El Papa Francisco en Eslovaquia: Un gesto muy cariñoso con los jesuitas
Por Jozef Bartkovjak SJ
En los cuatro días en Eslovaquia, el Papa Francisco ha tenido un gesto muy cariñoso con toda la población del país, incluidas sus minorías religiosas y étnicas. Su visita apostólica, entre el 12 y el 15 de septiembre, nos proporcionómomentos inolvidables. Fuimos “abrazados” por la amable presencia del Papa como pueblo, como Iglesia local, pero no menos como comunidad de hermanos jesuitas.
Ya antes de llegar a Bratislava el Santo Padre nos invitó a todos los jesuitas de la Provincia de Eslovaquia al encuentro en la Nunciatura la primera noche, inmediatamente después de su llegada. Vinimos 53 compañeros, algunos también de sus misiones en Roma, Ucrania, y de la República Checa.
Estuvimos con el Papa Francisco durante una hora y media compartiendo un ambiente espiritual y de oración. Con libertad para expresarse y dar espacio incluso a las bromas. Un gesto que lo dice todo: a su llegada, el Papa dejó vacío el gran sillón que le habían preparado en el salón de la Nunciatura, y en su lugar tomó una silla entre las demás, para estar muy cerca de nosotros. El Papa nos hizo sentir como hermanos en el pleno sentido de la palabra.
La reunión se celebró
sin la presencia de los medios de comunicación, para que hubiera un ambiente de
total confianza y sin oficialidades. Un rosario para cada uno como regalo del
Papa subrayó su mensaje de estar sobre todo unidos al Señor en la oración.
Desde la Provincia de Eslovaquia le preparamos tres regalos simbólicos. En el
primero participaron nuestros colaboradores en el apostolado: los niños y las
familias del “Centro de ayuda a la familia” de Trnava, prepararon para el Santo
Padre una gran flor hecha con papel recortado de fotos de personas, entre las
que se encontraban los retratos de los candidatos a la beatificación: Tomáš
Munk y su padre František y el misionero Vendelín Javorka.
Otro regalo al Papa expresa el compromiso de los jesuitas eslovacos en el apostolado intelectual: un libro de los Comentarios a los Salmos de la edición científica editada por los biblistas jesuitas eslovacos en colaboración con varias facultades de teología católicas y protestantes del país, en cooperación con la comunidad judía. El tercer regalo: un libro de testimonios de jesuitas eslovacos confesores de la fe bajo la persecución del comunismo, publicado recientemente en inglés con el título Watersource from the Rock.
El Papa prolongó al máximo el tiempo que pasamos juntos. Concluyó la reunión en un ambiente de oración con la bendición final.
Y eso no es todo. El día siguiente, en su discurso en el encuentro con el clero, los religiosos y los catequistas en la catedral de Bratislava, el Papa mencionó un poderoso testimonio del cardenal Ján Chryzostom Korec, jesuita eslovaco encarcelado en los años 50, Obispo clandestino de la “Iglesia del Silencio” en Eslovaquia bajo el régimen totalitario. El Papa subrayó su gesto de perdón a sus perseguidores. Aquí están sus palabras en la Catedral, el 13 de septiembre:
“Sé
que tienen un proverbio: ‘Al que te tira una piedra, le das un pan’. Esto nos
inspira. ¡Esto es muy evangélico! Es la invitación de Jesús a romper el círculo
vicioso y destructivo de la violencia, poniendo la otra mejilla a los que nos
golpean, para vencer el mal con el bien (cf. Rm 12,21). Me llama la atención un
detalle de la historia del cardenal Korec. Era un cardenal jesuita, perseguido
por el régimen, encarcelado, obligado a trabajar duramente hasta caer enfermo.
Cuando llegó a Roma para el Jubileo del 2000, entró en las catacumbas y
encendió un cirio por sus perseguidores, invocando la misericordia para ellos.
¡Esto es el Evangelio! Crece en la vida y en la historia a través del amor
humilde, del amor paciente.”
Y no sólo eso. El tercer día de la visita, el Papa celebró la Divina Liturgia Bizantina en Prešov. En el altar, a su lado, los concelebrantes principales fueron el arzobispo metropolitano de Prešov Ján Babjak SJ y el arzobispo Cyril Vasiľ SJ, eparca de Košice. Después de la misa, en camino, el Papa hizo una parada inesperada: una visita sorpresa para saludar a los colaboradores en la cocina de la Casa de Ejercicios de San Ignacio en Prešov, a un kilómetro del lugar de la celebración, donde se preparó el almuerzo para los obispos participantes, mientras que el Papa fue a comer a Košice.
Los medios de comunicación informaron de que el Papa vino a saludar a sus hermanos jesuitas en la Casa de Ejercicios, pero en realidad su principal motivo para realizar esta visita no programada fue el deseo del Papa de responder a una invitación del Superior de la comunidad para venir a saludar a los que servían en la cocina y que no podían cumplir su gran deseo de participar en la liturgia con el Papa.
Vale la pena mencionar
que el Papa se reunió con la comunidad judía de Eslovaquia el 13 de septiembre
en Bratislava – Rybné námestie. Gracias también a la activa participación de
los jesuitas eslovacos en la promoción del diálogo entre Católicos y Judíos,
estas relaciones se han desarrollado mucho, especialmente en los últimos cinco
años.
Puedo atestiguar personalmente que la visita del Papa a Eslovaquia provocó un gran estímulo para fortalecer nuestra identidad como jesuitas en cada uno de nosotros, miembros de la Provincia de Eslovaquia. Estuvieron presentes hermanos de todas las generaciones: tanto los que entraron en la Compañía aún en la clandestinidad durante el comunismo, como los que lo hicieron después de 1989. Los que faltaban eran los novicios. Este año, de hecho, nuestro noviciado se quedó sin novicio, por lo que el gesto cariñoso recibido del Papa se tradujo también en nuestra oración al Señor para que llamara a nuevos compañeros a seguir el camino de San Ignacio.
En los rostros de todos
los presentes podíamos ver cómo la presencia del Papa entre nosotros nos ha
reunido, como miembros de una misma familia, con todas nuestras diferencias
individuales, pero como amigos en el Señor, unidos en la misma misión,
dispuestos a ir sin demora a donde el Papa quiera enviarnos. Estar juntos en
torno al Papa Francisco era como estar en torno a un padre cariñoso y querido,
un abuelo sabio, lo que la espiritualidad del Oriente cristiano llama “starets”.