Frank Brennan, SJ: Un defensor de los aborígenes australianos… y mucho más
No son muchos los jesuitas australianos que
visitan la Curia General. Pero a fines de mayo llegó uno de los más conocidos, para
participar en los actos del 50º aniversario de las relaciones diplomáticas entre
Australia y la Santa Sede. Se trataba de Frank Brennan, que aparece en
Wikipedia descrito como ‘abogado de los derechos humanos y profesor
universitario’. Pero, ¿cómo se define a sí mismo en cuanto jesuita? Hemos
hablado con él.
Frank Brennan, usted se ha comprometido activamente en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas de su país. ¿Se le podría calificar de “activista social”?
Uno de nuestros primeros ministros me llamó “el cura entrometido”. Otro me describió como “una arruga ética en la silla de montar de la nación”. Soy abogado y jesuita al viejo estilo de la CG32, tengo un fuerte compromiso con la fe que opera la justicia. No creo que se pueda trabajar por la justicia a menos que se participe en la vida pública. Siempre he intentado mirar de frente tanto a los que toman las decisiones y como a los más perjudicados por esas mismas decisiones. Así evito caer en la mojigatería.
¿Qué le llevó a interesarse por la situación de los aborígenes en Australia? ¿Escogió esta misión por ser jesuita?
Yo
no elegí esta misión. Mi Provincial me eligió para esta misión, y eso porque yo
era un jesuita con formación jurídica. Había comenzado los estudios de derecho
y de política en los años setenta, cuando apenas se reconocían los derechos de
los aborígenes de Australia. Así que me comprometí a trabajar con ellos por sus
derechos territoriales y por su autodeterminación.

¿De su relación con los aborígenes, ha aprendido algo que pueda ser de utilidad a jesuitas de otras partes del mundo, que trabajen por la reconciliación con pueblos indígenas?
‘Sé un oyente atento’. ‘Antes de hablar, asegúrate de volver a escuchar más profundamente a aquellos cuyos derechos promueves’. ‘Construye y mantén relaciones de confianza con los pueblos indígenas que tanta destrucción de la confianza han padecido en las sociedades poscoloniales’.
Como sacerdote, en ocasiones se ha pronunciado usted sobre cuestiones muy discutidas, unas veces a favor de posturas tradicionales de la Iglesia, y otras expresando su deseo de cambio. ¿Hay un hilo conductor que guíe su enfoque pastoral?
En público hay que ser humilde, pero también fuerte y decidido. Desde el escándalo de los abusos sexuales a menores en la Iglesia hemos perdido autoridad para formular lo que es el bien común o el interés público. Pero tenemos que hacerlo, por el bien de los sin voz y de los marginados que tienen poco poder. El Evangelio es buena noticia también para la sociedad secular. ¿Por qué? Porque sitúa a los pobres y a los marginados en el centro y defiende la verdad con ocasión y sin ella.
¿Qué resistencias y obstáculos ha encontrado en su camino?
La
política siempre implica compromisos. Cuando hay una respuesta fácil y clara, los
problemas no necesitan soluciones políticas. A algunos los molesta que un
sacerdote hable de estos asuntos. Piensan que no tenemos que defender más que ideales
abstractos. Otros piensan que sólo nos comprometemos cuando se trata de
defender nuestras propias causas o nuestra imagen pública. Hay quienes
simplemente no confían en los jesuitas, y estoy hablando también de algunas
personas de la Iglesia.

Entre los honores que ha recibido figura el National Trust of Australia, que le ha designado “patrimonio nacional viviente”. Explíquenos este título, que puede resultar un poco desconcertante.
En 1995, el National Trust invitó a los australianos a elegir como “patrimonio nacional vivo” de Australia a 50 personas que hubieran hecho una contribución notable en diversos aspectos de la vida nacional. Yo había participado en la larga campaña a favor de los derechos territoriales de los aborígenes, a raíz de la histórica decisión judicial que reconocía por primera vez su derecho a la tierra. La gente vio con gusto que una persona de confianza, que sin ser político, ni aborigen, ni pertenecer a empresa minera alguna, fuera capaz de explicar unas leyes tan complejas, especialmente cuando aborígenes y empresas mineras entran en conflicto.
¿Cómo vive las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús en su vida diaria y en sus compromisos?
Rezo;
trabajo con jóvenes, siendo rector de un colegio universitario; difundo la Laudato si’; y me siento muy gusto caminando
con los pobres, los marginados y con las víctimas de la violencia en nuestra
misión por la justicia y la reconciliación.