Una reflexión de Midhun J Francis Kochukallan, SJ

Hace unas semanas, el Papa Francisco participó en un encuentro en Bahrein, un país de islas en el Golfo Pérsico, con una población mayoritariamente musulmana.

Toda visita apostólica del Papa Francisco comporta un encuentro con los jesuitas que trabajan en el país. El Papa les anima a llevar a cabo su misión en el contexto específico de esa región. Pero no hay jesuitas en Bahrein. ¿Podrían extraerse algunas ideas de sus gestos y palabras para los jesuitas y la más amplia “familia ignaciana”? Sí; lo que el Papa Francisco hizo y dijo allí es muy pertinente para la “misión de reconciliación y justicia” de los jesuitas en nuestros días. El Decreto 5 de la 34ª Congregación General de la Compañía de Jesús, titulado “Nuestra misión y el diálogo interreligioso”, afirma: “Nuestra experiencia en el servicio de la fe y la promoción de la justicia a lo largo de los últimos veinte años ha llevado a muchos de nosotros a estrechar sus contactos con creyentes de otras religiones. Ello nos ha ayudado a respetar la pluralidad de religiones como respuesta humana a la obra salvífica de Dios en pueblos y culturas” (CG 34. D5).

El apóstol de la paz en la tierra de Arabia

Durante su Viaje Apostólico a Bahrein, el Papa Francisco intervino en el Foro de Bahrein para el Diálogo, una conferencia sobre “Oriente y Occidente para la Convivencia Humana”. El Santo Padre subrayó que “cada encuentro y cada acontecimiento pueden ser una ocasión fecunda para promover, en nombre de Dios, la causa de la fraternidad y de la paz.” El Secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, afirmó que el Viaje Apostólico era un signo de esperanza y de diálogo en medio de un momento histórico trágico. En un “mundo marcado por tensiones, oposiciones y conflictos”, la visita y las acciones del Papa en Bahrein son “mensajes de unidad, cohesión y paz”, dijo.

El Papa Francisco comentó el “Árbol de la Vida” (Shajarat-al-Hayat), el notable “emblema de vitalidad” del país. Esta hermosa acacia ha prosperado durante generaciones en una región desértica. El Papa también mencionó que los mayores tesoros de Bahréin son su diversidad étnica y cultural y la convivencia pacífica y la tradicional hospitalidad de sus gentes.

Bahréin es un archipiélago de más de treinta islas, y su nombre significa “dos mares”. El Papa Francisco dijo que “trágicamente, Oriente y Occidente se parecen cada vez más a dos mares opuestos. Sin embargo, todos pretendemos navegar por las mismas aguas y elegir el camino del encuentro en lugar del enfrentamiento.” En la Declaración de Bahrein, subrayó que los líderes religiosos deben animar y ayudar a nuestra familia humana, interdependiente pero separada, a navegar juntos por el mar. Subrayó que la educación es el camino para liberarse de las herencias que van en contra del espíritu de solidaridad fraternal que debe caracterizar a quienes alaban a Dios y aman al prójimo.

Cuando el Papa Francisco se reunió con los miembros del Consejo de Ancianos Musulmanes, subrayó que la paz nace de la fraternidad, que crece a través de la lucha contra la injusticia y la desigualdad, y que viene de tender la mano a los demás. También les dio las gracias, diciendo que estaba impresionado por la costumbre en estos países de poner la mano en el corazón como señal de afecto al saludar a los invitados.

Durante el encuentro ecuménico de oración, el Papa Francisco dijo: “El cristianismo no es un privilegio que se reclama para uno mismo, sino un don que se comparte con los demás”. La vida en Bahrein, añadió, ha permitido a muchos de vosotros redescubrir y practicar la absoluta sencillez de la caridad. Nos hará bien examinar cómo utilizamos las Bienaventuranzas para reflejar a Jesús en nuestra vida cotidiana”.

De acuerdo con el espíritu de la 34ª Congregación General

En conclusión, existe un claro vínculo entre la visita apostólica del Papa Francisco a Bahrein y el espíritu de la Congregación General de los jesuitas de 1995. El Santo Padre apoya nuestra experiencia en el servicio de la fe y la promoción de la justicia en los últimos veinte años, que ha llevado a muchos de nosotros a un contacto más estrecho con los creyentes de otras religiones.