Unos acontecimientos transformadores y enriquecedores
El Centro espiritual de Penboc’h en Bretaña
Por la comunidad de
residentes de Penboc’h - Provincia de Europa occidental francófona
[De la publicación "Jesuitas 2021 - La Compañía de Jesús en el
mundo"]
En la ciudad de Vannes, en la Bretaña francesa, se
abría en 1663 una casa totalmente dedicada a retiros, la primera del mundo. El
iniciador y principal responsable fue el jesuita Vincent Huby. En ella se daban
Ejercicios a grupos de centenares de hombres, unas veinte veces al año. Esta
primera casa de retiros desaparecerá con la supresión de la Compañía de Jesús.
Habrá que esperar hasta 1975 para que vuelva a tomarse el relevo de este tipo
de misión ya clásica para la Compañía. El colegio jesuita de Vannes dejó libre
una gran casa de vacaciones, construida en un lugar de ensueño a orillas del
Golfo de Morbihan («pequeño mar» en lengua bretona), en un lugar conocido como
Penboc’h. Se aprovechó la oportunidad para volver a crear un centro espiritual.
Durante las cuatro décadas siguientes, la actividad principal del Centro serán
los retiros clásicos, centrados en los Ejercicios espirituales, pero con el
paso del tiempo, cada vez hay menos personas receptivas a una propuesta de este
tipo.
A partir de 2013, comienzan dos años de reflexión sobre el futuro de Penboc’h; una reflexión intensa y abierta en manos de un grupo formado por personas de diferentes sectores y que conducirá al Provincial, Jean-Yves Grenet, a proponer unas nuevas orientaciones complementarias: abrir la casa a las fragilidades y a las pobrezas, e incluir al mundo profesional, económico, político. Siguiendo esta misma perspectiva, el Provincial desea que se hagan dos experiencias nuevas: una comunidad mixta de residentes viviendo en el mismo centro – jesuitas, religiosas y laicos – así como un director laico a la cabeza del Centro espiritual.
De esta manera, llegamos a la casa en septiembre de 2015: descubrimos un lugar mágico a orillas del Golfo de Morbihan, empezamos a conocernos mutuamente, y también a los empleados y voluntarios – acompañantes espirituales, guías y formadores de sesiones – que llevaban ya años trabajando en el centro.
La misión, siguiendo la intuición del Provincial, nos
empuja a reflexionar sobre nuestras competencias y nuestros gustos. Poco a
poco, se van repartiendo las responsabilidades de cada uno; los tiempos de
oración y de celebración forjan la vida comunitaria, pero también y sobre todo,
la vida diaria compartida y el aprendizaje del respeto de nuestras diferencias.
La cohabitación hombre/mujer, el bagaje de cada uno y los diferentes estados de
vida enriquecen progresivamente nuestra manera de mirar el mundo y nuestro
propio camino de fe.
Abrirnos a las fragilidades nos sacude y nos permite tomar consciencia, poco a poco, de que las fragilidades no son un fin en sí mismas, sino que acogerlas se convierte en símbolo de fraternidad. Esas fragilidades transforman todas nuestras actividades, retiros, sesiones, fines de semana, jornadas, a través de los testimonios de personas felices al sentirse reconocidas por lo que son y por sus necesidades.
Después de tres años de una dinámica ascendente, es
preciso deslocalizar el Centro para realizar una profunda renovación de los
edificios debido a su vetustez y a la evolución de las normas de seguridad y de
accesibilidad de personas con movilidad reducida. Esa mudanza y la instalación
en unos locales provisionales, ligeramente sórdidos, tierra adentro, es para
nosotros un tormento. Gracias al apoyo de numerosos voluntarios, logramos hacer
de esos locales un lugar acogedor que irradia fraternidad. Esos momentos de
adversidad cimentan nuestra comunidad.
Por esa misma época, la encíclica Laudato Si’ va abriéndose camino, instándonos a emprender, individual y colectivamente, un camino de conversión y de cuidado de nuestra casa común. Nos incita a plantearnos cómo vivir esa conversión en todas las actividades del Centro, incluso en su funcionamiento mismo. De esta manera, empezamos a buscar maneras de integrar las enseñanzas de Laudato Si’ en los retiros y en las sesiones basadas en los Ejercicios; renovamos nuestros circuitos de abastecimiento utilizando canales más cortos; investigamos la posibilidad de implantar huertos compartidos en el Centro; etc.
Aprovechamos ese tiempo de sentirnos «apartados», en
el interior, para hacer una relectura de los tres primeros años según las
orientaciones del Provincial, sin abandonar por ello nuestras actividades. Todos
participan en la reflexión: voluntarios, empleados, comunidad, consejo de
administración, amigos de Penboc’h; dura 18 meses y permite a cada cual
expresar las gracias recibidas, los obstáculos con los que se ha encontrado,
así como sus deseos e ideas para el futuro.
En febrero de 2019, tras una consulta universal, el Superior General de los jesuitas promulgaba las nuevas Preferencias Apostólicas de la Compañía. Una vez más, buscamos cómo integrar esas nuevas preferencias a nuestro ejercicio de relectura para ver cómo podíamos apropiárnoslas en el ejercicio de nuestra misión, ampliándola sin que ello nos lleve a agotar nuestras fuerzas.
En resumen, equipo nuevo, vida comunitaria experimental, orientaciones nuevas, mudanzas, Laudato Si’, acogida de numerosas fragilidades... son acontecimientos que nos han zarandeado y siguen haciéndolo, ayudándonos a transformar unas realidades a menudo difíciles en un alimento más espiritual que sea el fundamento del alma de este Centro.
Llegada la primavera de 2020, una vez finalizadas las
obras, por fin podemos regresar al «verdadero» Penboc’h. Y volvemos a él
transformados por todos esos momentos intensos y a veces difíciles,
enriquecidos por los numerosos encuentros y llenos de confianza en nuestra
capacidad de transformar y dejarnos transformar, totalmente conscientes de que
no somos nosotros quienes controlamos los acontecimientos.