Rublev, al
abrir mi ordenador, y repetir el Trisagio
(Santo eres tú, Dios...) a lo largo
del día me ha hecho más “contemplativo” de lo que era. Esta devoción me desafía
a salir de mí mismo en el amor, una disposición que me hace falta como
introvertido y a quien le cuesta ir más allá de mi zona de confort.
Durante estos últimos años, ¿hay alguna “Carta del General” o algún documento de la Compañía que le haya alimentado como jesuita y como Asistente del Padre General?
No me viene a la mente ningún texto. Sin embargo, he aquí algunas perspectivas que aprecio profundamente: La convicción de Ignacio de que Dios se dirige directamente a nosotros y que la eficacia apostólica no se deriva del esfuerzo humano sino de la mano omnipotente de Dios. La llamada del Padre Nicolás a buscar la profundidad espiritual, intelectual y humana. Y tres “dichos” del P. Sosa: Missio Dei, nunca “nuestra” (misión jesuita), vital para una auténtica colaboración; Vida-misión, no vida “y” misión que tiende a insinuar una distinción, sino una separación; Mantener las tensiones y no buscar nunca favorecer a uno sobre el otro (contemplación-acción, cuidado personal-atención apostólica, institucional-carismática/profética).
Por último, ¿qué consejo daría a los jesuitas que son nombrados a la Curia, para que puedan beneficiarse de esta experiencia y servir a la Compañía de la mejor manera posible?
“Consejo” es una palabra
demasiado grandiosa. Invito a estos jesuitas a disfrutar del privilegio de
estar en el centro de la misión de la vida de la Compañía, compartiendo los
éxitos y las luchas de nuestros compañeros en todo el mundo. Esta alegría
equilibra el cansancio que el volumen de trabajo puede causar. Además, valorar
la diversidad cultural de nuestra comunidad y su misión de hospitalidad. Los
jesuitas visitantes se llevan un profundo sentido de pertenencia a la Compañía
universal cuando nos encuentran amables y disponibles; tenemos nota alta.