Entre bastidores de la CP71
Después de tres semanas de retiro, oración, discernimiento y discusiones, a veces polémicas, en el lugar de nacimiento de San Ignacio de Loyola, los delegados de la 71ª Congregación de Procuradores han cumplido su misión y vuelven a sus Provincias de origen con la certeza de haber ayudado a la Compañía de Jesús en su vida y misión futura.
Cada uno de los
delegados ha dedicado más de un año a prepararse para presentar las
preocupaciones de los hermanos de su Provincia, pero no son los únicos que se
han esforzado para que la Congregación tenga éxito. Estas tres semanas en
Loyola (España), son el resultado final de miles de horas de preparación por
parte de jesuitas que, entre bastidores, imaginaron, planificaron y ejecutaron
el trabajo logístico y espiritual que hizo posible la Congregación.

El primero de estos trabajadores no reconocidos es
Antoine Kerhuel, Secretario de la Compañía de Jesús, que ha coordinado todo,
desde los horarios de los viajes hasta los documentos delicados, pasando por
los procedimientos y la logística in situ. Mantuvo todas las piezas moviéndose
en la misma dirección y se aseguró de que el equilibrio oración/trabajo de los
delegados permitiera el mejor discernimiento de espíritu posible en el tiempo
concedido.

Además, durante la Congregación, en la parte trasera
del Aula, encontrábamos a Robert Althann, Bernard Goubin, Luis Ovando Hernández
y Manickam Shekhar actuando como Secretarios de la CP71, mecanografiando
furiosamente las notas oficiales de la Congregación en múltiples idiomas.
Trabajaron junto a un pequeño ejército de traductores - Pierre Bélanger, Ángel
Benítez-Donoso, Alexis Bueno, Boris Foka, Rolphy Pinto, Vivian Richard y Xabier
Zabala - que proporcionaban traducciones inglés/español/francés en tiempo real
desde sus oscuras cabinas, en un lateral del Aula.

Junto a ellos, en una sala llena de pantallas
brillantes y cables, estaba Robert Ballecer, responsable de los reportajes,
vídeos y emisiones que se producían y publicaban desde la CP71. Más allá de las
tareas oficiales del personal, estos jesuitas encontraban la manera de ayudar a
sus hermanos a orar y discernir, ya fuera formando un coro, dirigiendo la
oración, celebrando la Eucaristía, difundiendo documentos o proporcionando
apoyo técnico a los delegados.

Luego estaban los colegas laicos del Centro de Espiritualidad. Desde las monjas que se ocupan de los jardines hasta el personal de cocina y limpieza, pasando por Iñaki, el increíble ingeniero de sonido que se ocupaba de los temas técnicos que hacían funcionar el Aula y los jesuitas que viven en Loyola. Cada uno de ellos hizo que vivir y trabajar en el Santuario fuera lo suficientemente cómodo como para que los delegados sólo tuvieran que preocuparse de los objetivos de la Congregación. El trabajo no reconocido de estos jesuitas, religiosas y personal laico se convirtió en las huellas del Espíritu Santo, caminando por Loyola, inspirando a los delegados y dando fruto al trabajo de su oración.
A estas alturas, la
mayoría de los delegados habrán llegado a casa. Su trabajo perdurará en
documentos y debates que llevarán de vuelta a sus hermanos jesuitas. El
personal volverá a sus misiones, contento de haber hecho su parte para el
gobierno de la Compañía. Pero la CP71 es un recordatorio de lo que es posible
cuando dejamos que el Espíritu guíe a esta “mínima Compañía”.