Ser novicio es estar llamado a conocerse mejor interiormente
El 13 de noviembre es la fiesta de San Estanislao Kostka, patrón de los novicios jesuitas. Este joven polaco ya quería unirse a los jesuitas a los 14 años, pero no admitían candidatos tan jóvenes. Sin embargo, a los 17 años, en 1567, y a pesar de la oposición de su familia, comenzó su noviciado en Roma. Murió de malaria diez meses después. Ya era famoso por la calidad de su vida espiritual y su compromiso con Cristo.
Hemos
pedido a un novicio de segundo año de la Provincia de las Antillas, José Javier
Rodríguez, que nos cuente su experiencia en el noviciado de Santiago de los
Caballeros, en la República Dominicana. Es dominicano y tiene 33 años de edad.
José Javier, ¿cuál fue el factor principal que te hizo elegir entrar en el noviciado de los jesuitas?
Hace varios años tuve una experiencia de encuentro profundo y personal con el amor de Dios que me movió cada vez más a conocerlo, amarle y servirle a profundidad. Esto me generó muchas inquietudes vocacionales. A raíz de aquello, el Señor Jesús me concedió la gracia de encontrarme con la Compañía de Jesús. La cual me brindó de manera incondicional un acompañamiento centrado en Cristo, en pos de que yo pudiera discernir mi vocación a la vida religiosa, a la cual me sentía inclinado. Dicho discernimiento me arrojo muchas luces en cuanto al llamado que desde la eternidad Él soñó para mí: el de servir al Rey Eternal como un sacerdote consagrado a su servicio y al prójimo, lo cual considero como mi “Principio y Fundamento”.
Fue
en esta comunidad de amigos en el Señor donde pude discernir con más claridad
la propuesta de vida que Dios me hacía y donde me dio a entender que puedo
poner a producir para el servicio de los demás. Comunidad con la cual me he
sentido identificado, acogido y en familia. Como respuesta a ese llamado, el
pasado año 2021 decidí dar un paso más en concreto, solicitando mi entrada al
noviciado.
Desde que entraste en el noviciado, ¿cuál ha sido tu mayor o mejor sorpresa?
Diría que mi mayor sorpresa ha sido el conocerme cada vez más interiormente, pues pensaba que ya me conocía lo suficiente. El noviciado es una continuidad del discernimiento vocacional, es un espacio que te descoloca (para bien), te confronta, interpela y te hace salir de tu zona de confort, de lo que tenías por seguro y dabas por sentado. Te mueve a revisar desde Cristo y con Cristo tus afectos y oportunidades de mejora y te impulsa a dar el “magis”, a ser más libre para Él. La experiencia del noviciado me ha hecho reconocerme aún más vulnerable y necesitado de Dios.
¿Qué es lo más difícil en ser un novicio?
Debido
a mi edad y al hecho de que tenía una vida profesional y laboral activa con
años de experiencia, independencia y autonomía en mis decisiones; me ha sido
algo difícil el pasar del individualismo a dinámicas comunitarias donde se
guarda cierta dependencia de los superiores y de los hermanos de comunidad.
Pues ahora debo consultar mis decisiones y ampliar mis horizontes para pensar
más en colectivo. Es saberse menos autosuficiente y más necesitado de los
demás.
El noviciado de las Antillas lleva el nombre de San Estanislao Kostka: ¿cómo puede inspirarte este joven polaco del siglo XVI?
Me
interpela mucho su determinación, su
entereza y su devoción. El cómo él permaneció firme en su decisión de seguir a
Jesús a pesar de las dificultades que se le presentaron. Es un testimonio que
te inspira a seguir a Cristo pase lo que pase, cueste lo que cueste.