Jueves Santo: Eucaristía y servicio son inseparables
El Coronavirus saca a la luz todas las trivialidades de las que nos habíamos rodeado y que tenían la apariencia de ser necesarias para vivir. La necesidad más esencial es comer. El Jueves Santo, día en el que Jesús instituyó la Eucaristía, no tiene otra finalidad que la de confrontarnos con lo esencial. (Guy Delage, SJ)
San Pablo escribió a los cristianos de la ciudad de Corinto:
Yo he recibido del Señor lo que a mi vez les he transmitido. El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió diciendo: “Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía.” De igual manera, tomando la copa, después de haber cenado, dijo: “Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban háganlo en memoria mía.” Fíjense bien: cada vez que comen de este pan y beben de esta copa están proclamando la muerte del Señor hasta que venga.

Y luego, lo esencial está
también en lo que sigue a la comida, una vez que hemos cogido fuerzas: el
servicio. El Jueves Santo, el evangelio no habla de la institución de la
Eucaristía en sí, sino del relato del lavamiento de los pies en el evangelio de
Juan. Este gesto simbólico es sólo la otra cara de la Eucaristía, que es un
don, un servicio gratuito, un signo de amor perfecto que orienta hacia los
demás, y a amarlos “hasta el final”. Jesús se hace servidor y nos revela su
modelo de liderazgo: estar atento a lo que falta, hacerse disponible,
despojarse y estar presto y presuroso para el servicio. (Norbert Kabukapua, SJ)
