La Capilla de la Conversión: pasado, presente y futuro de la Compañía de Jesús

Por Robert Ballecer, SJ*

Acérquese al “Santuario de Loyola” en España, e inmediatamente le recibirá una gran basílica que domina el paisaje. Camine un poco más por el lugar y encontrará un museo, ubicado en los restos del Castillo de Loyola, lleno de reliquias, vidrieras y obras de arte de la época de San Ignacio. Siga más allá, encontrará una habitación anodina en la última planta, junto a una antigua escalera, una barandilla envejecida y una puerta con un pestillo de hierro forjado, que ha resistido el paso del tiempo. Esta sala, modesta y aparentemente sin importancia, ha sido fuente de increíble consuelo y desafío para los delegados de la 71ª Congregación de Procuradores.

La Capilla de la Conversión

En esta sala, con sus vigas de madera oscura y sus ventanas emplomadas, Ignacio de Loyola se recuperó de sus graves heridas de la batalla de Pamplona. Con el espíritu abatido y el cuerpo destrozado, Iñigo estuvo cerca de la muerte durante meses, clamando contra el cruel destino que vio cómo se extinguían sus sueños de gloria y honor en la corte. Sentado en el mohoso silencio, con el crujido ocasional del suelo centenario como único acompañamiento, casi se pueden oír sus gritos angustiados de dolor y desesperación, los pasos silenciosos de los médicos y asistentes que se apresuran a salvar su vida, una vida que él ya no reconocía.

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La estatua de Ignacio en la Capilla de la Conversión.

En la capilla hay un altar y en un lado, una estatua de Ignacio, quizá en el mismo rincón donde el hombre se acurrucó hace siglos. Todos los jesuitas conocemos la historia. La hemos escuchado y reflexionado miles de veces a lo largo de nuestras vidas, pero verla -estar en el mismo lugar sagrado donde Ignacio se recuperó, se enfureció, se reconcilió, se convirtió y finalmente aceptó- es sentir no sólo la historia de la habitación, sino su llamada hoy a los que vienen buscando consuelo y claridad.

Encima del altar, en una de las grandes vigas, hay una inscripción, en euskera y en castellano: “AQUI SE ENTREGÓ A DIOS IÑIGO DE LOYOLA”, - “Aquí, Ignacio de Loyola se entregó a Dios”. Verdaderamente, lo que exige esta sala es rendirse. Los delegados de la CP71 están invitados a traer sus deseos y expectativas para la Congregación, la sabiduría que traen después de meses de escuchar a sus compañeros, jesuitas y laicos. Pero al entrar en la sala se les pide -como a Ignacio- que estén dispuestos a entregarse: a convertirse, a olvidarse de sus expectativas y verse no sólo a sí mismos o a sus Provincias, sino las necesidades de la Compañía de Jesús universal, y de la Iglesia a la que sirve.

Hace siglos, la Capilla de la Conversión fue el lugar donde San Ignacio respondió a la llamada de Dios a incendiar el mundo. Hoy, esa sala es el lugar desde donde sus hijos son enviados a mantener vivo ese fuego.

* Robert Ballecer es un sacerdote jesuita que trabaja en el departamento de Comunicación de la Curia General de los jesuitas en Roma. Forma parte del equipo que cubre la 71ª Congregación de Procuradores.

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Publicado por Communications Office - Editor in Curia Generalizia
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