MEJ, un estilo de vida de sabor ignaciano para los jóvenes
Celina
Segovia Sarlat, Religiosa de Jesús-María - MEJ México, en nombre del Equipo
Internacional del Movimiento Eucarístico Juvenil
[De la publicación “Jesuitas
2023 - La Compañía de Jesús en el mundo”]
El Movimiento Eucarístico Juvenil: lugar donde Dios acontece en la vida de niños y jóvenes.
Del MEJ se dice que más que un movimiento es un estilo de vida, porque a través de un lenguaje propio de la edad y de actividades sólidamente pensadas se da un proceso interno por el cual los niños, niñas y jóvenes fundamentan su vida en Jesús. A lo largo de los años en que he ido viendo crecer a los mejinos hasta convertirse en monitores, he descubierto el camino de quien vive como discípulo y se va convirtiendo en un auténtico apóstol. El evangelio y la eucaristía van formando su corazón y ayudándolos a conocer a Jesús y su proyecto, para vivir desde ahí su misión.
Cuando leemos el evangelio, podemos observar a Jesús
formando a sus discípulos con sus palabras y su modo de proceder. Sin embargo,
entender esto no es solo un ejercicio intelectual, sino que es un proceso de
conocimiento interno que va moldeando el corazón, la manera de vivir, al punto
de llegar a convertirse en modelo para otros. De este modo, mediante su
testimonio personal comparten lo que viven y las experiencias que los han
enriquecido.
De las cosas que más he disfrutado en el MEJ son los tiempos semanales en la capilla, cuando, tras leer el evangelio, disponemos a los jóvenes y los invitamos luego a entrar en la escena «como si presentes se hallasen». Ellos comparten lo que imaginaron: cómo era el lugar, la temperatura, cómo estaba la gente vestida, lo que dicen las personas... Y resulta increíble descubrir la capacidad que tienen los jóvenes para mirar a Jesús caminando, hablando, escuchando, perdonando, sanando, incluyendo... Es lindo escuchar cómo van creciendo en la dinámica contemplativa. Naturalmente, cada uno va haciendo su camino interior y hay una diferencia normal entre los que acaban de entrar y los que llevan ya algunos años en este camino. Sin importar las diferencias de trayectoria, todos se enriquecen y se animan entre ellos.
En el MEJ también propiciamos eucaristías de acuerdo
con la edad, lo que ayuda a vincularse más con Jesús: ser alimentado y moldeado
para amar como Él. Pero ¿puede acaso lograrse esto con lenguaje para adultos,
sin ayudar a los niños a entender una liturgia que, sin esa ayuda, poco se
entendería desde las dinámicas y contextos en las que crecen? Cuando los
cantos, las lecturas, el sacerdote, se adaptan a los niños, estos actúan como
esponjas y captan a Jesús y su proyecto; se alimentan de Él.
Me parece que tanto el evangelio como la eucaristía vividos de este modo propician una apertura de corazón para vivir la misión. Una misión que está matizada por la vida de Jesús, que se compadece ante realidades concretas, que se atreve a mirar y a detenerse para actuar. Ayudan a generar en la vida de los niños actitudes de compasión y solidaridad. A orar por los desafíos de la humanidad. Las intenciones del Papa educan la mirada y abren el horizonte para pasar de una oración intimista y centrada en ellos, a una oración volcada hacia los otros, que posa la mirada en situaciones dolorosas por las que atraviesa el mundo de hoy y en los muchos desafíos a los que estamos llamados a responder como cristianos.
Abiertos progresivamente a otras realidades de dolor,
en el MEJ se ayuda a los jóvenes a movilizarse en el servicio y la construcción
del Reino. Algunas de estas acciones son propuestas por los monitores, dado que
este es un movimiento de jóvenes para jóvenes. Mi papel como acompañante es
entonces simplemente facilitar el encuentro con Jesús, como hacía Juan el
Bautista que señalaba al Cordero de Dios o como el discípulo amado que ante la
pesca milagrosa reconoce al Resucitado y exclama: «¡Es el Señor!».
Al final de su paso por el Movimiento, los mejinos han estrechado su amistad con Jesús, una amistad que transforma su sensibilidad, les da capacidad de discernimiento y un deseo de colaborar junto a otros para la construcción de un mundo más humano y más fraterno, donde resulte aún más evidente el Reino de Dios entre nosotros, en nuestra cotidianidad.
El MEJ, sección juvenil de la Red Mundial de Oración
del Papa, obra pontificia encomendada a la Compañía de Jesús y acompañada
también por la Congregación de Jesús-María desde el carisma ignaciano, me ha
ayudado a mí y a muchos más a construir una cultura del encuentro. Gracias a
este y a los demás proyectos de la Red de Oración del Papa, los horizontes de
la pastoral se amplían y permiten a quienes participan de ellos descubrir a Dios
en sus diversos modos de acontecer. En particular, el MEJ ha desarrollado mi
creatividad y me ha ayudado a descubrir cada vez más que, al final, es Dios
quien conduce al movimiento y le permite dar fruto.