El encuentro con el Padre General ha hecho más firme mi vocación de jesuita
Richard Joubert es un escolar
que cursa su último año de “primeros estudios” en la Universidad Loyola de
Chicago. Miembro de la Provincia UCS (Centro-Sur de los Estados Unidos), ha
tenido oportunidad de conocer al P. General con ocasión de la visita de éste a
la Provincia UMI (Medio Oeste de los Estados Unidos).
Por Richard Joubert, SJ | Gonzaga House, Comunidad de los jesuitas de la Loyola University Chicago
Un mes antes de terminar mi ciclo de “primeros
estudios” en la Compañía, el P. General visitó nuestra comunidad de escolares en
Chicago. Esto sucedía al final de un año importante en mi vida como jesuita. La
presencia y las palabras del General arrojaron luz sobre algo que había estado
experimentando en los últimos meses y sobre el discernimiento que tenía que hacer.
Después de pasar el verano en Perú, volví a los Estados Unidos encandilado por la vida misionera y preparado para cursar mi último año de “primeros estudios”. Descubrí, al mismo tiempo, que padecía una dolorosa enfermedad gastrointestinal que tardó muchos meses en diagnosticarse. Tuve que faltar a clase con cierta frecuencia a causa de síntomas imprevistos o porque tenía citas con el médico. Mis planes de correr una media maratón, practicar con la guitarra y trabajar en un centro de acogida de inmigrantes, tuvieron que quedar aparcados. Perdí el apetito y a menudo me quedaba en cama. La enfermedad me apartó de toda actividad apostólica y me hizo sentir muy impotente. Pero propinándome esta “bombarda”, el Señor iba remodelando mis deseos y mi comprensión de cuál es mi misión en la vida y cuál es la misión vital de la Compañía.
Animado por la llamada de Cristo y por el testimonio de muchos jesuitas, había ingresado en la Compañía de Jesús con el deseo de ser misionero. Me sentía llamado a proclamar la Buena Nueva en tierras lejanas y a ayudar a otros a encontrarse con Dios. Mi enfermedad me hizo reconocer que esta vocación a ser misionero no exigía salir de Estados Unidos. Mi territorio de misión estaba en mi comunidad y en mi barrio.
La enfermedad me demostró lo que significa la
comunidad como misión. Contaba con las oraciones y el apoyo de mi comunidad y
aprendí a pedir ayuda cuando la necesitaba. No estaba solo. Llegué a valorar
más nuestra vida compartida y nuestro trabajo por las almas. Centrados en torno
a la Eucaristía, nos acompañamos unos a otros en la vida espiritual y en
nuestro apostolado. Somos una comunidad muy variada, de Provincias y naciones diferentes,
pero unidos en los votos y en nuestra experiencia de los Ejercicios
Espirituales. La nuestra es una vida y una misión compartida. Mi comunidad es
un verdadero regalo.
Acabé por reconocer que nuestra universidad es un territorio de misión diferente. Los estudiantes están hambrientos de sentido y de objetivos, y no saben dónde buscar. Buscan alegría en este mundo, y lo que ven son vídeos de TikTok que no ofrecen sino división, opresión, guerras, dolor y materialismo. ¿Dónde pueden encontrar esperanza? Mi vocación se ha convertido en acompañar a jóvenes adultos, ayudarles a descubrir la esperanza y, a través de ella, el camino hacia Dios. Otro apostolado que pude retomar fue el del acompañamiento espiritual. Acompañar a estudiantes en los Ejercicios Espirituales, servir como capellán del equipo de fútbol femenino de la universidad, y ayudar a introducir a chicos a la espiritualidad ignaciana en el Rambler Brotherhood Project, fue una experiencia muy consoladora. Mis compañeros jesuitas y yo entramos en contacto con estudiantes por medio de nuestro encuentro mensual “Java con los jesuitas”, en el que entablamos una conversación espiritual con los estudiantes mientras les invitamos a café y donuts. Mediante la conversación espiritual, los Ejercicios y mi propia atención, he vivido la bendición de acompañar a jóvenes en su búsqueda de Dios. No es en el extranjero donde está mi misión, sino aquí mismo, en mi tierra, en mi lengua y en mi comunidad local.
Durante su estancia en Chicago, el P. General Arturo
Sosa visitó nuestra universidad y charló con el grupo de jesuitas que cursan
sus primeros estudios. El mensaje del P. General ha supuesto para mí un desafío
para seguir el ejemplo de Cristo, que salió en busca de las personas sin
esperar a que ellas llegaran hasta Él. El P. Sosa destacó los riesgos que ello
comporta, de humillación, pobreza y fracaso. Nos recordó nuestra llamada a ser
como Cristo, pobre y humilde, que aceptó libremente la voluntad de Dios y se
sacrificó por amor. El P. Arturo nos llamó a una mayor indiferencia -individualmente y en la Compañía- y a volver al Principio y Fundamento de los
Ejercicios Espirituales. Siento que el mensaje del P. General es una
reafirmación y una invitación a crecer en el trabajo de reconciliación y
acompañamiento, a través de la lente de la Cruz. Agradezco la oportunidad que
he tenido de conocer al P. General y de darle la bienvenida a nuestra
comunidad. Estoy deseando ser portador de su mensaje cuando comience en otoño
la etapa del magisterio.