Oración de Pascua – Aprender a descubrir signos de Vida
Cuando estallan, tañendo a gloria, las campanas en la mañana de Pascua, pocos advertirán que su sonoro tañido celebra una Resurrección que apenas se hizo notar con un susurro. El comienzo fue modesto, con un signo negativo: el sepulcro vacío. Y como primer eco de la Resurrección de Cristo sonaron los sollozos de María Magdalena.
Luego, aquí y allá, va apareciéndose Jesús. De nuevo en forma humilde. Pocos lo ven y lo que ve es poco. Entre los discípulos, siempre hay quien duda. Y reconocerle les cuesta un tiempo a todos.
[De una meditación del P. Guy Delage, SJ]
Según
vamos saboreando el estilo siempre modesto del Señor, también en el curso de este
acontecimiento que ha significado tanta Vida para hombres y mujeres de todos
los tiempos, meditemos sobre el Exultet,
el Pregón pascual que se canta al comienzo de la Vigilia pascual.
Alégrense por fin los coros de los ángeles,
Alégrense las jerarquías del cielo,
y por la victoria de rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra, inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla,
que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo
con las aclamaciones del pueblo.
Porque éstas son las fiestas de Pascua
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Esta es la noche en que sacaste de Egipto,
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el Mar Rojo.
Esta es la noche en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
Esta es la noche
que a todos los que creen en Cristo, por toda la tierra
los arranca de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
los restituye a la gracia
y los agrega a los santos.
Esta es la noche en que,
rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó del abismo.
Esta es la noche de que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mi gozo.»
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
¡Qué noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano con lo divino!
Te rogamos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
para destruir la oscuridad de esta noche,
arda sin apagarse
y, aceptado como perfume,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
Jesucristo, tu Hijo,
que, volviendo del abismo,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina por los siglos de los siglos.Amén.