Escuela encendida con la luz ignaciana
Alfred Toppo, SJ - Provincia de Madhya Pradesh
[De la publicación “Jesuitas 2022 - La Compañía de Jesús en el mundo”]
Bodas de platino de Loyola School, Kunkuri, Jashpur, Chhattisgarh (1947-2022).
El proceso inicial de evangelización entre los grupos tribales de la India consistía en que la Buena Nueva se transmitía a través de familiares que ya la habían recibido. A finales del siglo XIX y principios del XX, la Buena Nueva de la misión jesuita de Ranchi llegó a los tribales Oraon del reino de Jashpur a través de sus parientes. La Buena Nueva liberadora era tan poderosa que los tribales recorrieron cientos de kilómetros para recibirla. Una serie de persecuciones siguieron a sus viajes, pero solo para fortalecer su fe.
En 1905, los jesuitas pidieron permiso al rey de
Jashpur para promover su labor de evangelización. Abrieron centros en aldeas
remotas. Estos se convirtieron en centros de educación primaria, atención
sanitaria y desarrollo de las aldeas. Fueron las primeras escuelas tribales.
Sin embargo, solo unos pocos niños consiguieron continuar la secundaria en
Ranchi. Se sintió la necesidad de una escuela secundaria. En 1947, Loyola School (Colegio Loyola), en
Ginabahar (Kunkuri) se convirtió en la primera escuela secundaria para pueblos
tribales. Pronto se convirtió en un centro de educación, catequesis y
vocaciones. Muchos alumnos se convirtieron en funcionarios, catequistas,
religiosos y sacerdotes. El clero de las diócesis de Ambikapur, Jashpur y
Raigarh, en las zonas tribales, procedía de esta escuela. Además, de los actuales
jesuitas de la Provincia de Madhya Pradesh, el 47 % procede de esta
escuela. Sigue siendo una fuente de vocaciones.
El colegio tiene un pasado glorioso. Sin embargo, las bodas de platino hacen que reflexione sobre su pertinencia actual. ¿Es capaz de facilitar un proceso de «ver todas las cosas nuevas en Cristo»? ¿Es capaz de hacer que todos los miembros de la comunidad educativa actual sean «luz», «sal» y «levadura» para la sociedad? Los jesuitas son enviados en misión; por lo tanto, no tienen otra opción que hacer el bien. Hemos recibido un mandato de Jesucristo para establecer el Reino de Dios. El ministerio de la educación es un medio para que seamos sal, luz y levadura para alcanzar este fin. Nuestra enseñanza, animación, orientación y administración abarcan los valores del Evangelio que conducen a ver todas las cosas nuevas en Cristo. La sal dentro de nosotros sigue siendo salada; la luz sigue ardiendo y la levadura sigue potenciando la vida.
Formación para la misión
Los jesuitas aquí están impregnados del espíritu y la
tradición ignaciana para la animación y la orientación. Tienen la visión de una
formación integral de sus alumnos. Los acompañan constantemente en su formación
humana, espiritual, emocional e intelectual. Hacen que los alumnos reconozcan
en sí mismos y en los demás la imagen de Dios. Este reconocimiento de lo divino
se ha convertido en un medio para fomentar la armonía social y religiosa. Los
jesuitas son testigos de que cuidar y acompañar transforma toda la perspectiva
hacia la vida. Ese cuidado funde las relaciones distantes y fomenta la armonía.
Formación cristiana
Más del 60 % de los estudiantes son católicos, y de ellos, el 70 % se alojan en albergues. Las actividades diarias fomentan un proceso de formación espiritual. La eucaristía diaria, el examen, el triduo, el recogimiento, el rosario y otras devociones los conducen a una experiencia de Dios. La participación habitual en asociaciones piadosas, como Crusveer y CVX, los anima a visualizar todas las cosas nuevas en Cristo. Aparte de esto, el acompañamiento de los jesuitas desempeña un papel vital en su formación. Un jesuita confiesa: «Al interactuar con los alumnos, afirmo en ellos la presencia de lo divino. Esta afirmación les ayuda a ver todas las cosas nuevas en Cristo».
Torneo de hockey en memoria de Oscar Sevrin
Oscar Sevrin, SJ, primer obispo de la diócesis de
Raigarh-Ambikapur, ejerció un liderazgo espiritual y social sobre los grupos
tribales, consolidando su fe y su educación. En su memoria, el colegio Loyola
organiza cada año, desde 1978, el Torneo de Hockey en memoria de Oscar Sevrin.
En él participan una media de 60 equipos de las aldeas. Fomenta la armonía
social entre las aldeas; es una gran oportunidad para que los alumnos
experimenten lo que significa este valor para la sociedad. También promueve el
talento deportivo de los jóvenes.
Comunidad jesuita orientada a la misión
Los jesuitas del colegio Loyola, aunque se dedican a la educación, llevan a cabo proyectos de atención espiritual en los pueblos cercanos, en las parroquias y en las casas religiosas. Comparten a Dios a través de la eucaristía, el recogimiento, los retiros, las charlas y la orientación de asociaciones piadosas. El rector expresa su satisfacción por el hecho de que todos los jesuitas estén disponibles para esta tarea, que lleva a las comunidades a compartir mutuamente las experiencias de Dios. Las experiencias en la escuela se comparten con la gente y viceversa. El director dice que «los alumnos y la gente que vive cerca se ven bendecidos porque interactúan con muchos jesuitas, que comparten y fomentan la vida en los estudiantes y en la gente de alrededor». Continúa: «Los jesuitas no enseñan solo las asignaturas asignadas, sino que mientras enseñan sus asignaturas promueven constantemente la vida. Inculcan a sus alumnos los valores del Evangelio para crear el Reino de Dios. Intentamos irradiar a Cristo a través de nuestra vida y nuestro trabajo».
El enfoque que trajo glorias en el pasado todavía
continúa con nuevas dimensiones. El carisma jesuita sigue manteniendo su
capacidad de ser sal, luz y levadura que empodera a los alumnos y a otros.
Ellos, a su vez, aportan novedad en su vida, en su familia y en la sociedad. La
escuela canaliza las gracias de Dios hacia el desarrollo personal y social.
Sigue promoviendo la vida, la fe y el conocimiento entre la gente,
especialmente entre los grupos tribales, para «ver todas las cosas nuevas en
Cristo».