El nuevo Beato jesuita Philipp Jeningen – ¿Puede decirnos algo todavía?
De Anton Witwer, SJ, antiguo Postulador de la Compañía de Jesús
La beatificación de una persona que murió hace más de 300 años, hace que nos preguntemos inmediatamente ¿por qué? ¿Qué le queda por decirnos? ¿Cuál es su mensaje y qué significa su beatificación para nuestros contemporáneos? Por otra parte toda beatificación debe responder a los deseos de la población cristiana y aportar algo a nuestra profundización en la vida de fe.
Esos deseos se manifestaron claramente durante
la celebración de la beatificación del P. Philipp Jeningen, presidida por el
arzobispo de Luxemburgo, Card. Jean-Claude Hollerich, S.J., en la que la
participación de fieles, reunidos en la plaza frente a la Basílica de San Vito,
donde está enterrado el Padre Philipp, fue muy amplia. El Card. Hollerich resumió
bien en su homilía lo esencial y característico del Padre Philipp con estas
palabras: su alegría era la fe en Dios.

La importancia que tiene el beato Philipp Jeningen para el hombre de hoy se nos revela cuando conocemos la relación que tenía con Dios y que fue moldeando toda su vida: su testimonio de fe, su manera de tratar a la gente y de ponerse a su servicio. Su fe hizo que el deseo de ser jesuita germinara en él desde muy joven, aunque no se hizo realidad hasta los 21 años, cuando entró en el noviciado de Landsberg. La misma fe le impulsó a pedir al P. General en numerosas cartas que le enviara a las misiones. Una fe que impulsó luego su incansable servicio pastoral.
Desde 1680 hasta su muerte, el 8 de febrero de
1704, y muy especialmente en Ellwangen, el Padre Philipp se manifestó como un
verdadero “misionero del pueblo”: recorría las aldeas de la región en busca de
personas a las que testimoniar el amor de Dios, consolarlas y aumentar su
esperanza y confianza en Dios. Vivió el seguimiento del Señor crucificado, como
un “humilde peregrino”. Mostraba así a los demás el camino de la fe
recorriéndolo junto a ellos.

Cuando lo llamaban “el buen Padre Philipp”, no se referían sólo a su ayuda inmediata en cualquier aprieto, sino sobre todo a su condición de “hombre de oración”, de intercesor por todos aquellos que le confiaban sus necesidades. No hizo grandes cosas que le hicieran gozar de especial fama, pero era muy querido y considerado “el buen Padre Philipp” por su sencillez de vida y su forma de vivir la fe, accesible a todos los que pedían su ayuda o su oración.
La veneración del nuevo Beato comenzó poco
después de su muerte y sobrevivió además a la supresión de la Compañía de
Jesús. La imagen del “buen Padre Philipp” ha permanecido viva entre los
habitantes de Ellwangen, como demuestran las numerosas gracias que tantos
reciben y narran con devoción hasta el día de hoy, pero sobre todo el milagro atribuido
a su intercesión y reconocido por la Iglesia. El juicio del milagro puso de
manifiesto no sólo la especial devoción de la familia del que recibió la
curación por intercesión del beato Philipp Jeningen, sino la gran veneración de
que goza en toda la región de Ellwangen. Los lugares más señeros donde se le
venera son su tumba, en la basílica de Ellwangen, y el santuario mariano del
monte Schönenberg, donde desarrollaba su labor pastoral entre los peregrinos.

En la víspera de la
beatificación, se recordó el camino que el beato Philipp Jeningen recorría
tantas veces la región rezando por las personas necesitadas con una “procesión
de antorchas”, desde Schönenberg hasta la basílica de Ellwangen. Así se celebraba
que el beato había significado realmente “luz de fe” para muchas personas. La
fiesta de su beatificación nos hizo recordar el ejemplo de su fe y fue un claro
testimonio de que la luz del buen padre Philipp brilla todavía. El ejemplo de su
vida tiene fuerza para iluminar la fe de los creyentes y animar a los que han
perdido la esperanza y a los que, en su sufrimiento, invocan su intercesión.