En Homs, Siria, el Padre Frans está todavía muy presente
El P. Frans era una persona extraordinaria: plenamente humana, plenamente viva. Era afectuoso y compasivo con todos. Con los jóvenes, fue una inspiración y un motivador, que nunca se cansaba de hacer senderismo, marchas y largas caminatas por el campo. Con los mayores, era un amigo y consejero, y a los pequeños les encantaba agarrarse a sus largas piernas. Para los musulmanes y los cristianos, para los ateos y los agnósticos, para los pertenecientes a diversos grupos y ritos religiosos, era un constructor de puentes, un conciliador, una persona que podía sacar lo mejor de todos. Para los débiles o perdidos, desde el punto de vista espiritual, era una fuente de fortaleza y un oyente lleno de paciencia.
El 6 de abril, cientos de personas de todas las condiciones sociales se reunieron en Homs para hacer memoria de Abouna (‘Padrecito’) Frans. Para muchos de los que beneficiaron de su influencia, era la primera vez que se reunían después de su muerte, hace ya cinco años, durante la guerra. En la homilía de la celebración eucarística, el P. Arturo Sosa, Superior General de la Compañía de Jesús, compartió con la asamblea una cita de la homilía del P. Frans durante su primera misa el 30 de mayo de 1971, allí donde dijo: “Sólo cuando mis manos están vacías puedo recibir realmente al otro”.
Fueron palabras proféticas de un hombre que, como su maestro Jesús de Nazaret, las vivió acogiendo a los demás con alegría y sin condiciones. El 7 de abril, quinto aniversario del martirio de Abu (‘Padre’) Frans, cientos de personas también se reunieron en la iglesia jesuita de San José en Beirut para una Eucaristía especial de acción de gracias presidida asimismo por el Padre Arturo Sosa.
Abouna Frans es un bálsamo calmante para nuestro mundo roto y fragmentado. Su voz era la de la reconciliación y la paz. Trascendió los estrechos confines de la religión y los rituales; cada persona era para él una hermana o un hermano, un ser humano. Él les transmitió a todos un sentido y un propósito en la vida. Los acompañaba, los conducía y les comunicaba amor. Y, finalmente, como Jesús, dio su vida por su pueblo y por un bien mayor. ¡Él continúa vivo en los corazones y mentes de muchos!
Lea la
homilía del Padre General.
Lea la
charla del P. Arturo Sosa en ocasión de la conmemoración del 5º aniversario del martirio del P. Frans van der Lugt.