Casi todos los miembros del Sínodo que acaba de tener lugar en Roma estaban directa o indirectamente vinculados a la región amazónica. Sin embargo, hubo algunas excepciones. El Papa Francisco había nombrado al P. Rigobert Minani, jesuita congoleño, como uno de los auditores. Rigobert es el coordinador de la Red Eclesial de la Cuenca del (río) Congo. Al final del Sínodo, le hicimos algunas preguntas.

Padre Rigobert, ¿qué le llevó a participar en el Sínodo sobre el Amazonas?

He participado como coordinador de la Red Eclesial de la Cuenca del Congo (REBAC). En Laudato Si’ (n° 38), el Santo Padre identifica esta región como el segundo pulmón del planeta. En respuesta a la llamada del Papa a salvar nuestra casa común, el Apostolado Social de los jesuitas de África, en concertación con la Comisión de Justicia y Paz de SECAM (Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar) y Caritas África, había tomado la iniciativa en octubre de 2015 de crear dicha red. Desde entonces, ando coordinando la iniciativa. Esto es lo que me ha valido el privilegio de ser nombrado por el Santo Padre.

Usted está especializado en ciencias políticas; ¿cómo es que el Sínodo sobre el Amazonas, una iniciativa de la Iglesia Católica, tiene una dimensión política?

El Santo Padre había afirmado en Laudato Si’ que hoy “un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (n° 49).

Además, desde la publicación de esta encíclica, el tema del ambiente ha ocupado un lugar prioritario en la agenda política de los líderes mundiales. Este sínodo también se ha celebrado menos de dos meses antes de la COP 25, que tendrá lugar en diciembre en Chile. Los líderes políticos mundiales hicieron promesas durante la COP 21 en París en diciembre de 2015. Estas promesas anunciaban el desarrollo de políticas para combatir el calentamiento global. Muchas promesas no se han cumplido. Por el contrario, algunos países simplemente han salido del acuerdo de París y están poniendo en peligro el esfuerzo mundial para salvar el planeta. En el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) se pide a los países que realicen esfuerzos adicionales. Hoy la opinión mundial se centra en el Vaticano y espera que las resoluciones del Sínodo abran un nuevo camino para una ecología integral. Que la Iglesia pronuncie una palabra fuerte que movilice a los líderes mundiales para que elijan la vida y no la muerte. Por todo ello, este sínodo tiene una dimensión política de primer orden y podría ser una oportunidad para el futuro del planeta.

¿Qué paralelismos puede establecer entre lo que se ha dicho, lo que ha aprendido sobre la región amazónica, y la situación en la cuenca del río Congo?

La cuenca del Congo tiene los mismos problemas que el Amazonas. Ambas regiones se ven confrontadas a la presión de empresas mineras y forestales. Éstas causan los mismos estragos. Se trata principalmente de la expropiación de tierras a los autóctonos, de la contaminación de las aguas, de la destrucción de viviendas y de la vida social de las poblaciones. También este sínodo ha afirmado con razón que la Amazonia es campo de batalla. Añadimos que la Cuenca del Congo es, además, tierra devastada. Durante más de un cuarto de siglo, ha sido víctima de la violencia y la guerra alimentadas por la minería y otras causas. En la República Democrática del Congo, más de 6 millones de personas han muerto en guerras. En la República Centroafricana y en el Sudán meridional, esto ni siquiera se ha calculado todavía. Esperamos que este sínodo sea solidario con todas las Iglesias que se enfrentan a fuerzas depredadoras.