El Padre Solinas, embajador de la reconciliación

El jesuita que acaba de ser beatificado en la región de Zanta, en el noroeste de Argentina, supo mostrar una disponibilidad poco común para el servicio del Evangelio. Aunque nacido en Cerdeña, el joven Juan Antonio Solinas ingresó en la Compañía de Jesús en Cagliari en 1663, estudió teología en Sevilla y, tras su ordenación en 1673, fue enviado a la Provincia del Paraguay, que abarcaba un territorio muy extenso (sur de Brasil, norte de Argentina, Uruguay y parte de Bolivia). Se dedicó a la evangelización y promoción social de los guaraníes.

En la carta enviada con motivo de su beatificación, el P. Arturo Sosa, Superior General, subraya los desafíos que podía representar dicha región - desde el sur de Bolivia hasta el noroeste de Argentina. Los distintos pueblos solían estar en conflicto entre sí. Las relaciones entre los colonos españoles y los indígenas eran tensas y los misioneros tenían que ofrecer el Evangelio en un contexto de injusticia y lucha, con una feroz resistencia de los pueblos indígenas y, por ello, con represión armada como respuesta.

En la carta escrita por el padre Sosa, el P. General recuerda en primer lugar el contexto del martirio del padre Juan Antonio Solinas, que dio su vida al servicio del Evangelio, junto con un sacerdote de la diócesis, Don Ortiz de Zárate, y varios fieles de distinta procedencia.He aquí algunos extractos.

Juan A. Solinas había manifestado que estaba dispuesto a evangelizar a estos grupos y quedarse allí con ellos, sin abandonarlos, dándoles “los alimentos necesarios y todos los otros beneficios posibles”. Efectivamente, según el testimonio de un contemporáneo, Solinas – abnegado, acostumbrado al sufrimiento, dócil y suave de carácter y muy querido por sus compañeros- “era ayuda para los pobres, a los que proveía sustento y vestido: médico para los enfermos, que curaba con gran delicadeza; y universal remedio de todos los males del cuerpo. Por esto los indios lo veneraban con afecto de hijos”. (...)

La expedición misionera organizada en 1683 por el P. Ortiz de Zárate intentaba establecer las paces con los grupos indígenas que habían asolado las fronteras de Jujuy y lograr la reconciliación entre criollos y pueblos originarios. Tres jesuitas formaban parte de la expedición que atravesó el valle del Zenta (actual Orán), al este de Jujuy: entre ellos el P. Juan Antonio Solinas. (...)

Cuando estaban celebrando la paz, se presentaron unos quinientos indígenas tobas, mocovíes y mataguayos, junto con varios caciques.Durante unos días los rodearon y los amenazaron. La mañana del 27 de octubre de 1683 los sacerdotes oraron y celebraron la eucaristía. Después hablaron de Dios con sus asediadores, en tono amistoso. Por la tarde, al parecer azuzados por hechiceros de sus clanes, los atacantes cargaron con flechas, lanzas, garrotes y macanas contra los misioneros y todos sus acompañantes, asesinándolos cruelmente. Tal como cuenta un aborigen de la misión que pudo escapar a caballo, cuando llegaron tropas españolas desde Salta dispuestas a hacer justicia, el P. Diego Ruiz se lo impidió: “Hemos venido a convertir infieles, no a matarlos”.

Los orígenes europeos del P. Solinas nos recuerdan cómo, desde siempre, la Compañía ha privilegiado como lugares de misión los más urgentes en cada tiempo, poniendo a su servicio la variada procedencia de los jesuitas que eran enviados, independientemente de la larga distancia –física, de usos y costumbres- que los separaba de sus puntos de destino. Su desprendimiento de hábitos adquiridos en la patria y su inculturación aquí o allá permitían una comunicación del evangelio que respondía a las necesidades y circunstancias de quienes lo recibían. Ello requería del misionero – como hemos visto con esta misión del Zenta – unas cualidades y virtudes que caracterizaban, entre otros, a Juan Antonio Solinas. Notas distintivas que en ningún caso se improvisan, sino que se generan y cultivan en el cuidado cotidiano del amor a Dios y al prójimo, ya desde la infancia y la formación del jesuita.

La fidelidad de estos mártires en perseverar en su empeño de reconciliación entre diversos grupos de la zona, llegando a la disposición a dar la vida por ello y a perdonar a sus agresores, nos permite comprobar su jerarquía de valores cristianos. Por otro lado, la atención conjunta a la persona de parte de Solinas y sus compañeros –como médicos del cuerpo y del alma– deja patente cómo la acción evangelizadora, conducida por la gracia de Dios, quiere responder a los anhelos de cada ser humano, comunicándole la vida integral que ofrece Jesucristo.

Se puede ver el vídeo de la celebración.

También el discurso del Provincial de la Provincia ARU (Argentina-Uruguay), el P. Rafael Velasco, cortesía del periódico regional, El Tribuno – Salta.

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[Courtesy of the regional newspaper, El Tribuno – Salta.]

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Publicado por Communications Office - Editor in Curia Generalizia
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