Un llamamiento a la justicia social en la economía digital
Por Cedric Prakash SJ*
El Día Mundial de la Justicia Social (20 de febrero) se celebra este año en circunstancias extremadamente difíciles en todo el mundo. Los primeros indicios y casos de la pandemia ya se habían apoderado de algunas regiones del mundo en diciembre de 2019; pero no fue hasta después de mediados de febrero de 2020 cuando la gravedad de la situación se hizo realidad. Los gobiernos de todo nuestro planeta y las agencias de la ONU, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), se pusieron en marcha. El esfuerzo concertado no pretendía sólo frenar las muertes o contener la pandemia de COVID-19, sino que también y sobre todo buscaba encontrar prevenciones y curas eficaces para hacer frente a lo que se considera el virus más mortífero que ha afectado a la humanidad en los últimos tiempos.
Se bloquearon países
y ciudades; se interrumpieron los viajes internacionales y nacionales; se
cerraron fábricas, oficinas e instituciones educativas. Toda la vida rutinaria
normal, que la mayoría daba por sentada, se vio deplorablemente alterada o se
detuvo por completo. Las economías, sobre todo las de los países más pobres,
quedaron destrozadas. Desde hace casi un año empezó a surgir una “nueva
normalidad”: se llama “teletrabajo”; en pocas palabras, significa que hay que
tener un dispositivo digital: ya sea un ordenador o un teléfono inteligente y,
por supuesto, una amplia y estable conectividad a Internet. Así, millones de
personas descubrieron un cierto remedio: los estudiantes tenían clases en
línea, los debates e incluso las reuniones oficiales tenían lugar a través de videoconferencias.
Sin embargo, esta nueva forma de trabajo para muchos está planteando toda una serie de retos y preocupaciones: ¿qué pasa con aquellos cuyas vidas y medios de subsistencia se centran en el trabajo físico diario: trabajadores en una obra de construcción o, pongamos por caso, un vendedor ambulante? ¿Qué pasa con los que no pueden permitirse comprar uno de esos sofisticados aparatos o no tienen acceso a una buena conectividad? Aunque la pandemia ha creado entornos de trabajo a distancia mediante plataformas digitales, también ha provocado una brecha digital, ya que existen varios factores que influencian negativamente las ofertas laborales. Resulta pues apropiado que el tema elegido para el Día Mundial de la Justicia Social haya sido “Un llamamiento a la justicia social en la economía digital”, con el fin de abordar dichos desafíos y preocupaciones.
En la introducción
del tema se afirma que “la economía digital está transformando el mundo del
trabajo. En la última década, la expansión de la conectividad de banda ancha,
la computación en la nube y los datos han llevado a la proliferación de
plataformas digitales que han penetrado diversos sectores de la economía y la
sociedad. Desde principios de 2020, las consecuencias de la pandemia de
COVID-19 han llevado a acuerdos de trabajo a distancia y han permitido la
continuación de muchas actividades empresariales, reforzando aún más el
crecimiento y el impacto de la economía digital. La crisis también ha dejado al
descubierto y ha exacerbado la creciente brecha digital al interior de cada
país y entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo, sobre
todo en lo que respecta a la disponibilidad, la asequibilidad y el uso de las
tecnologías de la información y la comunicación y el acceso a Internet, exacerbando
por ello las desigualdades existentes”.
No cabe duda de que la economía digital tiene algunos aspectos positivos, y se puede seguir insistiendo hasta la saciedad en algunos de los beneficios obtenidos gracias a las plataformas digitales en esta era moderna. Por desgracia, una mirada objetiva y más desapasionada a la realidad, mostrará claramente el impacto negativo que tiene sobre millones de personas.
El trabajador ordinario es el más afectado por la economía digital. Una de las imágenes más entristecedoras de las pantallas de televisión y de los medios de comunicación impresos es, en el momento álgido de la pandemia, la de los trabajadores migrantes de todos los estados del sur de la India que regresan a pie desde las grandes ciudades a sus hogares en las zonas rurales,. Se trataba de hombres y mujeres para los que las plataformas digitales no significan absolutamente nada.
No en vano, el Papa
León XIII, en su innovadora encíclica de 1891, Rerum Novarum, escribió que “cuando se trata de defender los
derechos de las personas, los pobres y los que están en mala situación tienen
derecho a una consideración especial. La clase más rica tiene muchos medios
para protegerse y necesita menos la ayuda del Estado, mientras que la masa de
los pobres no tiene recursos propios en los que apoyarse y debe depender principalmente
de la ayuda del Estado”. Cien años más tarde, en 1991, Juan Pablo II, en su
encíclica Centesimus Annus, dijo: “La
justicia no se alcanzará nunca plenamente si no se ve en el pobre, que pide
ayuda para sobrevivir, no una molestia o una carga, sino una oportunidad de
mostrar bondad y una posibilidad de mayor enriquecimiento”.
El pasado mes de mayo, el Papa Francisco se refirió con mucha fuerza a la situación de los trabajadores inmigrantes diciendo: “Quiero defender a todos los trabajadores explotados e invito a todos a convertir la crisis (la pandemia) en una ocasión para volver a poner en el centro la dignidad de la persona y la dignidad del trabajo”.
La economía digital, por tanto, ha puesto sobre la mesa plétora de problemas relacionados con la justicia; una realidad similar surgió a raíz de la revolución industrial. La ONU espera que la conmemoración de este año del Día Mundial de la Justicia Social apoye “los esfuerzos de la comunidad internacional por buscar soluciones para lograr el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, la promoción del pleno empleo y el trabajo decente, la protección social universal, la igualdad de género y el acceso al bienestar social y la justicia para todos”.
Para hacer realidad este elevado ideal se necesitará, sin duda, no sólo una voluntad política, sino también la colaboración activa y el compromiso de todas las personas de buena voluntad.
* Cedric Prakash, jesuita de la Provincia de
Gujarat, es un escritor y activista en favor de los derechos humanos, la
reconciliación y la paz.