¿Por qué consagrar la Compañía al Corazón de Jesús?
Por Xavier Jahan, SJ
Santuario del Sagrado Corazón - Paray-le-Monial (Francia)
La renovación de la consagración de la Compañía de Jesús al Corazón de Jesús nos invita a reflexionar sobre la importancia de la devoción al Sagrado Corazón en nuestras vidas. Quizá, para muchos, puede que parezca de otra época, o quizá simplemente anticuada. Es, sin embargo, un buen momento para superar esos prejuicios o imágenes negativas que pueden ser una barrera, y redescubrir cómo esta devoción nos hace llegar a lo más vivo de nuestra fe.
Ya que
el Padre General Arturo Sosa se basa en la oración de Pedro Arrupe de 1972,
dejémonos guiar e iluminar por algunas citas de la conclusión de una conferencia
de febrero de 1981 que el P. Arrupe dirigió a los jesuitas, poco antes de la
trombosis que lo sumiría en un gran silencio por el resto de su vida.
El símbolo natural del amor es el corazón. De ahí que el Corazón de Cristo sea el símbolo natural para representar e inspirar nuestra espiritualidad personal e institucional, llevándonos a la fuente y a lo más hondo del amor humano-divino de Jesucristo.

En efecto, la devoción al Sagrado Corazón es la
devoción de toda la Iglesia, que permite a cada bautizado sumergirse en lo
profundo del misterio de Dios a través del símbolo que resume, recoge y unifica
todo el núcleo de la persona: su corazón. Es todo el significado bíblico de la
noción de corazón lo que se recoge aquí. El Papa Francisco, con motivo del Año
Jubilar de la Misericordia, lo recordó en estos términos: “del corazón del Hijo
brota la misericordia del Padre”. Volvamos al Padre Arrupe:
Desde mi noviciado, siempre he estado convencido de que en la llamada "Devoción al Sagrado Corazón" está encerrada una expresión simbólica de lo más profundo del espíritu ignaciano y una extraordinaria eficacia, tanto para la perfección propia como para la fecundidad apostólica.
En otras palabras, la experiencia del Corazón de
Jesús se encuentra al nivel más profundo de la experiencia ignaciana,
especialmente en la dinámica de los Ejercicios Espirituales. Llegar a dicho corazón
es como llegar al inicio de una reacción nuclear, que luego evoluciona a una
reacción en cadena y es la fuente de auténticas transformaciones que cambian el
mundo. Benedicto XVI utilizó esta imagen en la JMJ de 2005. Es la dinámica de
la ofrenda eucarística en la que cada persona se ve llamada a dejarse conformar.
Así lo dice una de las plegarias eucarísticas: “Que el Espíritu Santo nos
transforme en ofrenda permanente...”. Hacer de la propia vida una ofrenda, una
eucaristía viva, como la de Jesús, es a lo que conduce la verdadera devoción al
Sagrado Corazón. No es poca cosa.
En esta devoción tengo una de las fuentes más entrañables de mi vida interior.

El P. Arrupe nos invita a hacer lo mismo. Esto
es lo que dirá varias veces en la conclusión de este discurso. Cuando vemos la
fecundidad de su vida, sólo podemos desear ser irrigados a nuestra vez, de la
misma manera. Pero eso depende sobre todo de nosotros mismos.
En las circunstancias actuales, el mundo nos ofrece desafíos y oportunidades que sólo con la fuerza de este amor del Corazón de Cristo pueden encontrar plena solución.
Cuánto más hoy, y quizá más que nunca, ante los
desafíos globales (paz, clima, biodiversidad, refugiados, etc.). Lejos de
hundirse en el nihilismo o en la desesperación suicida, hay un camino, ciertamente
estrecho, pero real y seguro: es el camino escueto hacia y desde el Corazón de Jesús.
Que la renovación de esta consagración nos estimule y nos ayude a encontrar dicho
camino y a comprometernos a seguirlo.
Y dejemos a Pedro Arrupe la última palabra:
No caigamos en la presunción de creernos superiores a una devoción que se expresa en un símbolo. No nos unamos a los sabios y prudentes de este mundo a quienes el Padre oculta sus misteriosas realidades, mientras se las enseña a quienes son o se hacen pequeños. Tengamos esa sencillez de corazón que es la primera condición para una profunda conversión.