Navegar más allá de las fronteras
Equipo de Comunicaciones -
Provincia de Indonesia
[De la publicación “Jesuitas 2022 - La Compañía de Jesús
en el mundo”]
Ofrecer una educación de calidad a los que están «en la otra orilla» del mundo digital.
Imaginemos cómo san Francisco Javier y otros misioneros europeos establecieron comunicación en su día con los habitantes locales. Debió de ser complicado y confuso hacerlo en una lengua extranjera. ¿Cómo se produce una interacción significativa en tales circunstancias? ¿Cómo transmitieron el concepto abstracto de la fe cristiana a la población local y cómo lo adaptaron a su cultura?
En su novela, Mataram:
A Novel of Love, Faith, and Power in Early Java [Mataram: Una novela de
amor, fe y poder en la antigua Java], el historiador Anthony Reid describe la
historia de amor, ambientada en la Java del siglo XVI, entre un marinero
británico y una javanesa. Java estaba acostumbrada a tratar con comerciantes de
Arabia, Portugal, los Países Bajos y China. Aunque el hinduismo y el budismo
seguían siendo dominantes, el islam había empezado a atraer a muchos, ganándose
la confianza del pueblo. El cristianismo estaba todavía en las primeras fases.
A esto, Reid añade las rivalidades políticas de palacio, con los personajes de
la novela envueltos en una interacción abrumadora. Sri, la mujer javanesa, y Thomas,
el marinero británico, se encuentran aferrados a su propio bagaje. Es Sri quien
sortea las barreras del idioma, la cultura, la ideología y la historia. Con
valentía, salva las diferencias, llegando a un entendimiento mutuo y
manteniendo la diversidad en sus vidas. Thomas puede ver más allá de su zona de
confort británica.
Refugiados y ciudadanos
Elizabeth Maria Quendangen, voluntaria del Servicio Jesuita a Refugiados de Indonesia en Bogor, experimentó esa misma interacción desconcertante pero enriquecedora en la actualidad. Enseña la lengua indonesia a refugiados de Afganistán, Irak, Irán, Sudán, Somalia, Etiopía, Congo y Eritrea, algunos de los cuales carecen de conocimientos de inglés. Entonces conoció a Bashir Sakhizada, un refugiado afgano, que habla indonesio tras vivir en Bogor durante algunos años. Él ayuda a Elizabeth a enseñar la lengua indonesia a los otros refugiados.
«He aprendido mucho de ellos, sus costumbres, su
cultura, su forma de pensar y de contar historias sobre su vida en su país de
origen», dice Elizabeth. Un conocimiento básico del indonesio es necesario
para los refugiados en su interacción con los lugareños. Los niños dominan
el idioma más rápido que los adultos, a pesar de la incómoda interacción con
los niños indonesios. Poco a poco, son capaces de traspasar fácilmente las
fronteras y convivir como conciudadanos del mundo.
Lejana, remota y aislada
Reliansius Pasangka, voluntario del Servicio Jesuita para Papúa, experimenta la interacción cultural creativa con sus alumnos de la Escuela Pública de Enseñanza Media n.º 1 de Tigi, Waghete, una pequeña ciudad en una zona montañosa del interior. Debido a la influencia del idioma local, la lengua indonesia tiene varios dialectos diferentes. Rely es consciente de este dialecto diferente que habla con sus alumnos y tuvo que tenerlo en cuenta para ayudarles. No saben escribir ni leer en indonesio, ni siquiera hacer cuentas básicas. Los profesores rara vez vienen a enseñar a esta zona remota y los alumnos no aprenden gran cosa. El problema de los accesos a las zonas remotas contribuye a que esta cuestión no se resuelva.
Bonaventura Jaqlin y Franki Dogopia son dos de los
alumnos de Rely. Están contentos y disfrutan con la forma de enseñar de Rely.
Quieren ser profesores. Rely apoya a sus alumnos con clases de refuerzo fuera
del horario escolar y utiliza un proyector para mostrarles el mundo fuera de la
montañosa Waghete. «Aunque estoy enfermo y cansado, quiero estar con ellos y
ser la respuesta a sus necesidades. Estoy orgulloso de estar con ellos cuando
los demás abandonan», dice. Cree que la ubicación remota no debe impedir que
los estudiantes sueñen en grande y tengan mentes abiertas.
La pandemia y la barrera de la pobreza
La pandemia ha provocado el caos y la interrupción del proceso de aprendizaje de los alumnos de la Escuela Primaria Católica de Kaliwinong, en Java Central. La escuela está gestionada por la Fundación Educativa Canisio, encomendada a la Provincia Jesuita de Indonesia. Los profesores, los alumnos y los padres están confusos con el aprendizaje en línea. En esta zona rural pobre, la mayoría de los padres no pueden permitirse teléfonos inteligentes ni pagar la tarifa de internet para las clases en línea de sus hijos. Los profesores tienen que navegar hábilmente entre la pobreza y las necesidades de sus alumnos. Envían el material didáctico a las casas de los alumnos. Luego imparten las clases en línea para los que tienen acceso a internet. Al día siguiente, recogen los deberes de todos y pueden dar ayuda adicional a los que no estaban en línea. A pesar de la pandemia y de la escasez de medios de aprendizaje en línea, los profesores no se amilanan para impartir una enseñanza de calidad. De hecho, están aún más decididos a interesarse personalmente por la educación de sus alumnos.
La misión de la Compañía de Jesús en favor de la
justicia y la reconciliación nos pide que veamos con ojos nuevos el proceso de
aprendizaje como un encuentro cultural entre individuos para un bien común
justo. Elizabeth es consciente de la injusticia y el sufrimiento de sus alumnos
refugiados. Rely es consciente de la desigualdad de acceso de estudiantes y
profesores en áreas remotas. La confusión y la pobreza pueden limitar el
aprendizaje en línea. A pesar de todo esto, sus encuentros son un viaje para
navegar por las diferencias e ir más allá de las fronteras para alcanzar un
objetivo común, como ciudadanos del mundo y pueblo de Dios.