“¡Ya voy, Señor!”

San Alfonso Rodríguez, patrón de los hermanos jesuitas, hombre de acogida y oración

Si estando ocupado suena el timbre de tu puerta, ¿sería tu primera reacción pensar que puede ser Jesús mismo el que llama? ¿Te saldría espontáneamente dejar lo que estás haciendo y musitar esta breve oración: “Ya voy, Señor”? Pues eso es lo que hacía San Alfonso Rodríguez, hermano jesuita que vivió entre 1533 y 1617, siendo portero del colegio y la iglesia de los jesuitas en Palma de Mallorca durante más de 40 años.

Hay tanto que contar de este hombre, de este santo varón, que sufrió grandes pruebas y que, a pesar de todo, supo ofrecer a los que encontraba en su camino - especialmente a los que recibía en el colegio - el rostro amable de un Señor que acoge. Nació en Segovia, España, y a la muerte su padre, él aún adolescente, tuvo que hacerse cargo del negocio familiar. Se casó y tuvo tres hijos. Pero su mujer y sus tres hijos murieron nueve años después de su boda. Para colmo el negocio familiar se declaró en quiebra. Desorientado, pide consejo a los jesuitas de Segovia. Esto le lleva a pedir el ingreso en la Compañía de Jesús. Al considerársele demasiado mayor para entrar en el noviciado como escolar (¡37 años!) y no había hecho estudios regulares, fue aceptado como hermano coadjutor, destinado a apoyar la labor de los sacerdotes en las tareas que fuesen necesarias.

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Es enviado a Mallorca en 1571 y en 1576 recibe el encargo de ser portero del colegio, donde pasará el resto de su vida. En las necrologías de San Alfonso se lee: “El cargo de portero era de gran confianza y responsabilidad, pues un portero es el rostro público de la comunidad”. Además de acoger a los visitantes como si fueran Cristo mismo, se dice que tenía una aguda intuición para la psicología humana. Intentaba siempre calificar a las personas que trataba con la virtud en la que cada uno destacase: el útil, el humilde, el trabajador.

Si el “estatus” de un hermano coadjutor en el siglo XVII se caracterizaba por su dedicación a tareas secundarias o de carácter logístico, en apoyo a las obras educativas o pastorales que llevaban los sacerdotes de la Compañía, el acompañante espiritual del hermano Alfonso no tardó en darse cuenta de la gran calidad interior y espiritual de éste. Le aconsejó que escribiera sus memorias. Alfonso se tomó en serio esta sugerencia, porque sus escritos espirituales revelan hasta qué punto este hombre, herido de tantas maneras por la vida, era capaz de encontrar la presencia amorosa de la gracia de Dios en la oración y en la penitencia. No escribía para publicar. Muy humildemente, escribía para dar cuenta de su propio itinerario espiritual, para recordar las inspiraciones que recibía en la oración y que podían serle útiles en sus conversaciones con los demás, o para tomar nota de los consejos espirituales que daba en respuesta a las peticiones que se le hacían. En total resultaron ¡ocho volúmenes! los que, con el título de “Memorias” o “Autobiografía”, se publicaron tras su muerte, al compilarse sus escritos.

Echen un vistazo al reportaje fotográfico que sigue. Contiene reflexiones espirituales llenas de sabiduría humana, escritas por el Hermano Alfonso Rodríguez. Las fotos y las ilustraciones evocan su vida en el Colegio de Nuestra Señora de Montesión en Palma de Mallorca. Al celebrar la fiesta de San Alfonso, demos gracias al Señor por la entrega a la vida religiosa de tantos hermanos jesuitas que, el 31 de octubre, celebran a su santo patrono.

Reportaje fotográfico

Descarge el reportaje con las reflexiones espirituales escritas por el Hermano Alfonso Rodríguez [PDF 3,38 MB].
 

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Alfonso Rodríguez

Breve biografía en nuestra sección Santos y Beatos
 

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Publicado por Communications Office - Editor in Curia Generalizia
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